En Europa, cerca de 100 millones de personas sufren algún tipo de alergia y se espera que en un plazo no superior a 40 años uno de cada dos europeos padezca esta hipersensibilidad a una partícula o sustancia. Un estudio español señala que la administración de paracetamol y antibióticos, solos o combinados, durante el primer año de vida predispone a sufrir eczema en un gran porcentaje, que aumenta de forma reveladora si el niño tiene antecedentes de asma o rinitis alérgica. El eczema alérgico es propio de países más desarrollados y las probabilidades de sufrirlo dependen de la zona geográfica. Es por este motivo que, en la actualidad, se debate acerca de la responsabilidad de la contaminación ambiental y de las sustancias químicas presentes en los alimentos, como agentes implicados en una situación que algunos expertos ya consideran como una de las grandes epidemias de este siglo: la alergia.
Imagen: Judi Cox
La administración de paracetamol (fármaco analgésico y antipirético) y antibióticos durante el primer año de vida incrementa el riesgo de que el niño desarrolle eczema con posterioridad, según concluye el «Estudio Internacional Español sobre asma y alergias en niños». En el trabajo, realizado con 13.908 menores entre 6 y 7 años, se registraron los datos de quienes habían recibido paracetamol o antibióticos en el primer año de vida y se constató una relación entre la exposición a estos fármacos y el desarrollo de eczema, tanto en niños con asma como sin ella.
Entre paracetamol y antibióticos
Los autores constataron que la mitad de los niños que habían tomado paracetamol durante el primer año de vida tuvieron eczema, una cifra algo inferior al 66% de quienes habían tomado antibióticos y sufrían después afección dermatológica. La proporción, sin embargo, no era superior si se consideraba la combinación de ambos fármacos.
Los resultados no permiten concluir que los medicamentos sean los responsables directos del problema, que podría deberse a las infecciones por las que se toman
El riesgo de padecer eczema resultó distinto en el grupo de niños con antecedentes de asma o de rinoconjuntivitis: si sólo habían recibido paracetamol en el primer año de vida (y no antibióticos), el riesgo no aumentaba. En cambio, si habían recibido antibióticos y paracetamol, el riesgo era aún mayor que en los niños sin antecedentes previos de estas enfermedades. Esto podría deberse, según los autores, a que el uso de antibióticos en los niños alérgicos podría ser el detonante del desarrollo del eczema.
No obstante, a pesar de que el estudio publicado en «Pediatric Allergy and Immunology» muestra esta asociación, los resultados no permiten concluir que los medicamentos sean los responsables directos del problema, ya que es posible que la causa primera sean las infecciones por las cuales los niños se someten a estos tratamientos.
Ésta no es la primera vez que se cuestiona al paracetamol, un analgésico utilizado de manera general tanto en niños como en adultos. Un estudio, publicado en «The Lancet» y realizado con más de 200.000 niños en 31 países del mundo, evidenció la relación entre una mayor incidencia de asma y el consumo de paracetamol. Los resultados señalaban entonces que el consumo de este fármaco durante el primer año de vida del niño estaba asociado con un aumento del 46% del riesgo de asma cuando el niño tenía entre 6 y 7 años. Si el medicamento se había utilizado en los 12 meses previos a la encuesta, el riesgo ascendía al 61%, con un uso moderado, y hasta un 120%, con una administración frecuente.
La epidemia de las alergias
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que unos 300 millones de personas en todo el mundo padecen asma y entre un 10% y un 25% de la población de los países industrializados sufre rinitis alérgica. En cuanto al eczema, las cifras de afectados difieren mucho según las distintas zonas geográficas. El macroestudio ISAAC («International Study of Asthma and Allergies in Childhood») recoge datos de 715.033 niños en 56 países. Las diferencias dependen del grado de desarrollo del país. De esta manera, los rangos oscilan desde el 0,9% de India al 22,5% de Ecuador o del 0,2% de China al 24,6% de Columbia.
Estos porcentajes señalan que el eczema alérgico es propio de países más desarrollados, un dato que lleva a pensar en la implicación de factores ambientales y alimentarios. Aunque las causas de este aumento en las cifras no están todavía bien determinadas, se debate sobre la influencia de aspectos medioambientales en estas afecciones ya que, si bien la predisposición genética es importante, la contaminación, la higiene o los hábitos dietéticos pueden influir de manera significativa.
Un dato que apoya esta sospecha es la verificación de que las alergias cada vez se desarrollan más pronto. En algunas familias, mientras que los abuelos no las han sufrido, los padres las han desarrollado a los 30 años y los hijos, desde la infancia. En España, las alergias respiratorias son las más frecuentes: la rinitis afecta a cerca del 17,6% de los adultos y al 21,8% de los niños, mientras que el asma es común en un 4,5% de los adultos y en un 7% de los niños. En cuanto a las dermatitis atópicas (eczema), afectan a entre un 10% y un 20% de los niños.
Una investigación llevada a cabo por científicos australianos da a conocer una nueva prueba para predecir el riesgo de futuras alergias en los recién nacidos. Este nuevo marcador establece los niveles de una proteína (kinase C zeta) codificada por un gen determinado. Bajos niveles de esta proteína determinan el riesgo de padecer alergias con una fiabilidad del 80%, lo que supone un rango mayor que el de los métodos disponibles en la actualidad.
El marcador ya se conocía desde hace tres años, pero hasta ahora no se ha podido hallar la manera de aplicarse con un simple análisis de sangre. Los investigadores, que pertenecen a la Universidad de Adelaida, esperan que la prueba se pueda utilizar de forma rutinaria en todos los recién nacidos en un plazo de dos a tres años. Conocer la predisposición a padecer alergias durante la vida es una herramienta útil, ya que permitirá minimizar los riesgos y evitar los factores que podrían ser desencadenantes, como ciertos tipos de alimentos o medicamentos.