Carmen del Águila, parasitóloga de la Universidad San Pablo-CEU, se ha especializado en el estudio de un tipo de protozoo que empieza a cobrar importancia desde el punto de vista sanitario: los microsporidios. «Lo que no se busca, no se encuentra, y lo que no se encuentra, no existe», dice Del Águila con ironía. Se refiere a que las técnicas de detección de microsporidios disponibles hasta hace poco eran pocas y complejas, y eso, unido a que las infecciones parasitarias en general son las ‘enfermedades olvidadas’, en palabras de Del Álamo, ha hecho que las microsporidiosis sean en general dolencias poco estudiadas.
En uno de sus últimos trabajos, publicado en la revista Applied and environmental microbiology (Junio 2005), el grupo de Del Águila ha descubierto que un 30% de palomas muestreadas en parques públicos de Murcia son portadoras de microsporidios, una tasa inesperadamente alta. Además, estos investigadores identificaron por primera vez en las palomas microsporidios que infectan humanos. «Esto demuestra que puede haber infección entre palomas y humanos», dice Del Águila. «Consideramos este hallazgo de interés sanitario y medioambiental, porque los niños y los ancianos son los principales usuarios de los parques y son grupos de riesgo para microsporidiosis».
Porque pueden ser considerados reservorios. Es importante desde el punto de vista epidemiológico, porque son fuentes de infección para los humanos. Hasta hace poco se pensaba que el microsporidio humano más frecuente, el Enterocytozoon bieneusi, infectaba exclusivamente a los humanos. En 1985 nosotros describimos por primera vez este parásito en perros domésticos y también en conejos. Otros estudios los han identificado en terneros, cerdos y otros animales. El detectarlos ahora en palomas es relevante, por el contacto estrecho de estas aves con los humanos.
Lo que nos ha sorprendido es que haya tantas palomas infectadas, hasta un 30%. Pero ahora estamos ampliando el estudio a parques de Madrid y Alicante y vemos que, aunque las cifras no son iguales, obviamente, son similares.
Las vías de transmisión son la oral, respiratoria, sexual y ocular. Y en función de la vía de entrada el parásito se aloja en distintos órganos, aunque puede además migrar. En humanos la localización más frecuente es la intestinal, así que la vía de entrada más habitual es la oral; por ejemplo, un niño que juega en el parque con arena o agua, el parásito puede estar también en el agua, y se mete las manos en la boca. Del intestino a veces el parásito migra y da lugar a problemas renales y urinarios, entre otros. La vía respiratoria es menos frecuente, pero se da, igual que la vía ocular, cuando nos frotamos los ojos con las manos con el parásito.
El abanico es muy amplio. La infección puede ser asintomática en inmunocompetentes, pero causar la muerte en inmunodeprimidos.
La mayoría de casos se dan en inmunodeprimidos, pero sí, también se dan en inmunocompetentes. En estas personas los microsporidios suelen causar diarreas que se resuelven sin necesidad de tratamiento en tres o cuatro días.
Sí, desde luego, aunque no está muy estudiado y no se dispone de cifras.
«La principal medida higiénica para prevenir la infección en los niños es la de siempre, lavarse las manos después de jugar»
En absoluto. Veríamos muchos más síntomas.
El problema de este tipo de enfermedades es que son bastante desconocidas. Las enfermedades parasitarias son, dentro de las infecciosas, las ‘hermanas pobres’, las enfermedades olvidadas. No se les da mucha importancia en los planes de estudio, por ejemplo. Así que es raro que un pediatra, por ejemplo, se plantee que un niño tiene una microsporidiosis. Por eso es difícil tener cifras de incidencia real. Solo se dispone de estudios en población VIH-positiva. En este grupo de pacientes se ha visto que llegan ser los responsables de aproximadamente 10-50% de las diarreas crónicas de origen desconocido en diferentes países. En nuestro país nosotros los hemos encontrado en el 14% de los adultos VIH-positivos con diarrea crónica. Por otra parte, en otro estudio realizado en ancianos, los pudimos observar en el 18% de los que presentaban diarrea crónica.
Puede ocurrir, claro, pero no podemos saberlo. Para que se identifique el parásito hace falta que el especialista sospeche algo, para que solicite las pruebas específicas que permitan su identificación.
Algunos microsporidios sí tienen tratamiento, pero precisamente contra el Enterocytozoon bieneusi, el más frecuente en humanos, no hay un tratamiento que lo erradique.
Algunos ayuntamientos ya tienen un control de la población de palomas. Está muy bien que estén, pero no deberían sobrepasar unos límites.
Una de siempre, pero que a menudo se olvida: lavarse las manos después de jugar. No morderse las uñas, no meterse las manos en la boca. Tampoco se debería jugar con plumas, ni dar de comer a las palomas -así las ayudamos a proliferar-, ni correr detrás de ellas, espantándolas; en el polvo que levantan es donde están los parásitos.
Sí, se sabe hace tiempo que en las palomas hay bacterias y parásitos. Como digo, está muy bien que estén, pero ellas ahí, y nosotros aquí.
Los microsporidios son protozoos que parasitan todos los grupos animales. Se han identificado hasta el momento unos 144 géneros y 1.200 especies. De ellos, hay ocho géneros implicados en patologías humanas (Encephalitozoon, Enterocytozoon, Nosema,Vittaforma, Pleistophora,Trachipleistophora, Brachiola y Microporidium, que engloba a todas las especies de difícil clasificación. El microsporidio humano más frecuente es Enterocytozoon bieneusi, seguido de Encephalitozoon intestinales, E.hellem y E. cuniculi.
Estos protozoos se reproducen por esporas de entre un y cuatro milímetros. El pequeño tamaño, y la falta de métodos diagnósticos ‘fáciles’, han dificultado hasta ahora la detección de las infecciones por microsposidia, por lo que las cifras reales de incidencia de microsporidiosis no se conocen. No obstante, tras el desarrollo en los últimos años de métodos de tinción adecuados, se diagnostica cada vez con más frecuencia. Así, los microsporidios empiezan a asociarse no sólo con enfermos inmunodeprimidos, sino también con individuos sanos.