El virus VHC, causante de la hepatitis C, infecta a 170 millones de personas en todo el mundo sin que la gran mayoría tenga la más mínima conciencia de ello, lo que justifica su apelativo de «epidemia silenciosa». Entre el 60% y el 80% de los afectados no desarrolla síntomas, que pueden retrasarse hasta 20 ó 30 años y, en ese tiempo la infección, que sería curable si se tratara pronto, se hace crónica y puede progresar hacia cirrosis y cáncer de hígado.
Este virus se transmite sobre todo por contacto con sangre infectada o con agujas o instrumentos punzantes contaminados. Al no haber vacuna, la prevención es fundamental, sobre todo cuando el retraso en el diagnóstico reduce al 50% la eficacia de las actuales terapias y no se esperan avances antes de dos o tres años. Se justifica así el encuentro celebrado en el Real Colegio de Médicos de Londres para situar la enfermedad en la agenda informativa, sanitaria y ciudadana.
«El problema número uno es el infradiagnóstico», destacó Michael Manns, presidente de la Fundación Alemana del Hígado, quien recordó que los casos diagnosticados no pasan del 25% y que ni siquiera los profesionales de Atención Primaria son conscientes de ese déficit, ya que solo el 59% pregunta a sus pacientes sobre los factores de riesgo de la infección, lo que no favorece su detección precoz. Aunque los cinco millones de personas con el virus de la hepatitis C sitúan a Europa Occidental como un área endémica baja (España, con una prevalencia estimada del 1,6%-2,5%, está en un rango medio continental), le sobran motivos para tomarse el problema en serio. «La prevalencia del VHC desciende en los países desarrollados, pero la de enfermedades del hígado aumenta por el retraso en el diagnóstico», indicó Manns, que citó en particular el cáncer hepático.
Ese tumor es «el quinto más prevalente, pero el tercero más mortal», aseguró Fabien Zoulim, del Hospital Universitario de Lyon. La secuencia habitual no deja lugar a dudas sobre ese peligro tumoral. Primero, un 15% de personas infectadas se libera del virus de forma natural, mientras el 85% cronifica la enfermedad. Después, un 20% de casos crónicos moderados y graves desarrolla cirrosis en las siguientes dos décadas. Y luego una parte (el riesgo anual llegaría al 4% de ese grupo) progresa a cáncer en 10-20 años. De hecho, el 76% de tumores hepáticos tiene su origen en una hepatitis C, que también está en la raíz del 63% de los trasplantes de hígado por cirrosis en Europa.
Zoulim apuntó diversas variables asociadas con la progresión de la infección, como la larga duración de ésta, la mayor edad al infectarse, el consumo de alcohol o la coinfección con el virus de la hepatitis B o el VIH causante del sida. También aclaró que la enfermedad no siempre es tan asintomática -aunque sus síntomas poco específicos compliquen su diagnóstico-, ni provoca sólo dolencias hepáticas, ya que se asocia a un amplio abanico de problemas hematológicos, dermatológicos, renales, endrocrinos, oculares, vasculares, neuromusculares y de tipo autoinume.