La obesidad, auténtica epidemia del siglo XXI, afecta a 300 millones de personas en todo el mundo y no sólo se limita a los países más industrializados, ya que se calcula que 115 millones de personas en países en vías de desarrollo padecen enfermedades relacionadas con el exceso de peso. En la actualidad se están desarrollando numerosas investigaciones con el fin de encontrar respuestas a los mecanismos por los que se produce la obesidad. En esta línea, hace unos años se demostró el papel que ejerce la hormona leptina en el control del apetito.
La leptina se segrega con el aumento de la grasa corporal -cuanta más grasa más leptina-, y su misión consiste en bloquear los receptores de las neuronas del centro del hambre en el hipotálamo, de modo que el cerebro envíe la orden de comer menos. Curiosamente, y aunque las personas obesas producen más cantidad de leptina que las delgadas, por un mecanismo hasta ahora desconocido, son resistentes a sus efectos.
Investigadores de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos) han descubierto que la proteína C-reactiva (PCR) bloquea la hormona leptina. Los resultados, publicados recientemente en la revista Nature Medicine, contribuyen a explicar el mecanismo por el cual se produce la obesidad y podría explicar en parte por qué muchas personas obesas tienen problemas para perder peso. Según Allan Zhao, autor del estudio, se sabe que la PCR bloquea la leptina e impide el envío de sus señales. Pero todavía se desconoce cómo, aunque se apunta que algunos factores que dificultan la circulación sanguínea pueden inhibir la acción de la leptina por la obstrucción del paso de la sangre.
Leptina, hormona clave en la obesidad
La leptina, además de la obesidad, también participa en procesos fisiológicos como la reproducción y la inmunidadLa leptina induce en el hipotálamo varios efectos compensadores: disminución del apetito a través de la secreción de péptidos anorexigénicos (que producen pérdida de apetito) y supresión de la producción de los péptidos orexigénicos (del griego orexis, que significa apetito); también provoca aumento del gasto energético aumentando la tasa de metabolismo basal y la temperatura corporal además de la modificación del punto de equilibrio hormonal para reducir la lipogénesis (producción de grasas) y aumentar la lipólisis(uso de grasa acumulada para producir energía) en el tejido adiposo.
La regulación de la secreción de leptina es a largo plazo, principalmente por variación del nivel de masa corporal y por los efectos estimulantes de la insulina. Sin embargo, muchos obesos tienen altas concentraciones de leptina en suero, lo que induce a pensar que se produce una especie de resistencia a la acción de esta hormona. Tras su descubrimiento, la mayoría de las investigaciones se centraron en su papel como factor regulador del peso corporal. Sin embargo, estudios posteriores describieron una amplia distribución de receptores para esta hormona en diversos tejidos periféricos abriéndose así un vasto campo de investigación sobre sus funciones biológicas y comprobando que la leptina también participa en procesos fisiológicos tan diversos como la reproducción y la inmunidad.
La leptina (del griego lentos delgado) es una hormona compuesta por 167 aminoácidos producida en su mayoría por los adipocitos (células grasas). Fue descubierta en 1994 en el ratón y posteriormente, el gen humano se cartografió en el cromosoma 7. Ciertas alteraciones genéticas ocasionan que los ratones portadores de la mutación (ratones ob/ob) carezcan de leptina sérica y presenten un fenotipo de obesidad severa asociada a otros problemas como menor temperatura corporal, menor actividad locomotora, menor actividad del sistema inmune e infertilidad. La administración de leptina exógena corrige estas alteraciones.
Este hecho hizo plantear la hipótesis de que la obesidad podría deberse a una mutación en el gen humano y, por tanto, la administración de leptina exógena podría ser la panacea en el tratamiento de la obesidad. Sin embargo, esta idea se desvaneció al comprobar que la frecuencia de esta mutación en la población obesa es extraordinariamente baja y que la gran mayoría de los pacientes obesos presentan altos niveles de leptina sérica.
El descubrimiento de la proteína C reactiva como causa de la obesidad aporta nuevas claves a las líneas de investigación que relacionan inflamación, resistencia a la insulina, obesidad y riesgo cardiovascular y podría suponer una nueva vía de fármacos en el tratamiento de la enfermedad.
La PCR (proteína C reactiva) es un marcador muy sensible de inflamación y lesión tisular que aumenta en diversos procesos como infecciones, traumatismos, quemaduras y neoplasias. Durante décadas se ha empleado como reactante inespecífico en el diagnóstico de numerosas patologías, siendo muy útil también como factor pronóstico y seguimiento del tratamiento. En pediatría se utiliza en el diagnóstico de procesos febriles para identificar aquellos que potencialmente pueden ser más graves y en las unidades de cuidados intensivos, juega un papel importante en el pronóstico y seguimiento de los pacientes con sepsis graves.
En los últimos años el protagonismo de la PCR ha ido mucho más lejos tras descubrirse su papel como marcador de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. La inflamación tiene un papel crucial en la ateroesclerosis debido a que la disfunción del endotelio vascular (parte interna de los vasos sanguíneos), provoca inestabilidad y riesgo de ruptura de la placa de ateroma con la consiguiente formación de trombos. Recientemente se ha demostrado que los niveles elevados de proteína C se correlacionan con un mayor riesgo de eventos coronarios y enfermedades cerebrovasculares.
Según muestran los resultados de un estudio publicado en Circulation, niveles elevados de PCR podrían estar asociados con un mayor riesgo de accidentes vasculares cerebrales, incluso en individuos que no presentaban placas extensas de ateroma en sus arterias carótidas. Pese a que aún no está recomendado un cribado masivo de la población para conocer los niveles de este marcador en sangre, probablemente en un futuro próximo la medición de la proteína C reactiva constituirá una herramienta útil para evaluar a personas con riesgo cardiovascular moderado. Recientes investigaciones indican que los adipocitos pueden liberar proteína-C reactiva (PCR) en respuesta a citokinas inflamatorias, un hallazgo que puede ayudar a explicar por qué la obesidad está frecuentemente asociada con enfermedad cardiovascular.