España va a la cola de Europa en inversión económica en investigación y desarrollo, pero esto no significa que no existan proyectos ni estudios. Por el contrario, en nuestro país hay varias investigaciones en marcha sobre obesidad infantil que intentan comprender y frenar el avance de esta enfermedad; una enfermedad que ha alcanzado dimensiones de pandemia. Entre esos estudios, hay grupos de trabajo que analizan las etapas críticas de la obesidad —desde los primeros años de vida hasta la adolescencia, por ejemplo— y que buscan encontrar los porqué de una mala alimentación. En este artículo, los detallamos.
Los periodos críticos de la obesidad
El grupo de trabajo Obesidad Infantil y en la Adolescencia de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) no solo se enfoca en la población infantil, sino que también se dirige a los jóvenes con unas cifras muy altas de prevalencia de la obesidad. Su meta es el abordaje multidisciplinar de la obesidad: desde la atención médica, el acompañamiento psicológico, la dietoterapia (el tratamiento que consiste en adoptar la dieta adecuada) hasta el ejercicio como motor de cambio real en el estilo de vida de nuestros niños y jóvenes.
Para este equipo, cuyo investigador principal es el endocrino y pediatra Gilberto Pérez López, todas las etapas en el crecimiento del niño son igual de importantes, pero es cierto que hay tres periodos críticos en los que se centra. Son los siguientes:
🔬 Los primeros 1.000 días de vida del niño
Desde el nacimiento hasta los dos años. En esta etapa, la alimentación tiene un gran impacto no solo en el desarrollo normal del cerebro del bebé, sino también se asocia al riesgo de obesidad, así como de otras enfermedades crónicas en la etapa adulta (como la diabetes y la hipertensión). “Todo lo que se haga antes de la concepción por parte de ambos progenitores, durante el embarazo y hasta los dos años, va a tener una enorme influencia en la salud en general y en el riesgo de obesidad en particular”, explica Pérez.
🔬 Entre los cinco y siete años: el rebote adiposo
En las curvas de índice de masa corporal (IMC) se ha identificado un crecimiento en el primer año de vida que decrece posteriormente, llegando a valores mínimos entre los cinco y los siete años. En ese momento se produce un nuevo aumento hasta la edad adulta. Es lo que se denomina el rebote adiposo. Un rebote temprano o precoz, entre los tres y cinco años, se asocia con un mayor riesgo de sufrir sobrepeso y obesidad.
🔬 Sobrepeso en la adolescencia
Durante este periodo se producen cambios psicosociales a gran velocidad. En el contexto biológico, la pubertad se relaciona con ganancia de peso en relación con el propio crecimiento longitudinal (en una situación normal, la altura es mayor que la ganancia de peso). Lo que ocurra en la adolescencia va a tener un enorme impacto en el riesgo de obesidad, así como de otros trastornos endocrino-metabólicos (diabetes tipo 2) y aumento del riesgo cardiovascular. “Si un adolescente presenta sobrepeso u obesidad, tiene más del 70 % de probabilidad de ser un adulto con obesidad”, explica el doctor.
🔬 La obesidad y el entorno
Además, en los últimos años, el grupo se ha centrado en abordar el problema de la obesidad desde el punto de vista psicológico e investiga la obesidad como respuesta al entorno, analizando los factores psicosociales y familiares implicados, el papel de la regulación emocional en el origen y en el mantenimiento de la obesidad. También estudian lo importante que es regular las emociones desde edades tempranas, así como la intervención psicológica a través de programas en los que se involucra a la familia.
Los porqués de una mala alimentación
El proyecto SENDO (Seguimiento del Niño para un Desarrollo Óptimo) es un estudio de investigación que tiene como objetivo analizar el efecto de la dieta y los estilos de vida sobre la salud del niño y del adolescente, pero también su relación con otras enfermedades, como el asma o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
Este proyecto, cuya investigadora principal es la pediatra y doctora en Epidemiología Nerea Martín-Calvo, nació en 2015 en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, pero en el 2018 se expandió por todo el país y, a día de hoy, SENDO está compuesto por una muestra de niños y adolescentes de toda España. Su directora trabaja junto a un equipo de colaboradores, pediatras e investigadores, repartidos por todo el territorio nacional.
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Estas son sus principales líneas de trabajo:
🔬 La calidad de la dieta de los menores
En la actualidad hay tres pediatras escribiendo su tesis doctoral con datos relacionados con la obesidad infantil en los participantes de este proyecto. Dos de esos trabajos se centran en factores asociados con la calidad de la dieta de los niños. “Gracias a los datos obtenidos en esta investigación sabemos que los niños que han recibido lactancia materna tienen mejores hábitos dietéticos a los cinco y seis años. También, que los conocimientos nutricionales de los padres, su implicación en la dieta de sus hijos, las horas de pantallas y la realización de actividad física son factores que se asocian estrechamente con la calidad de la dieta que, como se sabe, es el factor más fuertemente asociado con el desarrollo de obesidad infantil”, explica Martín-Calvo.
🔬 En busca de la raíz del problema
El grupo de investigación se centra en los factores determinantes de la calidad de la dieta. Los factores modificables de la obesidad son de sobra conocidos: una mala calidad de la dieta y la falta de actividad física. “Por eso nosotros preferimos ir un paso más atrás en la cadena causal y centrarnos en los determinantes de esos factores: qué conduce a tener una peor alimentación y a realizar poca actividad física. Esperamos que este tipo de investigaciones tengan un impacto importante en las cifras de obesidad infantil, porque sirven para desarrollar las campañas de prevención que van a la raíz del problema”, matiza la científica.
🔬 El aprendizaje antes de los seis años
Sus investigaciones han concluido que los seis primeros años de vida de un niño son fundamentales, ya que a esa edad muchos menores ya han desarrollado sus gustos, apetencias y aversiones. “Gran parte de los hábitos adquiridos en la infancia se proyectan y mantienen en la edad adulta. Así que, si quieres que un niño interiorice un hábito, enséñaselo antes de los seis años”, explica Nerea Martín-Calvo.