Los pacientes que han sufrido un accidente cerebrovascular mejoran con más rapidez si escuchan música durante dos horas todos los días en las primeras etapas de la recuperación, de acuerdo a un grupo de investigadores finlandeses. Es la primera vez que se observa este efecto en humanos.
Con ‘tratamiento musical’ los pacientes recuperan mejor la memoria verbal y la atención focalizada que aquellos a los que no se les aplica. También muestran mejor humor y una actitud más positiva que los que no escuchan nada o que escuchan textos grabados. Los investigadores finlandeses aseguran que es la primera vez que se observa este efecto en humanos y creen que puede resultar de gran importancia en la práctica clínica. En concreto, los pacientes escucharon discos de su música favorita, sin exclusión de ningún género.
Hasta ahora se habían observado efectos beneficiosos sobre la recuperación motora, en casos de accidente cerebrovascular, de diferentes tipos de estimulación motora y sensorial, así como de la estimulación eléctrica directa en el cerebro, pero no específicamente de la música. Lo que sí se sabía es que la música es uno de los estímulos más potentes del sistema auditivo, porque es un proceso complejo para el cerebro, al desencadenar una cadena de componentes cognitivos y emocionales cuyo sustrato neuronal es diferente.
Recuperación cognitiva y emocional
Los pacientes que escucharon música manifestaron menos sentimientos de depresión y confusión
«Como resultado de nuestro estudio, sugerimos que escuchar música a diario durante la primera etapa de recuperación de un accidente cerebrovascular suma un elemento valioso al cuidado de los pacientes, especialmente si en esta fase no se pueden aplicar todavía otras formas activas de rehabilitación», ha dicho el psicólogo Teppo Sarkamo, primer autor del artículo que publica la revista científica ‘Brain’. «Y lo hace porque proporciona un medio individual, fácil de realizar y barato para facilitar la recuperación cognitiva y emocional».
El estudio se hizo sobre 60 pacientes hospitalizados por apoplejía de la arteria cerebral media, en cualquiera de los dos hemisferios. Se formaron tres grupos: el que escuchaba música dos horas al día, el que escuchaba textos (narraciones, libros o poemas) el mismo tiempo y el grupo control, que no escuchaba nada. La intervención empezó en cuanto los médicos lo permitieron. «Creímos que era importante comenzar la escucha lo antes posible, ya que el cerebro puede sufrir cambios bastante grandes durante las primeras semanas e, incluso, meses de recuperación; y sabemos que estos cambios pueden ser mayores si existen estímulos ambientales», explica Sarkamo.
La mayoría de los pacientes, como resultado de la apoplejía, sufría problemas de movilidad y también de memoria y atención. El cuidado que recibieron fue el habitual en un proceso de rehabilitación. El experimento duró tres meses para cada paciente. «Encontramos que tres meses después del infarto, en los pacientes que escuchaban música, mejoró la memoria verbal un 60%, frente a un 18% en los que escuchaban textos y un 29% en los que no escuchaban nada», dice Sarkamo.
Además, «la atención focalizada, que es la capacidad de controlar y realizar operaciones mentales y elegir entre varias respuestas posibles, mejoró un 17% en los primeros, mientras que los segundos y los terceros no mostraron mejoría alguna», añade el investigador. Estas diferencias se mantuvieron hasta el último control, seis meses después del ictus.
Sensaciones particulares
Otro aspecto llamativo en el estudio clínico es el referido al estado de los pacientes durante el estudio. Los que escucharon música manifestaron menos sentimientos de depresión y confusión respecto a los del grupo de control. Los investigadores están seguros de que la mejora en la recuperación cognitiva se debe directamente a la música. Además, como la mayor parte de la música escuchada (un 63%) era vocal piensan que la combinación de música y voz es el componente esencial de la recuperación.
También señalan que típicamente los pacientes, durante las primeras semanas y los primeros meses, pasaron tres cuartas partes del tiempo en su habitación sin hacer nada, a pesar de que ésta es la etapa en la que más se puede influir en los cambios cerebrales que se están produciendo durante la recuperación. Sin embargo, se trata de un único estudio, por lo que las conclusiones no pueden ser generalizadas sin más, y hay que esperar más estudios para que los terapeutas puedan aplicar este tratamiento como añadido al tratamiento habitual. Advierten, además, que no todos los pacientes serán igual de receptivos a la música, ya que puede haber personas a las que no les guste.
Imagen: Patrick Denker
La arteria cerebral media es la mayor de las arterias cerebrales y suministra sangre a gran parte del lóbulo frontal y la mayor parte de los lóbulos parietal y temporal, así como a los ganglios basales y la sustancia adyacente. Por esta razón, los efectos de un estrechamiento u oclusión de dicha arteria son variados y dependen de si ha resultado afectado el hemisferio derecho o el izquierdo y en qué parte cada uno: se pueden producir problemas motores, sensoriales y cognitivos, como que la información se procese más lentamente, y déficit de atención y de memoria.
El daño en el hemisferio izquierdo a menudo produce problemas de lenguaje (afasia) y con la aritmética, mientras que el daño en el hemisferio derecho causa dificultades en la percepción espacial y la manipulación de objetos en el espacio, así como incapacidad para prestar atención a lo que sucede en el lado izquierdo del cuerpo.
Existen tres mecanismos cerebrales posibles para explicar los efectos beneficiosos de la música en la recuperación de accidentes cerebrovasculares.
- La música mejora el estado de alerta, la atención y la sensación de bienestar, a través de una parte del sistema nervioso que está implicada en los sentimientos de placer y recompensa, la alerta, la motivación y la memoria.
- La música estimula directamente la recuperación de las áreas dañadas del cerebro.
- La música estimula otros mecanismos más generales relacionados con la plasticidad cerebral, que es la capacidad del cerebro de reparar y renovar sus redes neuronales tras el daño.