Investigadores del grupo Fisiología y Patología Experimental y Clínica de la Universidad de Jaén analizan la capacidad protectora de una enzima denominada Pcp, que actuaría frente a algunas de las lesiones que provoca el Alzheimer y evitaría el desarrollo de depósitos que tienen efectos dañinos no sólo sobre las neuronas, sino también sobre las células astrogliales. Las células astrogliales son menos conocidas, pero sirven de soporte de las neuronas e intervienen en el procesamiento cerebral de la información.
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por lesiones que se manifiestan en forma de depósitos de proteínas localizados preferentemente en áreas del cerebro como el hipocampo y en la corteza cerebral. Estas lesiones se deben al depósito de distintas formas moleculares de una proteína denominada beta-amiloide. Ésta no sólo resulta muy tóxica para las células, sino que además promueve la acumulación de más beta-amiloide, lo que provoca la muerte de las neuronas.
Para evitar este proceso, se ha introducido el material genético que codifica la Pcp en neuronas y células astrogliales de origen humano en cultivo, para que se sume al ya existente en las propias células. De esta forma, al sobreexpresarse la enzima, rompe con mayor eficacia estas formas especiales de beta-amiloide y no se forman los depósitos que inducen la muerte celular.
Según los investigadores, demostrar que las células que expresan e incrementan más la actividad de la Pcp son más resistentes al daño que provoca la proteína beta-amiloide puede suponer un avance muy significativo desde la perspectiva del tratamiento, pero también para el diagnóstico de la enfermedad. «Podemos hacer que esta enzima protectora aumente su actividad específica mediante fármacos adecuados, lo que resulta muy interesante para los tratamientos contra la dolencia», afirmó el responsable del proyecto, José Manuel Martínez Martos.
Respecto al diagnóstico, los expertos apuntan que esta enzima puede servir como marcador para detectar la enfermedad. «Si un análisis muestra unos valores alterados de la actividad de esta enzima con respecto a los que se definen como normales en personas sanas, serviría para alertar sobre la presencia de la patología», vaticinó el investigador.