La pandemia de la covid-19 ha provocado un cansancio mental entre la población que, lejos de remitir, va a más según pasa el tiempo. Tantos meses de sometimiento al virus ha hecho que buena parte de la ciudadanía baje la guardia ante las políticas de protección y prevención de la enfermedad. Es lo que se conoce como “fatiga pandémica”, un concepto avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que puede tener graves consecuencias tanto para la salud individual como colectiva, como contamos a continuación. Pero los expertos coinciden en que la única solución pasa por cumplir con las recomendaciones de las autoridades sanitarias, aunque cada vez nos cueste más.
Síntomas de la fatiga pandémica
La irrupción de la covid-19 ha cambiado nuestro día a día y ha afectado de pleno a los esquemas mentales de la población. Desde hace nueve meses convivimos con un virus invisible y peligroso, que ha acabado con la vida de más de un millón de personas en todo el mundo. Además de este riesgo real para la salud, la pandemia ha traído consigo modificaciones de hábitos (uso de mascarillas y de geles hidroalcohólicos, distancia social…), restricciones (de movilidad, confinamiento domiciliario, aforos y horarios restringidos, teletrabajo) y pérdidas (fallecimientos, de empleo…). Una situación nueva e inesperada que, además, cambia de manera constante según evoluciona el virus, lo que complica mucho la planificación de nuestra rutina y ocio.
Esta incertidumbre ha supuesto un impacto directo en la salud de gran parte de la población en forma de insomnio, estrés, irritabilidad, tristeza, ansiedad, desconfianza, frustración… A esto se suma otra peligrosa consecuencia, que la OMS define como “fatiga pandémica”. Esto es, la “desmotivación para seguir las recomendaciones de protección y prevención que aumenta con el tiempo».
La Comisión Europea (CE) estima que alrededor del 60 % de la población de la UE experimenta esta fatiga, relacionada con el cansancio de la gente a tomar las medidas de precaución necesarias, entre ellas el distanciamiento físico y la reducción de las interacciones sociales. “Esto hace que las restricciones esenciales sean más difíciles de aplicar y constituye un terreno fértil para la desinformación sobre la pandemia”, indica la CE en su documento ‘Mantenerse a salvo de la COVID-19 durante el invierno‘. Para evitarlo, la Comisión Europea insta a los Estados miembros a que reconozcan las graves repercusiones de la fatiga pandémica y adopten estrategias para combatirla, ya que este hartazgo y cansancio emocional puede hacer que bajemos la guardia contra el SARS-CoV-2, con todo el peligro que ello supone.
Conductas de riesgo de la fatiga pandémica
“La desafección, el descrédito, la desconfianza y la fatiga mental devienen con facilidad en comportamientos laxos, individualistas, poco reflexionados y marcadamente emocionales. Ahí encontramos un foco de riesgo singular que hemos de tratar de evitar a nivel personal y como colectivo. La fatiga pandémica crea emociones y conductas que lastran lo recomendado por las autoridades sanitarias”, admite el psicólogo José Antonio Luengo.
Imagen: Gustavo Fring
Las autoridades sanitarias coinciden en que es imprescindible comunicar con claridad a los ciudadanos por qué se adoptan las diferentes medidas, las consecuencias que supone su incumplimiento, cómo y cuándo pueden levantarse, y vincularlas al valor que tiene la vida y la salud de la población. Solo así se puede crear y mantener una conciencia colectiva respecto al único camino correcto, que pasa por asumir las normas.
Los psicólogos reconocen que la solución no es sencilla, ya que después de tantos meses, esta fatiga hace mella. “Observamos que se agotan las fuerzas debido a este entorno de inseguridad e incertidumbre. Es fundamental no bajar la guardia y saber interpretar los primeros síntomas de un proceso que al principio es algo natural, pero que una vez asentado, puede generar la aparición de sintomatología más preocupante”, añade Luengo.
La llegada inminente de la vacuna contra la covid-19 puede traer consigo la paradoja de que, precisamente por ver que el principio del fin está más cerca, muchos ciudadanos se relajen. Un error que puede costar vidas. “La situación depende de nosotros mismos. Ser honestos y cumplir con las recomendaciones es ahora, más que nunca, nuestra principal responsabilidad. Ir ‘partido a partido’, manejando los tiempos y comunicándonos en estas claves con quienes convivimos, es la mejor manera de que las emociones que afloren nos permitan encontrar la forma de conducta más razonable, constructiva y saludable”, incide este especialista.
Estrategias contra la fatiga pandémica
En un artículo reciente en la revista The Lancet, el médico Richard Horton sostiene que la única manera de superar la pandemia pasa por entenderla como una sindemia, “una tormenta perfecta en la que lo sanitario y lo social se entrecruzan y construyen una situación especialmente compleja”.
A partir de esta premisa, expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) proponen una serie de estrategias individuales y psicosociales que, sumadas a las políticas sociales y sanitarias, pueden ayudar a combatir la fatiga pandémica. Las principales son las siguientes:
- Afrontar el hecho de que la pandemia no es un paréntesis. Aunque parezca negativo, esto nos permite hacer nuevos planes ajustados a las posibilidades actuales, “pero más orientados a la resonancia —conectar con nuestros deseos y ganas— que a la aceleración —producir y rendir sin obstáculos—”, sostiene el profesor José Ramón Ubieto.
- Recuperar el control de proyectos aplazados con otras perspectivas, no de continuidad, sino de cierta ruptura con lo anterior.
- Centrarse en lo esencial y mantener los vínculos emocionales con los seres cercanos y queridos. Aquí las nuevas tecnologías, como las apps y programas de videollamadas, pueden jugar un papel muy positivo, siempre que nos recuerde la presencia, que la evoque sin sustituirla.
- Permitirse el tiempo improductivo, con amigos, en familia o en solitario.
- Reducir el riesgo de exposición de determinadas personas y colectivos.
- Políticas de apoyo a las cuarentenas para reducir la vulnerabilidad de determinados grupos.
- Mejora de la comunicación del riesgo y que sea consistente, para no fomentar desconfianza entre la población. También conviene evitar una gestión muy centrada en el miedo y la obediencia. “A largo plazo, se ha demostrado que no solo es menos efectiva, sino que tiene unos costes emocionales y sociales importantes. No se ha prestado suficiente atención a lo que implica vivir con incertidumbre durante bastante tiempo, y ahí hay toda un área de trabajo que afrontar”, señala el profesor de la UOC Israel Rodríguez.