El 27 % de los españoles utiliza la homeopatía; de ellos, el 87 % la recomendaría a sus allegados porque “les funciona”. A pesar de su popularidad,la medicina y la farmacopea rechazan los remedios homeopáticos como medicamentos eficaces para combatir una enfermedad. Los consideran tan solo un placebo y un negocio de millones de euros basado en la ambigüedad, ya que no hay estudios científicos que garanticen su validez terapéutica. Ahora, el Gobierno prevé expulsar a la homeopatía y otras terapias alternativas de los centros sanitarios y universidades, en una ofensiva pionera en Europa contra las pseudociencias. Por eso, a continuación, abordamos los puntos clave de una de las más extendidas en España.
1. ¿Qué es la homeopatía?
Es una pseudociencia nacida en el siglo XIX al amparo de unas creencias sin ningún fundamento racional, que ha pervivido hasta nuestros días porque, a diferencia de otras pseudoterapias, no produce daño alguno. Así lo afirma Juan Pablo Ordovás, farmacéutico y jefe de sección del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Dr. Peset de Valencia. «Su creador, el médico alemán Samuel Hahnemann, basándose en el arbitrario principio de que lo similar cura lo similar, mantenía que diluciones repetidas en agua de determinados productos naturales (ley de los infinitesimales, también sin base científica) hacían cada vez más potentes sus efectos cuanto más diluidos estaban. Matemáticamente, la dilución llega a un grado en el que ya no es posible que existan moléculas del ingrediente original. Los homeópatas idearon la teoría de la memoria del agua (nunca demostrada), que alega que ésta mantiene las características terapéuticas atribuidas al principio activo», explica Ordovás. En la actualidad, dichas diluciones se aplican a bolitas de azúcar que se venden como medicamentos para sanar múltiples males.
2. ¿Cómo se introduce en España?
Quizás una de las razones por la que la homeopatía se popularizó con rapidez entre la población española fue que en sus orígenes era una terapia «de reyes», ya que llegó a nuestro país de la mano de la Casa Real. Fueron los padres de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (cuarta y última esposa de Fernando VII y madre de Isabel II) los que trajeron en su séquito personal a su médico homeópata, Cosmo M. de Horatiis, en una de las visitas a su hija. Años después, la Reina Isabel II nombró médico de cámara al también homeópata José Núñez Perna, al que hizo marqués, que luego fundaría el Hospital Homeopático en Madrid. Ubicado en la calle Eloy Gonzalo de la capital, hoy es patrimonio histórico-artístico que, además de albergar un hospital tradicional, posee consultas externas de homeopatía y una farmacia-museo dedicada a esta disciplina.
3. ¿Una ciencia destronada?
Durante más de 200 años, la homeopatía ha contado con el apoyo de reyes e instituciones y ha sido un negocio apoyado por el Estado; una disciplina que se ha nutrido de la ignorancia y la tolerancia del sistema médico y farmacéutico, con el aplauso de la población en general. Pero esto ha empezado a cambiar. ¿Qué ha arruinado su reinado no solo en España, sino en casi todos los países?
En 2009 la Organización Médica Colegial (OMC) reconocía a la homeopatía como acto médico. Por lo tanto, exigía para ella los mismos requisitos científicos y éticos que para cualquier otra actividad médica e instaba a los facultativos a prescribir fármacos que hubieran demostrado su eficacia. Ahí está el meollo de la cuestión: los productos homeopáticos no superan los mismos controles que los de los medicamentos convencionales, ni hay ninguna evidencia científica que demuestre su eficacia más allá del efecto placebo.
4. ¿Estos productos son medicamentos?
Legalmente, un medicamento es un compuesto que ha demostrado seguridad y eficacia para el tratamiento de un determinado problema de salud en ensayos clínicos; paradójicamente, si se le añade el apellido «homeopático», el compuesto tan solo tiene que ser seguro para el paciente y no tiene por qué demostrar eficacia alguna en un ensayo clínico. «Han sido los países nórdicos los primeros en negarse a atribuir la condición de medicamento a productos cuya eficacia clínica no está demostrada de manera científica», alega el farmacéutico Juan Pablo Ordovás. «Por contra -continúa-, países como Alemania o Francia (que tienen una industria próspera en este terreno) los defienden fervientemente. En mi opinión, no son medicamentos, sino productos homeopáticos, salvo que pasen el filtro de demostrar su eficacia, como cualquier otro fármaco».
Imagen: A_Different_Perspective
5. ¿Amimefuncionismo?
Así se ha bautizado la corriente que avala la homeopatía con el argumento de «a mí me funciona». En España, lo afirma un 87 % de quienes la utilizan con regularidad. «El problema no es si le funciona a mucha gente, sino por qué la homeopatía es tan popular», razona el experto. La pregunta está muy ligada a cuestiones como por qué las personas creen en la magia, el reiki o los videntes. «No es que estos métodos no funcionen, sino queutilizan el engaño; venden como curativo algo que en realidad no es más que ilusión, esperanza o deseo. Algo que, desde la farmacología, conocemos bien: el efecto placebo«, indica. Sin duda, uno de los grandes beneficios de la homeopatía es que se centra en el individuo, el prescriptor escucha y realiza un traje a medida, humaniza el acto médico y nadie niega que la predisposición a curarse, y por qué no, un placebo, son factores claves en la recuperación de un enfermo.
6. Bolitas de azúcar a 60 millones de euros
La industria farmacéutica es poderosa en todo el globo. En España, facturó más de 15,5 millones de euros en 2016, según datos de Farmaindustria. ¿Y la homeopatía? A pesar de la crisis por la que atraviesa debido a las nuevas leyes y normativas, las principales empresas asentadas en el país facturan alrededor de 60 millones de euros. Sin embargo, la mayoría de los productos que se comercializan en España se fabrican fuera. El laboratorio más veterano en territorio nacional es Boiron, el gigante homeopático francés que aterrizó en 1984 y que factura más de 20 millones anuales. Le sigue otro titán, el alemán Heel, con más de 200 millones facturados en todo el planeta y unas ventas nacionales de más de 17 millones en 2016. No obstante, el descenso del 20 % en las ventas de 2017 constata un hecho: se está produciendo un cambio muy significativo en la percepción que la población tiene de estos preparados. Las bolitas de azúcar empiezan a dejar de ser rentables.
7. Marcando la diferencia
¿Qué diferencia hay entre una fórmula galénica tradicional y una homeopática? En principio, las buenas normas de laboratorio se aplican para ambos tipos de formulaciones. Pero existen diferencias relevantes. «Cuando realizamos una fórmula galénica magistral, es fundamental aplicar un riguroso control de calidad; tanto de las materias primas, como en los procesos de elaboración, las dosis o concentraciones utilizadas», explica el jefe de sección del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario Dr. Peset de Valencia. Tras la elaboración de la formulación (cápsulas, jarabes, ampollas…), solo la aprobación de dicho control de calidad permitirá un uso seguro del medicamento formulado. Sin embargo, en los productos homeopáticos, el control de calidad del producto final resulta inviable, según el experto: «Tras múltiples diluciones, es frecuente que no existan moléculas de la sustancia inicial en la solución y cualquier error de dilución es imposible de detectar; dado que no hay sustancia alguna que medir, no podemos cuantificar la dosis».
8. ¿Alguien a favor?
Si la homeopatía es prácticamente inocua, ya que funciona como un placebo, ¿cómo la defienden aquellos profesionales que la recomiendan frente a las continuas críticas que está sufriendo desde todos los ámbitos? El médico homeópata Francisco Bautista Sosa, miembro de la Federación Española de Médicos Homeópatas(FEMH), alega que están «completamente a favor» de una regulación integral del sector de la terapéutica homeopática, tanto en lo que respecta a los medicamentos, como en lo referido a la formación y el ejercicio de la homeopatía. «Nuestro interés es garantizar una atención de calidad y seguridad en los medicamentos que utilizamos para nuestros pacientes, y desde hace varios años trabajamos en esta línea», subraya. Cierto que la homeopatía es más cercana al paciente, al tratar no solo el síntoma, sino intentar indagar el origen de su mal más allá de lo físico.
9. ¿Qué es el oscillococcinum?
Así se llama el producto homeopático más vendido en el mundo, propiedad de los laboratorios Boiron. El oscillococcinum se emplea, como reza su prospecto, «para el alivio temporal de los síntomas similares a los de la gripe, tales como: dolores de cuerpo, dolor de cabeza, fiebre, escalofríos y fatiga…». ¿Cuál es su multifuncional principio activo? «Un extracto de hígado y corazón de pato criollo (Cairina moschata), diluido 1:100 (una parte en cien de agua) 200 veces, lo que significa que, al final, no queda ni una sola molécula de pato criollo en el producto», detalla el farmacéutico Juan Pablo Ordovás. Según indica, es algo que supera la capacidad de comprensión de una hipótesis farmacológica. «La justificación de esta composición proviene de principios del siglo pasado, cuando un tal Joseph Roy creyó que un conjunto de enfermedades (entre ellas la tuberculosis, el cáncer y las paperas) eran producidas por una bacteria que denominó ‘Oscillococcus’. Una teoría que, esta vez sí, resultó ser falsa, claro», alega.
10. ¿Homeopatía en las farmacias?
Las farmacias son un reclamo para la venta de productos sanitarios. Aportan seguridad al cliente, ya que cuando un ciudadano traspasa su umbral, espera encontrar un profesional competente que le aconseje sobre los medicamentos de forma objetiva, independiente, veraz y orientada a sus necesidades como paciente. También espera encontrar productos eficaces. Al no haber ningún producto homeopático autorizado por Sanidad como medicamento, no deberían dispensarse como tales en las farmacias. Hace poco, de hecho, el Ministerio de Sanidad ha declarado ilegal la venta de 4.000 de estos productos, con su consiguiente retirada del mercado farmacéutico.