La esquizofrenia es uno de los trastornos mentales más graves e incapacitantes. En España afecta a 400.000 personas (el 1% de la población), pero su coste social es muy superior porque a lo que cuesta cuidar a los enfermos se suma lo que éstos dejan de producir. Tres cuartas partes (73%) de los esquizofrénicos españoles ni estudian ni trabajan, y nueve de cada diez dependen por completo de la familia para subsistir.
El estudio ACE (Abordaje Clínico de la Esquizofrenia en España), presentado ayer, dibuja por primera vez el perfil social y médico del enfermo con los datos obtenidos del seguimiento realizado a casi 2.000 pacientes y la participación de 500 psiquiatras de todo el país. El «retrato robot» es el de un varón de 37 años de edad, soltero, que vive en el entorno familiar, con bajo nivel de estudios y sin actividad laboral o académica alguna debido a su patología. La mayoría (60%) sólo controla su desorden mental con consulta psiquiátrica.
La enfermedad aflora algo antes en los hombres -en torno a los 23 años- que en las mujeres. «No tenemos una explicación clara», admite Miquel Roca, responsable de la Unidad Psiquiátrica del Hospital Juan March de Palma de Mallorca. Como hipótesis, algunos expertos atribuyen a los estrógenos femeninos cierto poder atenuante de los síntomas de la esquizofrenia, «de modo que, aún teniendo la enfermedad, la intensidad podría ser menor», señala Fernando Cañas, psiquiatra jefe del Hospital Lafora de Madrid.
Enfermedad temprana
En cualquier caso, la esquizofrenia se manifiesta pronto: irrumpe a menudo al final de la adolescencia, una fase clave para tejer el entramado de relaciones sociales del individuo, que suele quedar dañado de forma irremisible. «Es el coste más demoledor para el enfermo, la falta de relaciones sociales», recalca Ángel Luis Montejo, coordinador del Área 4 de Salud Mental de Salamanca. Los esquizofrénicos muestran «una fuerte tendencia al aislamiento», y las manifestaciones más comunes del mal son la abulia y la incomunicación. También una clara propensión al suicidio. Según un estudio reciente, el 30% de los pacientes con esquizofrenia ha intentado suicidarse al menos una vez en su vida, y cerca del 10% lo consigue.
Las causas de este mal crónico e incurable no están claras todavía. Los especialistas lo atribuyen a un desequilibrio en la dopamina, uno de los principales neurotransmisores del cerebro. Puede desencadenarse por factores genéticos (un 23% de los casos contaban con antecedentes familiares), en algunos supuestos quizá por infecciones durante el embarazo, o por experiencias traumáticas infantiles. Las drogas también pueden precipitar brotes esquizofrénicos.
El estudio ACE pretende constituirse en un observatorio continuo sobre la enfermedad y en una plataforma para luchar contra la «mala prensa» que tiene. Según los expertos, es raro que aquellos que sufren delirios, alucinaciones o alteraciones de conducta -denominados «síntomas positivos»- cometan actos violentos. De hecho, recalcan, con la medicación adecuada el 37% de los enfermos lleva una vida casi normal; un tercio sufre recaídas más o menos frecuentes, y el resto se consideran irrecuperables.
Actualmente, el tratamiento de la esquizofrenia se dirige a bloquear los receptores de la dopamina para controlar las distorsiones de la percepción de la realidad. No obstante, con esta terapia se puede reducir demasiado la función de la dopamina, que actúa también sobre la motivación, provocando trastornos del movimiento, alteración de la capacidad mental, disfunción sexual o aumento de peso.