Una de cada cuatro personas padecerá un trastorno mental a lo largo de su vida, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En nuestro entorno, no resulta complicado conocer a un adulto que sufra depresión, a un joven con ansiedad o a un niño diagnosticado de TDA. Acudir a un especialista para tratar alguno de estos u otros problemas va dejando de ser un tabú, aunque no ha desaparecido la estigmatización de los pacientes. ¿Por qué vamos al psicólogo? En las siguientes líneas lo abordamos.
Ya lo manifiesta de la Organización Mundial de la Salud en su Constitución: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Tienes salud si no te duele ni por asomo la espalda y ni un resfriado te ha llevado al médico este invierno. Pero también si, además, gozas de buena salud mental: disfrutas de un estado de bienestar en el que eres consciente de tus capacidades y puedes hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar y contribuir a tu entorno social. ¿Siempre? Afirmarlo con rotundidad cuesta.
Lo vemos en la última Encuesta Nacional de Salud (ENSE 2017). Los españoles presumimos de buena salud. Así lo siente el 74 % de la población. Sin embargo, una de cada 10 personas de más de 15 años reconoce haber sido diagnosticada de algún problema de salud mental. En el listado de las enfermedades o problemas de salud más frecuentes están la ansiedad crónica (6,74 %) y la depresión (6,68 %). Y en niños hasta los 14 años, la prevalencia de trastornos de la conducta (incluyendo hiperactividad) es de 1,8 %, mientras que la de trastornos mentales (depresión, ansiedad) alcanza el 0,6 %. Además, según el ESEMeD-España, el estudio epidemiológico más reciente (2006) sobre trastornos mentales, estos afectan al 19,5 % de la población.
Todos estos números van en una dirección: los problemas de salud mental tienen una incidencia cada vez mayor en la sociedad. Aun así, en nuestro país la Estrategia en Salud Mental lleva caducada desde 2013 -este año parece que verá la luz una nueva- y «todavía hay un fuerte estigma en cuanto a acudir al psicólogo o psiquiatra para tratarlos», reconoce José Luis Méndez Flores, responsable del Servicio de Información de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA, formada por más de 300 asociaciones de personas con enfermedad mental, sus familiares y allegados. «Debemos normalizar este tipo de citas y cuando detectemos un problema de salud mental en nuestra vida, acudir a profesionales de referencia», señala.
Qué nos lleva a la consulta del psicólogo
Un 5,4 % de la población va al psicólogo, psicoterapeuta o psiquiatra. Lo hacen más mujeres (6,1 % ) que hombres (4,6 %). Y antes, pasan por el centro de salud para contarle al médico de familia, o el pediatra, lo que les ocurre o les sucede a sus hijos. Van más de dos tercios de las personas con problemas emocionales, de estrés, ansiedad, depresión o somatizaciones y la mitad de ellas presenta síntomas compatibles con el diagnóstico de un trastorno de este tipo, como avanza el ensayo clínico PsicAP (Psicología en Atención Primaria). «Este profesional tiene criterios para derivar al psicólogo los casos donde exista la hipótesis de que son aspectos psicógenos los que están en la base de la manifestación y la creación de un malestar», sostiene Pedro Rodríguez, psicólogo clínico del Colegio de Psicólogos de Madrid.Pero no solo al psicólogo. Según el caso, podría ser tratado por un psiquiatra. Como recuerda Méndez Flores, acudimos al psicólogo «cuando no encontramos las herramientas necesarias para superar dificultades o hechos más o menos traumáticos a los que nos enfrentamos», como la pérdida de un ser querido, separaciones, problemas en el entorno laboral, etc. Y el psiquiatra aborda los trastornos mentales considerados más graves y comunes, como el trastorno bipolar o la esquizofrenia.
¿Dónde? Por el sistema público de salud es una opción válida, a pesar de las listas de espera. Y es que en España hay cuatro psicólogos por 100.000 habitantes, mientras que en el entorno europeo, 18. Aunque un profesional de prestigio en la oferta privada también tendrá una larga lista. La telepsicología (consulta por Internet) constituye otra alternativa en auge, más acorde como asesoramiento o consejo, a través de chats o webinars (microconferiencias online), programas y aplicaciones para el ordenador y el móvil o la realidad virtual.
Atención a niños, jóvenes y mayores
Especialmente importante es atender a los niños y jóvenes, colectivos para los que los expertos echan en falta personal y recursos especializados. «Merece la pena invertir en ellos, pues así hacemos prevención: en muchos casos evitaremos la prevalencia y la permanencia del problema», comenta Rodríguez. Y es que los problemas de salud mental se desarrollan temprano: el 50 % de ellos comienzan antes de los 15 años y el 75 %, antes de los 18. Y, en muchas ocasiones, «se consideran problemas de carácter, de educación, y se culpabiliza a las familias, lo que impide un adecuado diagnóstico adecuado», advierte el miembro de la Confederación SALUD MENTAL ESPAÑA.Los niños pueden tener problemas propios del desarrollo, de las relaciones con los amigos, acoso escolar… y no están exentos de depresión, ansiedad, trastornos del espectro autista o psicosis. Los jóvenes se enfrentan a diario a muchos factores (violencia en el hogar, en la escuela, violencia de género, acoso, obsesión por su imagen, etc.) que pueden desarrollar problemas de conducta, dificultades emocionales, trastornos de personalidad, depresión, trastorno por déficit de atención (TDA) con y sin hiperactividad, etc.
El de los mayores también es un sector vulnerable. La falta de salud física, la escasez de recursos económicos y la carencia de apoyo social hacen que con frecuencia aparezcan trastornos afectivos en el estado del ánimo (decaimiento, tristeza, depresión…) Dar con soluciones psicosociales podría mejorar su situación.
Atento ante estos signos… (y busca ayuda profesional)
La predisposición genética a tener un trastorno mental influye, como también estos factores desencadenantes: abuso de sustancias farmacológicas, el alcohol y las drogas, el estrés, una vida familiar disfuncional, situaciones de exclusión social, situaciones de abusos, las situaciones sobrevenidas, malos hábitos nutricionales y las expectativas culturales y/o sociales.¿Qué síntomas alertan de su desarrollo? Un progresivo aislamiento y desinterés por las personas del entorno y por las actividades que desarrollabas habitualmente, dificultades en la memoria, el pensamiento y en la articulación del lenguaje, apatía, sensación de irrealidad, cambios sentimentales intensos, sueño exagerado, modificaciones en el apetito y disminución del cuidado de la higiene.