Ante una operación son muchos los pacientes que se preguntan si no despertarán o si se les detectará alguna enfermedad incurable. Y no sólo hay sufrimiento psicológico: distintas investigaciones revelan que el estrés preoperatorio retrasa la recuperación.
«Como mejor se combaten la ansiedad y la incertidumbre es con una buena información, especialmente por parte del cirujano», asegura el psicólogo gijonés Francisco Estévez. «Poder hablar y ser escuchado por los médicos es fundamental en estos casos», añade.
José Antonio Ferrón, jefe del servicio de Cirugía General del Hospital Virgen de las Nieves (Granada), también cree que se debe informar al paciente de «qué se le va a hacer y por qué y del riesgo que corre con esa operación». La escala Possum -que se aplica en intervenciones de cierta importancia- mide ese peligro en función de las características del paciente. También el anestesista ha de explicar al paciente, cuando le realiza las pruebas previas a la intervención, el peligro que conlleva la anestesia: hay un mínimo porcentaje de personas que padecen alergia a las sustancias que se usan para dormirles.
Ferrón recalca que el riesgo quirúrgico -referido no sólo a la operación propiamente dicha, sino a todo el proceso- es más alto en las operaciones urgentes que en las programadas. «Hay pacientes a los que obligatoriamente hay que operar, porque aunque el riesgo quirúrgico es alto, el riesgo de que mueran es todavía más alto… O se operan o se mueren», sentencia el doctor.
«Si el anestesista detecta que el paciente es muy ansioso, desde ese momento o desde unos días antes de la operación le prescribirán un ansiolítico. Y, sobre todo en las cirugías importantes, la víspera del ingreso se le da un tranquilizante y un protector gástrico, porque el estrés suele derivar en una hipersecreción que afecta al estómago», añade.
El papel de los psicólogos
Junto a cirujanos, anestesistas y enfermeros, los psicólogos y psiquiatras podrían tener un papel fundamental en la preparación de los pacientes que van a ser operados. Pero el sistema sanitario los excluye de esta tarea. María Ángeles Hernández, psicóloga de la Asociación Española Contra el Cáncer, resalta que, además de las incertidumbres directamente relacionadas con la operación, muchas personas están estresadas por factores externos que no tienen nada que ver con su salud: ¿Quién organiza la casa mientras yo estoy aquí?, ¿Qué pasará con mi trabajo?…
Para esta psicóloga es importante que el paciente conozca los procedimientos médicos que se le van a aplicar, pero también las sensaciones que tendrá y algunos detalles prácticos sobre el contexto hospitalario. Incluso puede ser conveniente mostrarle el lugar de la operación: «Mucha gente no ha visto un quirófano en su vida. Tienen una idea del quirófano, del instrumental, de las batas verdes que es completamente mística».
En la preparación psicológica para una intervención se pueden utilizar procedimientos de relajación, técnicas de sensibilización para ayudar a la persona a enfrentarse a las cosas que más teme y técnicas para que vea los aspectos positivos de la cirugía, cuyo objetivo, al fin y al cabo, es curar la enfermedad. El psiquiatra argentino Eduardo Giacomantone y el cirujano Alberto Mejía señalan en un trabajo conjunto sobre «Estrés quirúrgico y ansiedad», que en el periodo preoperatorio «cierto nivel de ansiedad es normal y deseable», ya que indica que el paciente tiene una visión realista del peligro objetivo que representa la cirugía y trata de adaptarse a la situación.
Recuperación problemática
Según estos autores, las personas con un estrés excesivo antes de una intervención «presentan mayores dificultades en su evolución clínico-quirúrgica». Entre ellas, problemas psíquicos -ansiedad, insomnio o agresividad-, problemas en la relación médico-paciente, convalecencia prolongada, mal control del dolor con analgésicos, actitudes inadecuadas en el cuidado de la enfermedad o complicaciones orgánicas.
Estos especialistas recomiendan que el cirujano, durante la evaluación prequirúrgica o el día del ingreso, dedique un tiempo a una charla informal con el paciente y le estimule a contar lo que piensa o teme de la operación.
Síntomas que pueden alertar de la presencia de un cuadro de ansiedad preoperatoria son insomnio, pesadillas, cefaleas tensionales, náuseas, dispepsias, sensación de ahogo u opresión en el pecho… Otro signo podrían ser los reiterados aplazamientos de la operación motivados «por el temor o por trastornos somáticos como reacciones alérgicas o resfriados, por ejemplo».