La ingesta de alcohol en exceso no es la única causa que está detrás de la cirrosis. La hepatitis C y los cambios en los hábitos alimenticios inciden en la prevalencia de esta enfermedad que afecta al hígado. Las cifras facilitadas por los expertos del Congreso Nacional de la Sociedad Española de Patología Digestiva, celebrado en Marbella (Málaga), así lo avalan. Los casos de cirrosis por alcoholismo crónico han descendido en las tres últimas décadas del 80% al 50%, un porcentaje similar al que ocasiona en la actualidad la hepatitis C crónica.
El 1,5% de la población española está infectada por este virus. La cirrosis puede evolucionar en dos de cada diez de estos enfermos en el plazo de 15 ó 20 años. El jefe del Laboratorio de Hemodinámica Hepática del Hospital Clínico y Provincial de Barcelona, Jaume Bosch, señala que estos casos de hepatitis, que saltan ahora a la luz, están causados por las intervenciones médicas y el contagio por jeringuillas o transfusiones de sangre, cuando aún la medicina desconocía la existencia de dichos virus.
Ojo con la obesidad
Pero también la obesidad o la malnutrición motivan la aparición de enfermedades hepáticas crónicas. Para combatirla, los tratamientos actuales se centran en corregir las complicaciones derivadas de la cirrosis. Las dos más frecuentes son la hipertensión portal, que padecen seis de cada diez cirróticos en el momento del diagnóstico, y la encefalopatía hepática, que puede desarrollar entre el 50 y el 70% de estos pacientes. ¿Los síntomas de esta última? En principio, temblor característico, desorientación espacial y temporal, y dificultad para escribir que degenera en alteraciones del sueño y rigidez muscular.
Por su parte, la hipertensión portal ocasiona grandes hemorragias y retenciones de líquidos en el abdomen y supone la primera causa de muerte en las personas con dolencias hepáticas. Bosch apunta que su tratamiento ha evolucionado mucho en las últimas dos décadas. Antes no se trataba hasta que el paciente no presentaba hemorragias. Hoy en día la prevención es fundamental. El tipo de tratamiento a aplicar varía en función del enfermo, desde los farmacológicos a los endoscópicos o médicos.