El TDAH afecta a uno de cada cuatro niños en edad escolar. Se trata de una patología que, de no ser abordada a tiempo ni tratada de forma adecuada en la niñez, puede tener consecuencias irreversibles en la adolescencia y en la madurez. A esta conclusión han llegado los ponentes del Congreso de la Sociedad Española de Medicina del Adolescente, en el que han participado médicos y educadores para analizar las complicaciones y valorar las opciones de diagnóstico precoz.
Los síntomas de la enfermedad, según Javier Correas, psiquiatra del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, suelen mantenerse en la mayor parte de los afectados con el paso de los años. La prolongación de la enfermedad sin tratamiento puede dar lugar a que el afectado sufra otras patologías como depresiones, en un 30 % de los casos, o ansiedad, en un 35%, y abuso de sustancias como las drogas y el alcohol. El riesgo de caer en este tipo de adicciones en los afectados se multiplica por cuatro si se compara con una persona que no padece el TDAH.
De acuerdo con los protocolos, la terapia psicológica y la prescripción de psicoestimulantes es la mejor forma de abordar el trastorno. No se conocen evidencias científicas que indiquen efectos secundarios más allá de la reducción del apetito, el aumento del sueño y ocasionalmente dolores de cabeza y estómago que pueden producirse al comienzo del tratamiento.
Por otro lado, Inés Hidalgo, pediatra del Centro de Salud Barrio del Pilar y José Casas, pediatra del Hospital del La Paz, de Madrid, han coincidido al señalar la importancia de comprender el cambio físico y psicológico que se produce en la adolescencia. Es en esta etapa cuando se incrementa el deseo de probar cosas nuevas, que junto a situaciones de confusión e inestabilidad psicológica, incrementa el riesgo de sufrir accidentes de tráfico o de caer en las adicciones producidas por esa impulsividad. Esto ocurre en especial en los jóvenes hiperactivos, que tienen más posibilidades a causa de los desórdenes propios de su trastorno.