Las operaciones con láser en los ojos tienen como objetivo que las personas con miopía, hipermetropía y astigmatismo dejen de llevar gafas. Los especialistas afirman que son seguras y, casi siempre, la persona logra alcanzar sin lentes la capacidad visual que tenía con ellas. Sin embargo, por no ser una operación necesaria sino voluntaria, el consumidor debe sopesar muy bien su decisión y asegurarse de que el oftalmólogo sea especialista en cirugía refractiva, le informe bien de las posibles complicaciones y tenga aparatos de última generación.
Adiós a las gafas
La operación con láser más extendida para dejar de utilizar las gafas o lentillas es el LASIK (Queratomoleusis In situ Asistida con Láser Excimer). Esta técnica de la cirugía refractiva se emplea para resolver la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo. “Se trata de una cirugía aceptada, contrastada y con muy pocas complicaciones. La incisión que se hace con el microqueratomo (la máquina que se utiliza junto con el láser en la operación) nunca penetra dentro del ojo”, destaca Manuel Sánchez Salorio, director del Instituto Gallego de Oftalmología y catedrático de Oftalmología en la Universidad de Santiago de Compostela. Esta técnica quirúrgica es extraocular porque actúa en la córnea. “La cirugía intraocular tiene más riesgo que el láser”, apunta Julio Ortega Usobiaga, Doctor en Medicina y oftalmólogo de la Clínica Baviera.
Según los datos de este centro médico, una de cada tres personas en España necesita utilizar gafas o lentillas para corregir un defecto visual. Es decir, en España existen una gran cantidad de posibles clientes de este tipo de cirugía. En 2003 se realizaron 220.000 tratamientos con láser en nuestro país, cifra mucho más elevada que en el resto de miembros de la Unión Europea, por el descenso de los precios y el aumento de aparatos láser. “Ha sido un éxito porque los beneficios para el paciente son muy grandes y los riesgos bajos”, añade Ortega Usobiaga.
Afirma José Luis Rodríguez Prats, oftalmólogo del Departamento de cirugía refractiva, córnea y segmento anterior de Vissum, el Instituto Oftalmológico de Alicante, que es una cirugía muy segura, con un índice de reproductibilidad y de eficacia muy alto. “No he visto casos de complicaciones graves. Sólo deslumbramientos o halos, pero estos efectos secundarios se producen por operar a gente que no se debe operar. El candidato ideal debe tener, entre otros valores, la córnea, la pupila y las dioptrías adecuadas. Si se cumplen estos factores es difícil que surjan problemas”, expresa José González Vidal, especialista en Oftalmología del Hospital Universitario Doctor Peset de Valencia y del Centro de Microcirugía Ocular de Valencia.
En estas operaciones se aplica el concepto de “Consentimiento Informado”. Es decir, el oftalmólogo está obligado a comunicar al paciente los beneficios, los efectos secundarios y las posibles complicaciones que pueden surgir tras la cirugía. En la práctica, tras la información verbal y después de realizar todas las preguntas que desea, el afectado firma un documento redactado por el médico en el que reconoce que ha sido bien informado. Por ejemplo, los oftalmólogos también deben informar que si el paciente tiene 40 años o más, aunque de lejos verá bien y no va a necesitar gafas para ir por la calle o conducir, sí que requerirá, en cambio, unas gafas para leer, por la presbicia o vista cansada, que afecta a todas las personas y que es una consecuencia natural del envejecimiento.
Opina Ortega Usobiaga que lo importante en esta técnica quirúrgica es conseguir eficacia y seguridad. “Eficacia significa ver lo mismo sin gafas que lo que se veía con ellas. Seguridad se refiere a que, en el peor de los casos, se pase de una visión con lentes a una con ellas pero con menor número de dioptrías”.
Procedimiento
Para aplicar esta técnica es imprescindible que la persona tenga los ojos sanos. Después, los oftalmólogos se fijan en la edad y en el número de dioptrías del paciente. “Es necesario que se tenga una graduación estable. Esto sucede en cada persona en diferente momento, pero por lo general entre los 18 y los 24 años.
Las operaciones más habituales se realizan a personas que tienen entre 0 y 5 dioptrías. En miopía, Sánchez Salorio dice que con una córnea estándar se pueden operar con seguridad hasta 8 dioptrías, mientras que con una córnea gruesa, según Ortega Usobiaga se puede emplear LASIK hasta con 10 dioptrías.
En hipermetropía, esta técnica de la cirugía refractiva no es tan eficiente. “En este caso, se cumple la máxima de que cuantas más dioptrías se operen, más se reducirán las posibilidades de alcanzar la eficacia y la seguridad. Por ejemplo, 6 dioptrías no se tratan porque caen en picado estos dos valores, y entre 4 y 6 dioptrías, los parámetros son regulares. El paciente debe tener claro que el máximo beneficio que puede obtener en este tipo de operación es la reducción de cuatro dioptrías como máximo, aunque supere esta cifra.
El proceso se inicia con un estudio completo del paciente. La primera visita a una consulta puede durar, por ejemplo, dos horas por todas las pruebas que se realizan. Entre ellas, se mide el grosor corneal, el fondo del ojo, la presión ocular o se hace una topografía corneal. El objetivo es comprobar si se puede aplicar LASIK al paciente, porque hay personas que no cumplen todos los requisitos para ser tratados con esta técnica con las máximas garantías.
La operación en sí es breve, por lo general no dura más de dos minutos. Se compone de estos pasos, tal y como explica Ortega Usobiaga:
1.- Como anestesia sólo se echa una gota de colirio.
2.- Con el microqueratomo se realiza una rebanada de la córnea que en el lenguaje científico se llama lentículo corneal. El aparato consiste en un anillo metálico enganchado a una bomba de vacío que hace succión durante 10 segundos. En esos momentos, deja de pasar sangre al ojo y el paciente pierde la visión. Esto se realiza para que el paciente tenga quieto el ojo y se pueda efectuar el corte. Si la córnea mide, por ejemplo, 0,5 mm de grosor, se levanta una loncha de 0,1 mm, pero no de forma completa, para así poder volver a ponerla en su sitio.
3 – Se aplica el láser en el lecho corneal, puliéndolo. Cuantas más dioptrías, más tiempo es necesario. El paciente debe mirar el punto de luz roja, que es el láser. No importa si mueve el ojo, porque las marcas incorporan en los últimos modelos de Láser Excimer la tecnología Eye Tracker, que sigue los movimientos del ojo en caso de que se mueva. Es recomendable que el paciente colabore y haga caso de todo lo que le diga el oftalmólogo, para prevenir problemas.
4 – Por último, se vuelve a poner el lentículo corneal en su lugar, sin necesidad de puntos, ya que cicatriza por sí mismo.
Diversos pacientes consultados que se han sometido al LASIK afirman que durante la operación viven un momento horrible. Otros expresan que influye más lo que uno se imagina, porque realmente no duele. “La gente lo vive como una montaña rusa, es una sensación que se puede calificar como desagradable, pero que transcurre rápido”, relata Ortega Usobiaga. El postoperatorio es indoloro y sólo se deben aplicar colirios.
Caso práctico
¿Cómo quedaría en la práctica una persona tras esta cirugía refractiva? El Doctor Ortega Usobiaga muestra el ejemplo de un caso elegido al azar:
Antes de la operación: Presentamos una paciente con 7 dioptrías de miopía en el ojo derecho y 0,75 % de astigmatismo, y 3,75 dioptrías de miopía en el izquierdo con 0% de astigmatismo. Con las gafas puestas y bien graduadas tenía el 50% de capacidad de visión en el ojo derecho y el 90% en el izquierdo.
Después de la operación: Quedó con 0,5 dioptrías en el ojo derecho y un astigmatismo de 0,75%, y en el izquierdo 0,25 dioptrías y un astigmatismo del 0,25%. Sin gafas, en el ojo derecho tenía un 70% de capacidad de visión y un 120% en el izquierdo.
El objetivo de la operación era que esta persona viera al natural tal como veía con las gafas y, sin embargo, consiguió tener más capacidad visual. “Los extremos son raros. Que se vea menos o que se vea más es infrecuente”, puntualiza Ortega Usobiaga.
Después de analizar estos datos, surge la pregunta de por qué no se logran las cero dioptrías. “Así no queda nadie después de la operación. Muchas personas que no necesitan gafas o lentillas tampoco tienen exactamente cero dioptrías en todos los valores. De todas formas, cuantas menos dioptrías se tenga, más fácil es acercarse al cero”, explica el oftalmólogo de la Clínica Baviera.
Según el Doctor Ortega, 5 pacientes de cada 2.000 necesitan gafas después de la operación, aunque con menos dioptrías.
Riesgos
En algunas ocasiones, es necesario un retoque con el láser porque no se han logrado los resultados deseados. Hasta el tercer mes no se plantea la duda y según los datos que manejan los especialistas, en ese momento el 5% de los pacientes dicen ver mal.
Sin embargo, no siempre se puede retocar. El límite lo marca que haya el suficiente grosor corneal en el lecho tras aplicar el láser. “El grosor medio de la córnea es 0,530mm. Según las publicaciones científicas, lo máximo que el láser puede pulir en una operación, sin riesgo de que se rompa, es hasta que alcance los 0,250 mm de grosor”, precisa Ortega Usobiaga. Hace años, este dato no se sabía y la única solución para quien haya rebasado este límite, tras una cirugía, es el trasplante de córnea.
La parte delicada de esta cirugía es que las posibles complicaciones, a pesar de que sean infrecuentes, afectan a una parte vital del cuerpo y, según el Doctor Ortega, no son retocables. Sin embargo, González Vidal tranquiliza señalando que problemas graves sólo se dan en 5 casos de cada 1000, un 0,5%.”Los niveles de complicación son mínimos. El paciente debe ser consciente de que asume un riesgo, aunque sea mínimo”, asegura Rodríguez Prats.
Entre otros inconvenientes, se pueden sufrir astigmatismos irregulares. “Para que no suceda esto se deben utilizar aparatos láser de última generación, que requieren inversiones altísimas. Con ellos, la operación se diseña específicamente para el ojo que se quiere tratar”, explica Rodríguez Prats. Tras la operación también pueden aparecer estrías, porquerías en la interfase, inflamaciones o cicatrices. La lista se completa con la visión de halo con las luces, sobre todo por las noches -aunque según los especialistas esto también sucede con las gafas o lentillas-, imagen borrosa, visión doble y descentramientos.
La infección corneal es una de las peores complicaciones, aunque es posible tratarla con éxito mediante antibióticos. Sin embargo, en un caso extremo puede desembocar en ceguera. Otro gran peligro es la queratetasia, es decir, que la córnea se rompa años después de la operación.
Si la persona sufre alguna complicación grave o pierde la visión, no se debe reclamar a través de los órganos de consumo, porque no permiten solicitar indemnizaciones por daños y perjuicios. El camino más indicado es recurrir a un abogado y comenzar una reclamación por vía judicial.
Aspectos importantes
La pericia del oftalmólogo y unos aparatos láser siempre renovados son fundamentales para evitar futuros inconvenientes a lo largo de la operacióon. “La formación debe ser muy específica y, de hecho, existe la subespecialidad del oftalmólogo especializado en cirugía refractiva. Así, puede dictaminar con precisión qué paciente es operable, quién no y con qué técnicas”, razona Rodríguez Prats.
“Ya se han lanzado al mercado cuatro generaciones tecnológicas del Láser Excimer”, señala González Vidal. “Se requieren aparatos muy sofisticados en esta cirugía y deben estar siempre actualizados, porque en un año se quedan desfasados”, añade Rodríguez Prats.
Según los oftalmólogos consultados, el precio medio de estas operaciones es de 1.050 ? por ojo, más la primera consulta exploratoria, que ronda los 70 ?. En las clínicas más caras, se alcanza un precio de 2.000 ? por ojo, mientras que en las más baratas lo ofrecen por 750 ? por ojo.
Adquirir los últimos Láser Excimer tiene un coste grande, y por eso los especialistas dudan de las ofertas demasiado baratas. “Posiblemente, tratan de hacer rentables aparatos tecnológicamente obsoletos”, revela González Vidal.
Lo que parece evidente, como expresa Manuel Sánchez Salorio, es que esta cirugía entra dentro del marketing del consumo. Según un estudio de la Clínica Baviera, 7 de cada 10 personas que se someten al LASIK lo han hecho fundamentalmente por estar más cómodos. La estética es el motivo de casi 2 de cada 10 pacientes. Por motivos laborales o condicionantes médicos, sólo el 12%.
El catedrático de Oftalmología de la Universidad de Santiago de Compostela aporta un dato revelador. “A pesar de la seguridad, el mayor número de reclamaciones judiciales, dentro de las operaciones voluntarias, se produce en las de refracción. Esto sucede porque existe una lucha de marketing entre las clínicas. En algunas, se les ofrece a los pacientes una especie de cielo absoluto, donde todo está bien y no puede ocurrir nada malo. Pero después se realizan muchas reclamaciones, que en la mayoría de los casos son difíciles de objetivar. Por ejemplo, trastornos de la visión por la noche, que a una persona le pueden impedir conducir y a otra no le molestan lo más mínimo”, concluye.
Ante la elección de una clínica, el consejo de Sánchez se centra el boca a boca. “Operarse en centros donde alguien de confianza se haya operado anteriormente y desconfiar de los que no advierten de posibles riesgos”, concluye.