En la búsqueda de nuevos tratamientos para rejuvenecer la cara, un sector que ya mueve 1.000 millones de euros anuales en el mundo como el de las empresas cosméticas y farmacéuticas están ensayando trasplantes celulares a partir de las propias células de los pacientes. Mientras tanto, las sustancias para rellenar las arrugas y reafirmar el óvalo arrasan entre las mujeres de los países desarrollados.
En el difícil equilibrio que mantienen en la actualidad la cosmética y los tratamientos médicos, las empresas que han desarrollado las sustancias utilizadas desde hace años como rellenos están recurriendo a la biotecnología para mejorar sus productos. Se trata de producir compuestos bioactivos que estimulan directamente la actividad de los fibroblastos, las células de la segunda capa de la piel (dermis) que son las encargadas de producir el colágeno, componente clave de la piel joven junto a otra proteína, la elastina.
Millones de fibroblastos
Una empresa de EE.UU., Isolagen, ha dado el salto desde la cosmética a la terapia y ha desarrollado un proceso que utiliza los fibroblastos del paciente, según publica ‘Chemistry World’. Se empieza extrayendo una sección de 16 mm2 de piel de detrás de la oreja, que se refrigera y se manda a la empresa, donde se cultiva la piel obteniendo millones de nuevos fibroblastos. Después de dos meses, aproximadamente, este material se manda al médico de la paciente en forma de un vial que contiene, según la empresa, 20 millones de fibroblastos.
Una vez inyectadas en la zona deseada, las células crean supuestamente una red de colágeno que rellena y reafirma la zona. Y la publicidad de la empresa anuncia que varios años después de la extracción se pueden utilizar de nuevo las mismas células, más jóvenes ya que la paciente. El producto tiene que superar los ensayos clínicos propios de un medicamento y está en la fase II de ensayos.
El mercado del rejuvenecimiento facial está repleto de productos ineficaces pero que se venden, y de otros, como el botox, de eficacia temporal
Los expertos creen que ésta es la dirección en la que se mueve el mercado del rejuvenecimiento facial, repleto de productos ineficaces pero que se venden, y de otros, como el botox y el ácido hialurónico, que han mostrado su eficacia temporal. La jerga de este sector está repleta de términos químicos, como no podía ser de otra manera, y los fondos empleados en la investigación son cada vez más cuantiosos. Y las ventas de botox, la toxina paralizante que ya todo el mundo conoce, alcanzan ya los 1.000 millones de dólares anuales.
Los cosmocéuticos
Todo empezó hace 25 años, con el retinol, la forma endógena de la vitamina A, que se demostró que atenuaba las arrugas en pacientes tratados de acné. Desde entonces se están comercializando como cosméticos productos con precursores y variantes de esta familia, procurando siempre que los productos no sean lo suficiente fuertes como para pasar a ser considerados medicamentos. El resultado, según los especialistas, es que la cantidad de ingrediente activo en los productos cosméticos es pequeña y que además hace falta formularlo de forma que penetre profundamente en la piel, algo nada fácil porque la piel está hecha precisamente para no dejar que penetre nada de fuera, como protección para el organismo.
Los cosméticos, además, tienen que resultar agradables a los sentidos, mientras que los medicamentos sólo tienen que cumplir su función, en palabras de Helen Knaggs, vicepresidenta de investigación y desarrollo en la empresa NuSkin, de EE.UU., especializada en tratamientos antienvejecimiento. Otro experto, Wen Schroeder, presidente de Seki Cosmeticals, explica que existe una frontera bien delimitada entre los cosméticos y los medicamentos. «Para que se considere un cosmético, un producto debe de tener únicamente efectos temporales de camuflaje. No puede cambiar la estructura o la función del cuerpo humano», añade.
Pero las ciencias adelantan y las empresas de cosmética quieren aprovecharse de ello sin que sus productos sean considerados medicamentos, lo que les exigiría un proceso muy largo para comprobar su seguridad y su eficacia. «Muchas personas en la industria quieren que estos productos cosmocéuticos, como se les llama, cosméticos que tienen efecto sobre la estructura y la función, sean catalogados por separado de los medicamentos y de los cosméticos. Es uno de los asuntos más controvertidos en la industria cosmética».
Mención aparte en el campo del rejuvenecimiento facial merecen los productos inyectables rellenadores de arrugas. Se estima que el mercado mundial de los productos rellenadores es de 450 millones de dólares anuales, lo que supone un incremento del 200% desde el año 2000. De los primeros rellenadores, desarrollados en 1979 y 1981 a partir de colágeno de vaca, se pasó a los productos basados en el ácido hialurónico, un polímero (larga cadena química) que fue desarrollado con objetivos médicos y que se puede unir a proteínas como el colágeno para formar una matriz, una estructura de soporte.
Los rellenadores ácido hialurónico, con efectos a corto plazo pero eficaces y seguros en una gran mayoría de los pacientes, se han convertido en los más populares. Algunos de estos productos incluso parece que estimulan la producción de colágeno. En la búsqueda de nuevas mezclas que los hagan más efectivos y de mayor duración ha surgido, por ejemplo, uno que contiene la sustancia de los huesos (la hidroxiapatita de calcio) en forma de micro esferas en un gel, y que sustituye al colágeno. Otros recientes recurren a otros compuestos de tipo plástico introducidos en colágeno de vaca, que no ceden cuando son atacados por las enzimas de la piel.