Los efectos nocivos de la exposición solar sobre la piel pueden agravarse como consecuencia del cambio climático. La Academia Española de Dermatología y Venereología advierte de un desacostumbrado aumento de los cánceres cutáneos entre la población e insiste en la necesidad de seguir unas normas básicas de prevención en la época estival.
Imagen: Carina S
Los carcinomas vasocelulares y epidermoides, junto a los melanomas, han pasado a convertirse en los tumores malignos más comunes que afectan al ser humano. Su incidencia crece progresivamente y los expertos hablan ya de «dimensiones epidémicas». A pesar de que la palabra «cáncer» asusta, las campañas destinadas a erradicar hábitos tan cancerígenos como el tabaquismo no se sabe si triunfan tanto por su empatía comunicativa como por el miedo que suscita la enfermedad oncológica.
Sin embargo, los cánceres de piel son los únicos tumores malignos cuya incidencia no desciende a pesar de las campañas de información en prensa escrita, radio y televisión que cada verano alertan sobre los peligros del sol y la necesidad de protegerse con filtros solares. El buen tiempo invita a una vida al aire libre, que también se interpreta como signo de salud y de vitalidad. Los días son más largos y la exposición a los rayos solares es la tónica durante fines de semana, vacaciones o momentos de asueto.
Pero el confortable calor de los rayos del sol, incluso el beneficio que proporciona su incidencia, al otorgar brillo y color a la piel o culminar la síntesis de la vitamina D almacenada en los tejidos grasos, se ven contrarrestados por lesiones cancerígenas que guardan una estrecha relación con el tiempo de exposición a los rayos ultravioletas.
Cambio climático y capa de ozono
El cambio climático tiene como consecuencia más días soleados, mayor temperatura y más casos de cáncer cutáneo
En rigor, la sensibilidad medioambiental no sólo atañe a la conservación de espacios y especies, sino también a la salud humana. El deterioro de la capa de ozono da lugar a un mayor énfasis de la radiación ultravioleta que tenía en esta capa un filtro atmosférico natural. Las emisiones de rayos ultravioleta son, así, más intensas y más dañinas para la piel. Por otro lado, el cambio climático tiene como consecuencia por estos pagos una mayor frecuencia de días soleados al año, una mayor temperatura y más casos de cáncer cutáneo.
Se calcula que la temperatura media en EE.UU. ha subido 2,5º C en lo que llevamos de siglo, y que la incidencia del cáncer de piel en aquel país se eleva a un millón de casos nuevos por año. Aunque en España la cifra no es tan alta, la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) alerta sobre un ritmo de crecimiento igualmente preocupante.
Cremas y filtros
En la bibliografía dermatológica se describe hoy al carcinoma vasocelular como el tumor más relevante en EE.UU., acaparando el 80% de todos los cánceres de piel. La relación que guarda frente al carcinoma epidermoides es de tres a uno, y resulta mucho más frecuente en hombres que en mujeres (se dice que es debido a que las féminas tienen una mejor práctica en la protección de su piel mediante cremas y filtros). Pero algo está cambiando.
En los últimos años el carcinoma epidermoides está multiplicando por 2,6 su incidencia en hombres, y por 3,1 esa misma incidencia en mujeres. En Europa, además, si el carcinoma vasocelular ha ampliado su tasa anual en un 20%, el epidermoides lo ha hecho en un 93%.Volviendo a las estadísticas de EE.UU, en aquel país se producen al año 28.420 muertes relacionadas con nuevos casos de melanoma.
Trasplantados, a la sombra
Recientemente, los expertos han relacionado el riesgo de cáncer de piel con los estados inmunodeprimidos. En España, que es de los países del mundo con mayores cifras de pacientes trasplantados -y, en consecuencia, con compromiso inmunológico-, la aparición de cáncer de piel pasaría por un riesgo mucho mayor. La AEDV subraya que el cáncer de piel afecta 250 veces más a pacientes trasplantados que al resto de la población española, debido a que el uso de inmunosupresores -por parte de estos pacientes- produce mayor sensibilidad en la piel hacia los rayos UVA, que dañan el ADN a través de mutaciones de tipo oxidativo y degeneran en patologías que se manifiestan progresivamente tras la cuarta década de vida.
Por si el riesgo planteado fuera poco, los dermatólogos se echan las manos a la cabeza cuando oyen hablar de métodos cosméticos de bronceado mediante dispositivos de rayos UVA, que permiten lucir un moreno envidiable fuera de temporada solar pero que, al mismo tiempo, pueden provocar efectos indeseables. En resumidas cuentas, que el sol no es malo sino bueno -sin él no existiría la vida-, pero no menos peligroso.
La Academia Española de Dermatología y Venereología aboga, de cara al verano, por prevenir los cánceres de piel acogiéndonos a estos siete preceptos:
- Evitar la exposición al sol en las horas centrales del día (entre las 12:00 horas y las 16:00 horas).
- Utilizar barreras físicas para que el sol no llegue a la piel (sombrillas, sombreros de ala ancha, camisetas, calzado).
- Aplicar fotoprotectores solares con filtros UVA y UVB adecuados al fototipo de cada persona.
- Usar gafas de sol que absorban el cien por cien de los rayos UVA.
- Adecuar las medidas al lugar donde uno se encuentre (en la montaña el riesgo es aún mayor que en la playa).
- Beber abundante agua para evitar la deshidratación.
- Protegerse también en días nublados.