La amoxicilina es un antibiótico, parecido a la penicilina, que se emplea para tratar infecciones bacterianas, sean respiratorias, de oído, garganta y tracto urinario, entre otras, o como tratamiento combinado con otros fármacos para eliminar la bacteria causante de las úlceras, la Helicobacter pylori. Sin embargo, se ha utilizado de manera habitual en cuadros de resfriados y gripes, para tratar la tos asociada y prevenir el desarrollo de neumonía. En este artículo se describe un estudio que demuestra que la amoxicilina no es útil para las infecciones gripales ni para prevenir neumonía en personas con bajo riesgo de sufrirla. Además, se explican las consecuencias del mal uso de los antibióticos.
Los antibióticos no son eficaces ante infecciones víricas. En concreto, la amoxicilina no es útil para tratar la tos asociada a infecciones respiratorias leves. Así ultima un estudio publicado en ‘The Lancet Infectious Diseases’, donde se discute la eficacia de este antibiótico para prevenir neumonías a personas con bajo riesgo de padecerla.
Amoxicilina, ¿solo cuando hay infección?
«Los pacientes que toman amoxicilina no se recuperan mucho más rápido ni tienen menos síntomas». Es la irrefutable conclusión a la que llega el coordinador de la investigación, Paul Little, de la Universidad de Southampton (Reino Unido).
En el estudio, los científicos analizaron a más de 2.000 adultos con infecciones respiratorias leves de doce países europeos (Inglaterra, Gales, Holanda, Bélgica, Alemania, Suecia, Francia, Italia, España, Polonia, Eslovenia y Eslovaquia) que siguieron una pauta antibiótica con amoxicilina o un placebo, tres veces al día durante una semana.
España está a la cabeza de los países europeos que más consumen antibióticos
Los resultados apuntan pocas diferencias entre los dos grupos comparados, incluso con el análisis de distintas variables, como ser mayor de 60 años, en el que la eficacia del antibiótico fue muy limitada. Sin embargo, los autores señalan que han encontrado algunos datos discordantes: en el grupo placebo hubo un 19,3% de personas que presentaron síntomas nuevos y peores frente a 15,9% del grupo que tomaba amoxicilina. Sin embargo, quienes tomaron antibióticos sufrieron más efectos secundarios (28,7%) que los que recibieron placebo (24%).
Little puntualiza que, a pesar de que todas las personas se recuperan sin tratamiento, hay un pequeño porcentaje que sí obtienen beneficios con él, pero ello no es premisa para generalizar el uso de antibióticos en pacientes con bajo riesgo de neumonía.
De hecho, una investigación realizada 2012 por científicos de la Universidad de Washington (EE.UU.) y publicada en la revista ‘Journal of the American Medical Association’, ya aseguraba que los antibióticos, como la amoxicilina, no ayudan a combatir la mayoría de las infecciones sinusales, aunque se prescriban de manera habitual. Los científicos apuntaban que diez días de tratamiento con antibiótico -en comparación con un grupo placebo- ni alivian los síntomas ni ayudan a reincorporarse a las actividades diarias antes.
Mal uso de los antibióticos y sus consecuencias
Según datos de la ESAC (Vigilancia Europea del Consumo de Antimicrobianos), es difícil establecer con exactitud el consumo de los antibióticos de la población española, a excepción de los que se usan en el ámbito hospitalario. Se estima que un 30% de los más utilizados se pueden aún obtener sin receta (práctica prohibida desde el 1 de abril de 2010) o bien forman parte de restos de tratamientos antibióticos previos.
España está a la cabeza de los países europeos que más consumen antibióticos y, de forma paralela, de los que tienen una mayor tasa de resistencias. El 90% del consumo de antimicrobianos se registra en el ámbito extrahospitalario y el 85% se destina al combate de resfriados, gripe o dolor de cabeza, a pesar de que son inútiles frente a estas enfermedades y pueden generar problemas de resistencia. Para empeorar la situación, los más empleados son los de amplio espectro (que eliminan una amplia variedad de bacterias, ya sean Gram positivas, bacterias Gram negativas, anaerobios, etc.), con mayor impacto en el desarrollo de las resistencias.
A pesar de este escenario poco alentador, según los datos del último Eurobarómetro, los españoles son los ciudadanos de la Unión Europea más conscientes del problema que genera el abuso de estos medicamentos, y el 51% de los encuestados aseguraba haber recibido información durante el último año sobre los riesgos de tomar antibióticos contra resfriados o gripe, frente al 37% de promedio en la UE.
La diferencia entre una infección bacteriana y una vírica estriba en el agente patógeno que la provoca.
Las bacterias son microorganismos vivos unicelulares. La mayoría no causan ningún daño al ser humano, conviven con él e, incluso, en algunos casos, le benefician, como el lactobacilo. Sin embargo, a veces, invaden el organismo y producen enfermedades: aquí entran en juego los antibióticos, que evitan que crezcan y se multipliquen.
Los virus (del latín, “toxina” o “veneno”) son agentes infecciosos que solo pueden multiplicarse dentro de las células de otros organismos. De hecho, son partículas que contienen en su interior material genético. No todos los virus provocan enfermedades, ya que muchos se reproducen sin causar ningún daño al organismo infectado. Algunos son rechazados por el sistema inmunológico antes de que puedan provocar una infección; unos, como el virus de la gripe, una vez contraído sigue su curso hasta que se cura; y hay otros, como el VIH, que pueden generar infecciones crónicas, que sucede cuando el virus se sigue multiplicando al escapar de los mecanismos de defensa del sistema inmune. Según recalcan los expertos, los antibióticos no sirven para las infecciones víricas, aunque se han desarrollado fármacos antivirales para el tratamiento de infecciones víricas graves.