Para que nuestro corazón se mantenga fuerte y sano, lo primero que se debe tener en cuenta es hacer frente a una serie de enemigos muy conocidos: la hipertensión, la obesidad, la diabetes, el sedentarismo y el tabaquismo. La lista es extensa, pero quedaría incompleta si no incluyera otro enemigo de la salud cardiovascular algo más desconocido: la contaminación. Para los expertos, es el noveno factor de riesgo modificable de las enfermedades crónicas. En el siguiente artículo se explica cómo influye la contaminación en la salud del corazón.
Aire contaminado, mayor riesgo de trombos y coágulos
La contaminación es, para los expertos, el noveno factor de riesgo modificable de las enfermedades crónicas. Su influencia ha ido creciendo en las últimas décadas y, hoy en día, es tal que solo en el año 2010, último periodo del que se tienen datos, causó 3,1 millones de fallecimientos, según «The Global Burden of Disease Study».
Su relación con la enfermedad cardiovascular ha quedado evidenciada en distintos estudios, razón por la que los especialistas en esta área demandan medidas que nos protejan de la polución. «La contaminación atmosférica está altamente relacionada con enfermedades respiratorias y cáncer de pulmón, pero no debemos olvidar que las micropartículas que se encuentran en el aire, en especial las PM2,5, también influyen en nuestra salud cardiovascular», explica el doctor Ángel Sánchez-Recalde, editor asociado de Revista Española de Cardiología y vocal de la Sección de Cardiopatía Isquémica de Cuidados Agudos Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Según este experto, en días de alta contaminación hay un gran aumento de estas partículas respirables, las más peligrosas por su alta capacidad de penetración en las vías respiratorias y porque la mayoría de ellas proviene de elementos no naturales, como las emisiones de los vehículos diésel. Son peligrosas porque favorecen el desarrollo de trombos y coágulos, además de provocar un incremento de la presión arterial y producir vasoconstricción de las arterias que aportan sangre al corazón y al cerebro. El riesgo está en que esos factores pueden ser los responsables del desarrollo de infartos de miocardio y de accidentes cerebrovasculares, así como de arritmias cardiacas que pongan en riesgo la vida de pacientes con antecedentes de enfermedad cardiaca.
Por esa razón, en jornadas donde se anuncian altos picos de polución, se aconseja resguardarse lo más posible de ella, ya que una exposición crónica y mantenida puede favorecer la progresión rápida de la enfermedad arteriosclerótica con un mayor acúmulo de grasa en las arterias coronarias. Y la recomendación es en especial importante para los mayores. «La población más vulnerable son los pacientes de edad avanzada, con enfermedad cardiaca previa o con factores de riesgo de enfermedad coronaria como la diabetes», puntualiza el doctor Sánchez-Recalde.
La contaminación acústica y su impacto en el corazón
Como indican los especialistas, la contaminación atmosférica es peligrosa para la salud cardiovascular. Pero no es el único tipo de polución ante la que se tiene que estar alerta.
La acústica también puede llegar a crear problemas, si la persona se expone a un ruido mayor de 65 decibelios, que es el que los expertos consideran que puede derivar en estrés biológico, además de aumentar la presión arterial. Si ese ruido se produce de manera intensa y continuada, incluso podría llegar a provocar un accidente cardiovascular.
Esa fue la conclusión de un trabajo publicado en British Medical Journal, donde se investigó y analizó el número de ingresos hospitalarios y la mortalidad por accidente cerebrovascular, enfermedad coronaria y enfermedad cardiovascular en una población cercana al aeropuerto de Heathrow (Londres). El estudio constató que los residentes de las zonas donde había más ruido tenían un 24% más de riesgo de ingresar en el hospital debido a un ictus, un 21% más de riesgo de ingreso por enfermedad coronaria y un 14% más de riesgo de ingreso debido a enfermedad cardiovascular que quienes vivían en zonas donde había menos ruido. En cuanto al riesgo de muerte, el riesgo relativo de mortalidad por ictus fue del 21%; para la enfermedad coronaria, del 15%; y para la enfermedad cardiovascular, del 16%.