Cada día, 767 personas son diagnosticadas de cáncer en España y, para finales año, se habrán detectado alrededor de 280.100 nuevos casos. Es la estimación de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que calcula que para 2040 se producirá un incremento de la incidencia hasta alcanzar los 341.000 casos al año. Hasta aquí las malas noticias.
Aunque es una realidad que el cáncer no da tregua, ya que su incidencia aumenta anualmente en todo el mundo, hay datos para la esperanza: cada año mueren menos personas a causa de esta enfermedad. La mortalidad ha experimentado un fuerte descenso y, en la actualidad, las personas que lo padecen tienen una supervivencia a los cinco años del diagnóstico dos veces superior que aquellos que lo sufrieron hace 40 años.
Desde hace dos décadas la cifra de pacientes que superan el cáncer se ha ido incrementando cada año paralelamente al avance de la investigación, con la medicina de precisión como una de las innovaciones que más ha revolucionado la oncología. Poder establecer un tratamiento de forma personalizada en función de las características específicas de cada tumor ha hecho posible que hoy estemos cada vez más cerca de conseguir que esta enfermedad se convierta en una patología prevenible, curable o crónica.
Fármacos más específicos para tratar el cáncer
Este hito hay que atribuirlo en su mayor parte a lo mucho que en los últimos 20 años se ha avanzado en el conocimiento de las mutaciones que causan el cáncer. Los especialistas saben ahora con más precisión cómo se comportan determinados tumores, algo esencial para acabar con ellos. Al identificar qué alteración específica tiene el tumor, los oncólogos contarán con una información muy relevante de cómo se comporta, para después buscar un tratamiento dirigido que haga frente a esa mutación. Ya no se trata a todos los pacientes por igual, y con esa base nacen, se desarrollan y se implementan los nuevos tratamientos.
“Con cirugía, radioterapia y medicamentos hoy en día curamos 60 de cada 100 cánceres que se diagnostican, una cifra muy esperanzadora, sobre todo si lo comparamos con el 40 % que éramos capaz de curar hace 30 años”, explica Fernando Rivera, jefe de Oncología del Hospital Marqués de Valdecilla (Santander). El objetivo de cualquier oncólogo es curar a todos los diagnosticados, pero por desgracia aún existe un 40 % de ellos que no se curan por completo.
Pero que no desaparezca el cáncer no quiere decir que vayan a fallecer. “La inmensa mayoría de los que no se curan es porque tienen metástasis, es decir, cuando se diagnostica el tumor ya se ha extendido por otros órganos, a veces demasiados. Aunque no logramos curarles, sí conseguimos controlarlo en muchas ocasiones y que estas personas logren vivir más años conviviendo con el tumor”, indica Rivera.
La esperanza para ese 40 % de cánceres que no se logran erradicar está en los nuevos fármacos, medicamentos que están viviendo una revolución tan impresionante que solo es comparable al gran avance que significó la llegada de los antibióticos. Antes de los años cuarenta, cualquier corte que se infectara podía ocasionar la muerte, algo que cambió radicalmente con la llegada de estos fármacos.
El oncólogo del Marqués de Valdecilla asegura que en lo que respecta a los medicamentos contra el cáncer estamos inmersos en un cambio parecido. “Con los nuevos fármacos ahora actuamos únicamente en la célula tumoral, sin afectar a la célula sana. Son medicamentos mucho más específicos que la quimioterapia tradicional, que aportaba al paciente mucha toxicidad. Ahora identificamos qué está alterado exactamente en ese tumor y buscamos un fármaco adecuado para esa alteración en concreto”, relata Fernando Rivera.
➡️ Acceso temprano a los ensayos clínicos de medicamentos
Cada día aparecen nuevos fármacos y aún tienen que desarrollarse muchos más, ya que ahora mismo en España se están llevando a cabo cientos de ensayos clínicos de medicamentos para tratar el cáncer. En concreto, el Registro Español de Estudios Clínicos (REEC), que coordina la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), cerró 2021 con 997 nuevos ensayos clínicos y 4 de cada 10 se centran exclusivamente en algún tipo de cáncer.
Rivera confirma que somos uno de los países más potentes de Europa en cuanto a la realización de ensayos clínicos y tener un acceso temprano a un tratamiento innovador es siempre una oportunidad para el paciente. “Llevar a cabo ensayos clínicos en el hospital y poder participar en ellos es fundamental. Si tienes un ensayo que ofrecer al paciente le estaremos adelantando el acceso a ese tratamiento de 5 a 10 años, que puede ser lo que tarde en autorizarse. Muchas veces, cuando otros tratamientos han fracasado, significa la supervivencia”, explica el oncólogo.
Objetivo: atacar al cáncer de páncreas
Los oncólogos manejan la base de datos European Cancer Information System (ECIS), en la que cada tipo de cáncer está clasificado por su gravedad. Su información se va actualizando cada poco tiempo y en ella aparecen los casos diagnosticados por países, agrupados por estadios —tanto los que se han detectado precozmente como los que se han descubierto en estado muy avanzado— y que revela cuántos de esos pacientes han sobrevivido a los cinco años de haber sido diagnosticados. Por ello se sabe que:
- el 90 % de todos los pacientes con cáncer de mama que se diagnostican (incluyendo todos los estadios) se cura a los cinco años, una cifra que se incrementa hasta casi el 100 % si contamos solo los casos que se descubren de forma precoz.
- el 50 % de los diagnosticados con cáncer colorrectal vive a los cinco años.
- entre un 10-15 % de los enfermos de cáncer de pulmón también sobrevive al lustro.
- solo vive cinco años después un 7 % de los de cáncer de páncreas.
“Ahora mismo el peor cáncer es el de páncreas, ya que solo 7 de cada 100 personas sobrevive, pero también es cierto que un buen día puede aparecer un tratamiento que cambie el panorama. Esto es algo que ya ha ocurrido con otros tumores que éramos incapaces de controlar y, sin embargo, con la aparición de nuevos tratamientos ahora los manejamos fácilmente. Sin ir más lejos, hace 30 años los tumores germinales (como los de ovario o testículos) tenían muy mal pronóstico y hoy en día se curan en un 95 % de los casos”, relata el jefe de Oncología del hospital cántabro. Y no estamos tan lejos de conseguir que ese mal pronóstico del cáncer de páncreas mejore.
En la actualidad, la comunidad científica se encuentra inmersa en el estudio de las mutaciones KRAS (Kirsten Rat Sarcoma Viral Oncogenes), una proteína mutada que está implicada en el 25 % de todos los cánceres y en un 95 % en el de páncreas. Conseguir atacar directamente a las células con estas mutaciones significará la cura de esta enfermedad, de ahí que el interés científico por este tipo de tumor sea muy grande.
“Ya hay grandes avances al respecto y estudios clínicos en curso con fármacos anti-KRAS que han dado resultados muy prometedores, por lo que en cualquier momento puede salir una familia de medicamentos muy efectivos que cambiaría la tasa de supervivencia del cáncer de páncreas. No hay que olvidar que una célula tumoral es una célula rebelde, que prolifera y no hace caso y que termina generando un tumor. Si conseguimos dar con el punto débil de esta célula, el medicamento acabará con ella”, sentencia el especialista.
Nanopartículas para un tratamiento más eficaz
Aún en proceso de investigación, pero muy avanzado, están las nanopartículas. Esta tecnología consiste en introducir en el organismo pequeñas nanocápsulas encargadas de transportar los fármacos a una determinada parte del cuerpo y liberarlos de forma programada, lo que ayuda a que sean aún más efectivos.
“Muchos medicamentos antitumorales provocan importantes efectos secundarios si se administran sistémicamente. Transportarlos y liberarlos solo en la zona del tumor permitiría reducir la dosis de administración, ya que estos compuestos se liberarán solo en el tumor, lo que evita en gran medida la toxicidad que produce tanto malestar”, explica Domingo Barber, investigador del Centro Nacional de Biotecnología.
Los fármacos, una vez dentro del organismo, trabajan en varios niveles:
- Actúan directamente contra el tumor. Impiden su crecimiento y división, reducen su capacidad de invasión, inducen la muerte de las células tumorales o hacen que estas sigan siendo reconocidas por nuestro sistema inmunitario.
- Activan la respuesta inmune antitumoral de las células del sistema inmunológico que se infiltran en el tumor para intentar eliminarlo.
- Impiden que el tumor induzca la formación de nuevos vasos sanguíneos que le ayudarían a disponer de mayores nutrientes para su crecimiento.
¿Y cómo se eliminan esas nanopartículas? Las que no se quedan en la zona del tumor siguen circulando por la sangre y son retenidas por los macrófagos de los órganos (células de detención que están en los órganos y que se encargan de filtrar o destruir bacterias u otros microorganismos dañinos).
“En nuestro laboratorio trabajamos con nanopartículas de óxido de hierro, ya que en el organismo existen mecanismos para gestionar los niveles de este mineral. De hecho, hemos estudiado en ratones la degradación de estas nanopartículas tras su administración en dosis similares a las usadas en un tratamiento antitumoral y hemos visto que, tras unos meses, todas las nanopartículas acaban captadas por macrófagos en el bazo y el hígado, en donde terminan degradándose e incorporándose al metabolismo del hierro en forma de ferritina”, relata Barber.
Inmunoterapia: la gran revolución contra el cáncer
Usar el sistema inmunitario para combatir el cáncer. En eso de basa la inmunoterapia, que incluye diferentes tratamientos con la administración de medicamentos vía oral, intravenosa o por la piel (en los casos de cáncer de piel), y que ha conseguido resultados espectaculares en algunos enfermos.
Del mismo modo que combate una gripe o un herpes, nuestro sistema inmunológico está diseñado para destruir células cancerosas. En realidad, lo está haciendo constantemente. Antes de que causen la enfermedad, los linfocitos T y las células Natural Killer se encargan de coordinar la respuesta inmune para acabar con esas células cancerosas y evitar que deriven en un tumor maligno, aunque a veces estas consiguen pasar nuestras defensas.
Partiendo de esa capacidad innata de nuestro cuerpo, la investigación ha desarrollado varias técnicas que se centran en la estimulación de los linfocitos para que actúen de forma más eficaz. “La inmunoterapia no ha hecho nada más que empezar y ya está curando lo que antes era incurable. Un ejemplo es el gran resultado que ha tenido en tumores hematológicos (cánceres de la sangre, como la leucemia o el linfoma), pero aún tiene mucho potencial que mostrar y en ello están los investigadores. La proyección es enorme”, explica Fernando Rivera.
✅ Inmunoterapia CART
Esta técnica, la más sofisticada, consiste en extraer muestras de células inmunitarias del paciente (linfocitos T) y cultivarlas en el laboratorio en grandes cantidades. Allí se les añade el gen de un receptor especial llamado CAR, que ayuda a los linfocitos a unirse a las superficies de las células cancerosas. Cuando se tienen los niveles adecuados (entre las dos y ocho semanas), se devuelven estas células al cuerpo a través de una transfusión.
Esta terapia ha tenido resultados espectaculares en algunos tipos de cáncer de sangre, pero la investigación continúa. El pasado mes de febrero se publicó en la revista Nature el estudio de seguimiento durante 10 años a dos de los primeros pacientes enfermos de leucemia que se sometieron a este tratamiento. Después de ese tiempo, los linfocitos trasplantados de los dos pacientes se han ido reproduciendo y aún mantienen su capacidad para matar a las células cancerosas.
En España, un proyecto basado en inmunoterapia CART es IMAGINE (Implementing Magnetic targeting of nano-Guided ImmuNE cells), desarrollado por el Centro Nacional de Biotecnología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CNB-CSIC). Este proyecto consiste en introducir, a través de nanopartículas, imanes en el área del tumor para que, cuando se haga la transfusión de células (inmunoterapia CART), estas se adhieran de forma más eficiente. “Tras la administración de estas células, el imán hará que se retengan mejor y en mayor cantidad”, explica el investigador Domingo Barber.
✅ Terapia con inhibidores de puntos de control inmunitario
De forma natural, nuestro sistema inmunológico cuenta con unos mecanismos que se llaman puntos de control inmunitarios, que impiden que la respuesta inmune, ante una infección, sea tan fuerte que llegue a destruir las células sanas de nuestro cuerpo. Podemos decir que son un freno ante una virulenta respuesta de nuestro sistema inmunológico.
Con esta terapia, que ya está aprobada para el uso del cáncer de mama, de vejiga, estómago, hígado, colón o pulmón, entre otros, se administran al paciente unos medicamentos que bloquean estos mecanismos de manera que provocamos el efecto contrario: el sistema se sobreexcita para lograr combatir mejor el cáncer.
✅ Terapia con anticuerpos monoclonales
Estos anticuerpos los producimos de forma natural y se encargan de ayudar a los linfocitos a reconocer los antígenos de las superficies de los gérmenes. Esta terapia, que está aprobada y en uso, se basa en diseñar artificialmente estos anticuerpos e introducirlos en el cuerpo, para que se unan a los que producimos de forma natural, y reforzar de esta manera el mecanismo que ayuda a reconocer mejor a las células cancerosas (ya que algunas se camuflan muy bien) y destruirlas.
✅ Terapia con inmunomoduladores
En esta terapia, que se utiliza actualmente para tratar el cáncer, se administra un tipo de medicamentos que modulan la actividad de nuestro sistema inmunitario e incrementan la actividad de los linfocitos, intensificando la respuesta de las células inmunes para que la eficacia en combatir el cáncer sea mayor.
¿Las vacunas contra el cáncer son el siguiente paso?
Ya existe una vacuna contra un cáncer provocado por un virus, la del papiloma humano (VPH), que produce el cáncer de útero. Un estudio realizado en el Reino Unido señala que gracias a ella se han librado del cáncer 36.000 mujeres, y su incidencia en el país en la actualidad (desde la aplicación de la vacuna a las niñas entre 14 y 16 años) es un 87 % más baja. También la vacuna contra la hepatitis B ha ayudado a reducir el riego de desarrollar cáncer de hígado a las personas que padecen esta enfermedad crónica.
Pero no es tan fácil encontrar la vacuna para el resto de tipos de cáncer que no se producen por un virus. Es cierto que se están investigado y algunas se encuentra en estadios avanzados, pero todo indica que serán vacunas que se aplicarían después de haber tratado y curado un cáncer, como una manera de terminar de matar cualquier célula cancerosa que quede en el cuerpo y, además, se combinarían con otras terapias y fármacos.
“También hay otra línea de investigación que consistiría en una vacuna que se aplicaría a aquellas personas que tienen mayor riesgo de generar un determinado tipo de cáncer, pero esto es algo que de momento no ha producido grandes resultados”, indica Fernando Rivera.
Cirugía robótica: menos dolor y más precisa
La cirugía tiene un papel muy importante en la curación del cáncer y, en especial, la robótica. Esta técnica consiste en utilizar pequeñas herramientas instaladas en el brazo de un robot que el cirujano controla de forma digital (no necesita ni estar en la sala de operaciones). En esta cirugía se realizan pequeños cortes, frente a los más grandes de la cirugía tradicional, por lo que es mínimamente invasiva. Gracias al ordenador, el cirujano tiene una mejor visión de la zona, no hay temblor en las manos y más esterilización.
Este tipo de cirugía tiene algunas limitaciones, ya que solo se puede emplear en unos cuantos tumores. “Para que sea eficaz tiene que haber poca metástasis”, explica Fernando Rivera.
Pero, a pesar de esto, la innovación tecnológica en este tipo de operaciones ha supuesto un gran beneficio en la calidad de vida del paciente. La cirugía robótica ha permitido a los cirujanos extirpar tumores muy complejos, pero con la ventaja de que conlleva un tiempo de recuperación mucho menor, con menor estancia en el hospital y menos complicaciones (menos sangrados e infecciones).
Inteligencia artificial para detectar y tratar el cáncer
La Inteligencia Artificial (IA) ya se utiliza en el diagnóstico del cáncer, pero muy pronto también ayudará a ofrecer un mejor tratamiento a los casos más complicados como el cáncer de pulmón, que tiene muchas mutaciones. Esta disciplina es capaz de analizar a través de un conjunto de algoritmos grandes cantidades de datos correspondientes a miles de imágenes (resonancia, mamografía, ecografía o PET) de pacientes con un determinado tipo de tumor, lleva tiempo ayudando al radiólogo a identificar muchos tumores de forma precoz, lo que significa más probabilidades de curación.
Pero la investigación en Inteligencia Artificial aplicada al cáncer va más allá y, por ejemplo, actualmente se están desarrollando nuevos sistema con tecnología Deep learning (Aprendizaje profundo) que han mejorado los tradicionales algoritmos y que, en los últimos años, ha ayudado a detectar lesiones sospechosas de cáncer de mama, aumentando la detección y disminuyendo los falsos positivos y negativos. La radiogenómica es otra innovación de IA que, aplicada a las imágenes médicas, estudia la relación entre las características de esa imagen y la genética del tumor.
Prueba del futuro y el potencial que tiene la Inteligencia Artificial en la lucha contra el cáncer es que la Unión Europea acaba de aprobar el proyecto I3LUNG. Impulsado por varios hospitales europeos, su objetivo es crear una plataforma que analizará la información de miles de pacientes con cáncer de pulmón o ya recuperados para hacer frente a la complejidad que para los especialistas aún resulta encontrar el mejor tratamiento individualizado de este tipo de cáncer.
Cambiar de hábitos para reducir el riesgo
Toda esta innovación logrará curar un cáncer, pero es un error pensar que la enfermedad va a desaparecer. La ciencia nos ha facilitado las mejores armas para combatirlo y muchas más posibilidades de derrotarlo, pero por ahora los científicos no han anunciado que se vaya a erradicar.
Aun así, nosotros podemos hacer mucho para que no aparezca. No hay que olvidar que uno de cada tres casos de cáncer se puede prevenir con hábitos de vida saludable: no fumar, reducir el consumo de alcohol, hacer ejercicio, minimizar el consumo de alimentos procesados, eliminar las grasas trans y aumentar el consumo de fibra, fruta y verduras.
También es importante la detención temprana: vacunarse contra la hepatitis B y el papiloma humano, hacerse las exploraciones ginecológicas rutinarias y las pruebas de sangre en las heces para detectar el cáncer de colon.