La obesidad es un enfermedad que puede afectar al crecimiento y el desarrollo de los niños, así como provocar sobrecarga cardiaca o afectar a la respiración. Una dolencia, además, que se debe tener en cuenta dado el aumento de su incidencia, a razón de 350.000 nuevos menores obesos por año en el mundo.
Según el último trabajo publicado en la revista Nature por el investigador de la Universidad de Washington en St. Louis Peter Turnbaugh, la ausencia o reducción de algunas de las bacterias de la flora intestinal es un nuevo factor que hay que considerar en la obesidad. El descubrimiento viene a sumarse a la lista de problemas ya conocidos como la dieta o el sedentarismo. Peter Turnbaugh apunta en ese sentido que las personas obesas tienen una composición bacteriana sensiblemente diferente de la de las personas con un peso normal.
Cuanto menor es el número de bacteriodetes intestinales, una de las dos clases principales (la otra son los firmicutes) de «bacterias buenas» que ayudan en el proceso digestivo, se da una mayor incidencia de la enfermedad. El investigador de la Universidad de Washington realizó un estudio con 12 pacientes obesos y descubrió que al someterse a dieta, la proporción de bacteriodetes aumentaba.
Unas bacterias más activas
Peter Turnbaugh comprobó también que las bacterias intestinales de ratones con sobrepeso -animales cuya biología digestiva es muy parecida a la de los humanos-, extraían más cantidad de energía de los alimentos. Además, si se transfería la flora intestinal de ratones obesos a otros con peso normal, estos aumentaban la proporción de grasas.
En cualquier caso, aún surgen algunas cuestiones a las que encontrar explicación. Entre ellas, si las pequeñas diferencias halladas entre obesos y no obesos son suficientes para explicar una variación tan grande en el peso.