Una de las enfermedades más insidiosas y difíciles de diagnosticar, la fatiga crónica, ocurre tras una cascada de acontecimientos genéticos que podrían dilucidar mejor su causa y su naturaleza. Científicos estadounidenses andan tras la pista. Un grupo de expertos de los Centros para el Control de las Enfermedades (CDC) de Atlanta, Georgia, han llevado a cabo el mayor estudio realizado hasta la fecha sobre esta indeterminada enfermedad.
Técnicamente el síndrome de la fatiga crónica fue inicialmente bautizada por los neurólogos como encefalomielitis miálgica; popularmente se extendió por los despachos de muchas empresas de EEUU y los demás países industrializados en el transcurso de la pasada década bajo el apelativo de gripe de los yuppies. Sus síntomas son ánimo exhausto, insomnio y pérdida de memoria o atención. Los médicos, puestos a diagnosticar, nunca han sabido si se trata de un pseudosíndrome de burn-out (agotamiento profesional) o un trastorno psicosomático.
El escepticismo de los médicos de empresa y los gestores de la seguridad social choca con la trascendencia que otorgan a este síndrome algunos investigadores que llevan muchos años detrás de él y que recuerdan que el estrés psíquico de la enfermedad puede no ser una causa sino un efecto, y que sólo en EEUU existen a día de hoy más de un millón de enfermos crónicamente afectados por este trastorno. Estos últimos se han puesto a investigar y han dado con una docena de genes relacionados con la respuesta del organismo ante situaciones de estrés. Advirtieron, además, que una combinación particular de estos genes se halla presente hasta en un 75% de los enfermos de fatiga crónica.
Los expertos del CDC actuaron en la ciudad de Wichita, Kansas, identificando a 272 pacientes con posible síndrome de fatiga crónica. Correlacionaron la actividad de los genes con la situación particular de los pacientes y su sintomatología, deduciendo que el estrés causado por infecciones, lesiones o traumas graves deja ‘tocado’ al eje hipotálamo-pituitario-adrenal, lo que descompone muy variadas funciones del organismo. Aclaran, no obstante, que esta hipótesis necesita todavía ser confirmada a través de más estudios, aunque subrayan que se ha dado un paso importante a la hora de dilucidar uno de los misterios por resolver con que la medicina ingresó en el siglo XXI.
Síntomas y tratamiento
La dificultad para encontrar un tratamiento óptimo estriba en el desconocimiento de la causa y la naturaleza de la enfermedad
La tesis del ‘cuento’ del trabajador pierde, por tanto, algunos enteros. No enferma de fatiga crónica quien quiere, sino quien puede. Son candidatos a un diagnóstico de fatiga crónica quienes alguna vez se han sentido fatigados durante periodos de más de 6 meses, que no hayan hallado causa alguna para una enfermedad que comprometiera su actividad cotidiana, que hayan abandonado actividades de rutina por culpa de ese cansancio, que experimenten dolor de garganta con cierta regularidad, nódulos linfáticos sensibles al dolor en cuello y/o axilas, mialgias de naturaleza inexplicable o reuma, dolores de cabeza (generalizados en toda la superficie de la cabeza) frecuentes, insomnio y problemas de memoria reciente o concentración.
No sabiendo exactamente qué causa la enfermedad ni la naturaleza de su curso es imposible contar con un tratamiento curativo. No obstante, los médicos disponen de alivios eficaces frente a todos los síntomas descritos; algo que, junto a una actitud respetuosa y comprensible para el paciente, puede conseguir mejorías tácitas. Se recomienda a los enfermos que mantengan un nivel de actividad y ejercicio que esté de acuerdo con sus habilidades. Una cierta disciplina en este sentido puede ayudar tanto al cuerpo como a la mente. Asimismo, es importante que el paciente reconozca y exprese los sentimientos propios de tristeza, enojo o frustración. El estrés halla, por esta vía, un camino de salida. Por último, se recomienda buscar un apoyo fiable entre familiares y amigos, así como en grupos de ayuda establecidos para este propósito en cada comunidad autónoma.
Se calcula que entre 200.000 y 700.000 españoles padecen el síndrome de fatiga crónica. Cada 12 de mayo, y desde hace 14 años, se celebra el Día Internacional de Concienciación del Síndrome de Fatiga Crónica, dónde afectados y terapeutas reivindican a la Administración que ampare a unos enfermos ‘que no tienen nada de imaginarios’.
Javier Rivera, reumatólogo del Instituto Provincial de Rehabilitación de Madrid, lamenta que haya aún facultativos «que no hacen un buen diagnóstico de la enfermedad por una falta de conocimientos». En consultas de ambulatorio a los médicos de atención primaria, los pacientes se quejan, muchas veces, de trastornos de la memoria que les llevan a olvidar las cosas o a retenerlas con dificultad, dolores en articulaciones, músculos y, en mayor medida, trastornos en el sueño. «Aunque duerman una gran cantidad de horas, sin embargo, el suyo no es un sueño reparador; es decir, el paciente no logra descansar en ningún momento».
Insiste Rivera en que el ejercicio físico mejora la calidad de vida y el estado general de los pacientes y reclama a todos los facultativos y el personal sanitario «conseguir que no se sientan unos inválidos porque no lo son, y que aprendan a convivir con su enfermedad y a luchar para que las limitaciones sean las menores posibles y para que su calidad de vida sea mejor».