No todo lo que pasa se pierde para siempre. La memoria se encarga de archivar emociones y experiencias que configuran nuestra propia personalidad. Científicos estadounidenses, sin embargo, han evidenciado que los elementos perturbadores se imprimen mejor en la memoria que los hechos cotidianos y que las preocupaciones o malos presentimientos son capaces de generar también falsos recuerdos.
Investigadores de la Universidad de Wisconsin (Madison, EEUU) han plasmado mediante imágenes de resonancia magnética la forma en que las emociones vividas se almacenan en el espacio cerebral destinado a la memoria. Sin embargo, para asombro de propios y extraños, han descubierto también que las preocupaciones obsesivas o temores pueden archivarse erróneamente en la memoria como si fuesen hechos ya experimentados. En pocas palabras, un mal presentimiento puede grabarse en el cerebro con la misma intensidad que un recuerdo real y sin haber ocurrido.
Explican los expertos que las preocupaciones activan una especie de circuito del miedo que amplifica sensaciones angustiosas tales como volar en avión o hablar en público y condiciona de este modo nuestros comportamientos de cara al futuro. No obstante, subrayan que gracias a la identificación de qué regiones del cerebro participan en esta función de archivo va a ser posible que las víctimas de trastornos postraumáticos puedan aliviar su angustia con intervenciones ad hoc.
Al parecer, los recuerdos más persistentes no son los producidos hace menos tiempo sino los vividos con mayor intensidad emocional. Además, acontecimientos emocionalmente perturbadores como un accidente, una agresión o la muerte de un ser querido se imprimen en la memoria con un impacto superior a la de hechos cotidianos. Este estudio, publicado en la última edición de Proceedings of the National Academy of Sciences, relaciona los procesos de premonición o intuición con los propios de almacenamiento de memoria y, según Kristen Mackiewicz, uno de los investigadores del estudio, «pudiera tener implicaciones importantes en el tratamiento de ciertas condiciones psicológicas como el estrés postraumático o la fobia social».
Un intrincado proceso de archivo
La memoria humana puede apropiarse de recuerdos de otros como propios o sentar recuerdos falsos como vividos
La naturaleza biológica de la memoria presenta aún numerosos interrogantes por descifrar. Se sabe que la memoria humana puede apropiarse de recuerdos de otros como propios, implantar recuerdos nunca experimentados o sentar recuerdos falsos como vividos. En cuanto a la transformación de temores proyectados en experiencias vividas, los científicos estadounidenses implican a dos áreas del cerebro en particular: la amígdala y el hipocampo se activan cada vez que una persona anticipa una situación difícil. Especulan incluso con la posibilidad de que la amígdala esté asociada con la formación de recuerdos emocionales y que el hipocampo ayude al cerebro a formar recuerdos de larga duración.
Las imágenes de resonancia magnética obtenidas de un grupo de 40 voluntarios aportan una visión anatómica del cerebro durante la clasificación de experiencias y emociones. Los investigadores sometían los voluntarios al visionado de dos tipos de señal de imagen: una neutral y otra muy impactante (cuerpos sangrantes o mutilados). Treinta minutos después, correlacionaron que a mayor activación de amígdala e hipocampo, mayor la precisión con que los voluntarios describían las imágenes visionadas. Dos semanas después del experimento, los científicos volvieron a evaluar la memoria de los participantes con respecto a las imágenes enseñadas; de nuevo, las personas con un recuerdo más concreto y ajustado eran las mismas que habían exhibido una mayor actividad de amígdala e hipocampo en la resonancia magnética cerebral.
También en EEUU, investigadores de las universidades de Columbia (Nueva York) y Harvard (Boston) oficializaron en la revista Cell el descubrimiento de una vía bioquímica cerebral que gobierna la impresión indeleble en la memoria de las experiencias relacionadas con el miedo. El gen en cuestión codifica una proteína que inhibe la acción del circuito de aprendizaje del miedo en el cerebro. «Estos resultados», describe uno de los investigadores, Gleb Shumyatsky, «revelan la base biológica de lo que antes sólo se había deducido a partir de estudios psicológicos: que el miedo instintivo o ansiedad crónica es distinto del miedo adquirido».
La comprensión de cómo la proteína mediatriz es capaz de inhibir el miedo podría llevar, según los autores, al diseño de fármacos más eficaces en el tratamiento de la depresión, pánico y trastornos de ansiedad generalizada. El descubrimiento del gen, aseguran también los investigadores, fue posible gracias al desarrollo de una nueva técnica para aislar y comparar los genes de células individuales desarrollada en la Universidad de Columbia. El equipo de Shumyatsky aplicó esta técnica, denominada examen genético de búsqueda diferencial en bibliotecas de ADNc celulares, a células de ratón y comparó su actividad genética con la de las células de una región de la amígdala llamada núcleo lateral, «que no se piensa que estén involucradas en el miedo adquirido». La comparación reveló dos genes candidatos para el aprendizaje relacionado con el miedo y que proliferan en la amígdala.
Los investigadores decidieron entonces llevar a cabo estudios adicionales en uno de los genes, el Grp, cuyas siglas en inglés identifican al péptido liberador de gastrina. Vieron de inmediato que esta proteína tiene una distribución inusual en el cerebro y que actúa como un neurotransmisor. «El gen Grp», revela Shumyatsky, «alcanzaba concentraciones muy elevadas en el núcleo lateral y en otras regiones del cerebro que alimentan entradas auditivas en la amígdala».
El equipo de Shumyatsky demostró asimismo que el péptido liberador de gastrina es expresado por las neuronas excitatorias principales y que su receptor es igualmente expresado por las interneuronas inhibitorias. En los experimentos de conducta, los investigadores entrenaron a ratones sin gen Grp y a ratones con gen Grp para asociar un sonido neutral inicial a una descarga eléctrica dolorosa. Como resultado del entrenamiento, los ratones aprendían de inmediato que el sonido neutral predice peligro. Los ratones con el gen inhibido demostraron, además, una mejora en el proceso celular relacionado con el aprendizaje y conocido como potenciación a largo plazo. «No observamos ninguna otra alteración en estos ratones; no demostraron ninguna sensibilidad al dolor creciente; ni exhibieron miedo instintivo creciente en otros estudios de comportamiento», añade el experto.