Una proteína del mosquito hembra «Anopheles gambiae», que transmite la malaria, se activa cuando detecta la presencia de un determinado componente del sudor humano.
Este descubrimiento da por fin una explicación a la activación de los nervios que se localizan en las antenas del mosquito «Anopheles gambiae», aunque sea a centenares de metros. Un equipo de investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, es el responsable de la respuesta sobre el comportamiento del mosquito hembra en un trabajo que publica la última edición de la revista «Nature». «Es la primera vez que un determinado receptor químico nos muestra una respuesta a un olor concreto del sudor humano», afirma John Carlson, del departamento de biología molecular de esta universidad norteamericana.
El hallazgo abre la puerta a la posible producción de repelentes y de sistemas que atrapen al peligroso insecto. El fin último sería reducir la incidencia de la malaria principalmente en las zonas tropicales del planeta y, específicamente, en África, donde se concentra el 90% de los fallecimientos, en su mayor parte en la población infantil y adolescente.
Los autores del estudio llegaron a esta conclusión diseñando células nerviosas a partir de la mosca de la fruta (Drosófila) para así hacer manifestarse a la proteína Ag0r1, la que impulsa al mosquito hembra a picar en la piel del ser humano. Los investigadores norteamericanos hallaron que las células que provocan la reacción de esta proteína son activadas, casi exclusivamente, por metilfenol-4, uno de los componentes que provocan olores en el sudor humano y, por lo tanto, responsable del «efecto llamada» sobre el mosquito hembra «Anopheles gambiae», principal portador del parásito de la malaria, «Plasmodium falciparum».
A finales de 2002 se produjo la secuenciación del código genético del agente causal y del «Anopheles gambiae», lo que abría el camino hacia la consecución de vacunas de ADN altamente eficaces y, al mismo tiempo, la posibilidad de encontrar medicamentos para combatir la enfermedad. Un dato relevante es que de los 1.223 medicamentos que se aprobaron entre 1975 y 1996, sólo tres eran antimalaria, lo que ha llevado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) a pedir repetidamente a los gobiernos occidentales mayores esfuerzos en la investigación de la malaria.