La infancia es una etapa en la que somos especialmente vulnerables, al mismo tiempo que la más importante de nuestra vida, ya que es cuando se desarrolla el intelecto y la forma de ser de cada persona.
Diabetes tipo 1 y niños
En España, son unos 15.000 los menores de 17 años que están diagnosticados con diabetes tipo 1, también conocida como diabetes infantojuvenil, precisamente por la población a la que afecta. La enfermedad hace que el páncreas no pueda segregar insulina, debido a la destrucción de las células beta de este órgano, que se encargan de producirla. Y, por el momento, al contrario que la diabetes tipo 2, la diabetes tipo 1 no puede prevenirse.
Desde el debut, los niños con diabetes tipo 1 necesitan llevar un tratamiento diario de insulina subcutánea (bien sean inyecciones diarias o bombas de infusión continua) y monitorizar con regularidad sus niveles de glucosa en sangre. Y no menos importante es un estilo de vida saludable: hacer ejercicio habitualmente y mantener una dieta normocalórica, reducida en hidratos de carbono y rica en grasas insaturadas, es imprescindible para que el tratamiento funcione y el azúcar en sangre no se dispare.
Todo esto, de primeras, puede ser apabullante, no solo para el menor, sino también para la familia, que también se ve afectada por la patología, pues los niños, por ser muy pequeños en el momento del debut, no pueden ser autónomos en su gestión. Todo esto supone, además, un shock inicial para ambos. De ahí que recibir también apoyo emocional desde el principio es el primer paso que hay que dar para poder continuar óptimamente con el siguiente: la educación diabetológica.
La educación en diabetes es un pilar fundamental
Con una formación personalizada, individualizada, especializada y basada en la prevención de complicaciones, los niños pueden aprender a gestionar su patología. Este es uno de los principales objetivos por los que actúan las federaciones y asociaciones de pacientes miembro de la Federación Española de Diabetes (FEDE).
Y no es que esta educación sea recomendable, sino que es necesaria para que los niños tengan la educación sanitaria que les habilite para conocer su patología, saber cómo actuar en cada momento y poder prevenir complicaciones. Con unos hábitos saludables, nutricionales y deportivos, los más pequeños podrán ser autónomos e independientes. O lo que es lo mismo: si se cumplen estos factores, los niños podrán disfrutar de una calidad de vida como la de cualquier otra persona que no padezca diabetes.
Hoy en día, es en la educación diabetológica donde ponen el foco todas las asociaciones de pacientes: que cualquier persona (ya sea niño, adulto o anciano) conozca su patología no solo mejorará su estilo de vida, sino que también le ayudará a evitar complicaciones derivadas de la diabetes.
Por eso, las asociaciones están trabajando por formar a los niños de la manera más entretenida posible. Las actividades que realizan, aunque son educativas en diabetes, son fundamentalmente formativas, y son impartidas por profesionales sanitarios como pediatras endocrinólogos, enfermeras especializadas en diabetes infantil o dentistas.
Campamentos de verano para niños con diabetes
Pero lo que más éxito tiene entre los menores son los campamentos formativos. En las colonias veraniegas, los niños y niñas reciben la educación necesaria para poder gestionar su patología y prevenir complicaciones (algo que también se consigue en los cursos de educación diabetológica ya mencionados, organizados por las asociaciones). Pero sobre todo, se favorece la integración y el bienestar emocional, y se posibilitan espacios y actividades de ocio y tiempo libre, siempre con la diabetes como eje educativo.
Por otro lado, y no menos importante, tanto los campamentos como cualquier otra actividad formativa en diabetes para los niños, suponen un descanso emocional para los padres, que están plenamente implicados, y necesitan ver cómo sus hijos son capaces de llevar su patología de manera independiente y segura. Y esto solo se consigue a través de una correcta educación diabetológica.
Son muchas las posibilidades que se abren ante las familias de niños con diabetes, y la prioridad debe ser educar a los menores para que, desde bien pequeños, puedan controlar su patología de la mejor forma posible y, ante todo, puedan disfrutar de una vida plena, sin limitaciones, barreras o riesgos.