Entre un 3 y 5 por ciento de los niños que acuden al colegio son hiperactivos y ésta es la principal causa del fracaso escolar. Este trastorno -reconocido ahora por la comunidad científica como trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se da en todas las zonas del mundo, y es más frecuente en los chicos que en las chicas. No obstante, según estadísticas estadounidenses, la incidencia se calcula entre los 750.000 y 1.600.000 niños, lo que supone cerca de un 7 por ciento. Sin embargo, muchos autores cifran la incidencia hasta en un 17, «puesto que muchos de estos niños no son diagnosticados y son tratados como conflictivos», según explica Isabel Menéndez Benavente, psicóloga infantil.
Aparece entre los dos y seis años y los más afectados tienen de 6 a 15: aunque pueden manifestar sólo los síntomas de la falta de atención o sufrir la hiperactividad de forma asilada, lo más frecuente es que ambos problemas se den de manera simultánea y empiecen a remitir durante la adolescencia.
No hay unanimidad en cómo habría que considerar al TDAH, porque mientras para algunos no es más que un trastorno frecuente en la infancia, para otros sí que es una enfermedad que puede ser curada si se diagnostica a tiempo. Algunos investigadores creen que incluso es un error grave intentar clasificar como enfermedad a una serie de problemas psicológicos que afectan a muchos niños. Para Menéndez Benavente, «se trata de un trastorno que presenta un desajuste funcional del cerebro, por lo que no se trata de educación ni de problemas estrictamente psicológicos, también existe una evidencia biológica».
Sin embargo, hay datos preocupantes, como que el 40 por ciento de los niños hiperactivos tienen dificultades en el aprendizaje, lo que provoca que muchos abandonen los estudios en la adolescencia. Casi la mitad sufre además problemas de ansiedad, rabietas, y el 20 por ciento de estos niños presenta síntomas de baja autoestima o depresión.
Algunos padres suelen mostrar sentimientos hostiles hacia sus hijos hiperactivos, sobre todo porque no comprenden que el niño se comporte como «un inmaduro y maleducado», como a veces ellos mismos lo definen. Este trastorno puede acentuarse en caso de que los padres no le presten la suficiente la atención, por lo que es vital que conozcan cuanto antes cómo deben comportarse. Los expertos aconsejan a los padres que adopten unas normas claras para que el niño sepa qué es lo que se espera de él, y si aconsejan los castigos cortos para que sean eficaces, rechazan en cambio los físicos. Igual de importante es marcar horarios estables de comida, actividades, sueño y otras tareas fijas para no alterar el ritmo de vida del niño, propiciar un ambiente ordenado y tranquilo. Y tan importante como no dejarse manipular por los caprichos que pidan es ir dándoles pequeñas responsabilidades.
Los padres terminan padeciendo la hiperactividad de forma indirecta, ya que muchas veces ellos se ven obligados a formar parte de los entretenimientos que buscan para sus hijos. Así, una de las madres con un hijo hiperactivo dice: «Cuando está muy inquieto le llevamos a un parque para que juegue, corra, salte… y claro, nosotros también». El deporte y los ejercicios de relación física son una manera de controlar la hiperactividad, hacer que se cansen y que estén más tranquilos durante unas horas.
La creatividad juega un papel fundamental en la cabeza de quienes tienen que cuidar a estos niños. Por ejemplo, hay familias que crean en sus casas rincones de actividades para que hagan diferentes cosas y que van cambiando periódicamente para que los niños no se aburran. Un truco muy utilizado es habilitarles un sitio con ropas viejas, sombreros y telas para que el hijo se disfrace, asuma diferentes personajes y pase las horas, por ejemplo.