Los avances tecnológicos de los últimos años están permitiendo que niños que nacen incluso en la 25 ó 26 semana de gestación puedan sobrevivir. Un bebé con buenas perspectivas de salir adelante unido a una potente incubadora y un buen equipo médico son los factores principales que permiten que el niño pueda salvarse. Algunos hospitales, como es el caso del hospital de Basurto en Bilbao, están abriendo las puertas de las unidades de neonatología para que los padres se impliquen desde principio en el cuidado del bebé.
Sobre el pecho
El Instituto Maternal Infantil de Bogotá fue el primero en implantar este nuevo método de atención que bautizaron con el nombre de «madres canguro». La especialista francesa Nathalie Charpak fue a realizar un estudio sobre las ventajas y los inconvenientes de este tipo de terapia y descubrió que colocar al pequeño sobre el pecho de la madre, en posición de ranita, y alimentarle con la leche materna, moderaba la temperatura corporal del bebé, favorecía el ritmo cardiaco y respiratorio y, además, reducía de manera importante el estrés de la criatura.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) le concedió todo su apoyo hace dos años al editar una guía práctica y reconocerlo como un procedimiento «eficaz y fácil de aplicar que fomenta la salud y el bienestar tanto de los recién nacidos prematuros como de los nacidos a término».
Centros contados
La Liga de la Leche de Euskadi, que celebró ayer en Bilbao su segundo simposio internacional sobre lactancia materna, llamó la atención sobre la necesidad de extender en los hospitales esta práctica que, de momento, sólo se garantiza en contados centros sanitarios de España. «Quizá sea hora de romper ciertas tradiciones que solucionan problemas a nivel físico, pero no atienden a las necesidades emocionales del recién nacido y su madre», dijo la presidenta de la agrupación promotora del simposio, Constance Little.
El primer bebé prematuro que en Euskadi sintió el calor del pecho materno antes de abandonar la incubadora se llamó Naroa. Llegó en 2004 en el hospital de Basurto, después de haber compartido el vientre de su madre durante sólo 25 semanas. Sólo pesó al nacer 546 gramos. El equipo de Neonatología del hospital de Basurto introdujo a la pequeña, de piel transparente y roja, en una incubadora y les propuso participar en una nueva experiencia. El centro quería impulsar un protocolo que nunca había llevado a cabo, el del método «madre canguro», y creyó que la recién nacida reunía las condiciones para impulsarlo definitivamente. Y sus padres dijeron que sí.
Las sesiones comenzaron en períodos cortos, que fueron ampliándose de manera progresiva para que tanto la madre como la niña se fueran adaptando a la nueva situación. A las 35 semanas, Naroa comenzó a succionar y probó por primera vez la leche materna. Cada encuentro con su madre la relajaban durante cuatro o cinco horas. «Las incubadoras generan mucho estrés. Este método contribuye a humanizar los cuidados del prematuro», afirmaron especialistas del centro médico.