Los expertos afirman que el 90% de los españoles no está satisfecho con su físico. Con el tiempo han ido descubriendo en sus cuerpos pequeños o grandes defectos que tratan de corregir de todas las maneras posibles. Dietas milagrosas que prometen la pérdida de hasta cinco kilos en menos de una semana, liposucciones o aumentos de pecho en sencillas intervenciones quirúrgicas son algunos de los métodos elegidos para conseguir un cuerpo que se supone perfecto.
Esta preocupación por conseguir el físico soñado se convierte para mucha gente en una obsesión que excede todos los límites racionales. Abandonan casi todas sus actividades sociales, se miran continuamente al espejo, visitan la báscula con demasiada frecuencia, están obcecados por verse musculosos, dedican sus horas libres casi en exclusiva al gimnasio, muestran «demasiado» interés por los anabolizantes y demás productos dopantes y entrenan sin un objetivo claro. Son, en definitiva, adictos al gimnasio.
Ingesta de anabolizantes
El psiquiatra Harrison G. Pope les bautizó en el año 1993 como vigoréxicos. La vigorexia, también llamada dismorfia muscular, es una patología -la comunidad médica internacional aún no la ha reconocido como enfermedad- que afecta sobre todo a hombres entre 18 y 35 años. A pesar de tener un cuerpo hipermusculado, nunca se ven lo suficientemente fuertes. En Estados Unidos, cerca de un millón de personas podrían estar afectadas por este desorden emocional que les impide percibirse tal y como son en realidad. Este problema, según los especialistas, está muy extendido entre los culturistas.
Este culto al cuerpo viene además agravado por la ingesta de sustancias artificiales (asteroides y anabolizantes) para mejorar el entrenamiento. A los problemas óseos y articulares debidos al sobrepeso que tiene que soportar el esqueleto, la falta de agilidad y el acortamiento de músculos, el abuso de la toma de estos componentes expone al vigoréxico a un riesgo mayor de padecer enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas, disfunciones eréctiles o disminución del tamaño de los testículos.
Lucha por superarse
Para el doctor Carlos Imaz, especialista en trastornos psicológicos relacionados con trastornos alimentarios, «vivimos en un mundo donde damos demasiada importancia a la imagen y es normal que surjan patologías a causa de esto». «El vigoréxico se mira al espejo y se ve enclenque. Realiza ejercicio al límite de sus posibilidades. Es una lucha continua por superarse», señala este psiquiatra.
La vigorexia se puede confundir con cuadros de trastornos alimentarios porque también modifican su alimentación para evitar alimentos grasos. «Los vigoréxicos necesitan valoración por parte de los demás y esa falta de valoración la buscan en esa mejora de su condición física. Acuden al gimnasio como una manera de eludir o afrontar inadecuadamente esa falta de autoestima. No tienen conciencia de malestar y eso limita el tratamiento», esgrime.