No hay dudas. Un nuevo estudio confirma que las temperaturas extremas se asocian a riesgos importantes para la salud y a un aumento de la tasa de mortalidad. El trabajo, llevado a cabo por el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental, de Barcelona, aporta datos preliminares de un seguimiento de 24 años de las muertes en los días de mayor calor de cada año. Las personas mayores y los niños menores de un año son los más frágiles y en quienes se deben extremar las precauciones. Además, se ha demostrado que seguir los planes de prevención contra las olas de calor disminuye el número de fallecimientos.
Imagen: carthesian
Los termómetros han vuelto a dispararse este verano. Las autoridades sanitarias de varias comunidades autónomas españolas han emitido un aviso de alerta. El Estudio sobre los Efectos de las Temperaturas Extremas en Cataluña (ETEC), llevado a cabo por el Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL), de Barcelona, demuestra que estas advertencias deben tomarse en serio. Este trabajo, todavía inédito, ha realizado un seguimiento de la tasa de mortalidad registrada en Cataluña del 15 de mayo al 15 de octubre entre los años 1983 y 2006 y su relación con las olas de calor.
Para establecer esta relación, los investigadores han tomado como referencia el 5% de los días más calurosos en cada zona de toda la comunidad catalana, gracias a los datos obtenidos a partir de 69 estaciones climáticas y, aunque los días más calurosos varían de un área a otra, en este estudio se han considerado temperaturas extremas las situadas en torno a los 30 grados centígrados, según ha informado Xavier Basagaña, investigador del CREAL. Se sabe, por otros estudios, que las temperaturas superiores a 25 grados ya representan un riesgo para la salud y que, a medida que éstas suben, aumenta la tasa de mortalidad.
Mortalidad y subida de temperaturas
Los datos preliminares de este estudio, que analiza un periodo de 24 años, han revelado que la tasa de mortalidad aumenta en torno a un 20% más durante las jornadas de temperaturas extremas y que ésta se distribuye en tres días. «En el mismo día caluroso aumenta un 4%, al día siguiente, un 10%, y al cabo de dos días, un 8%. Esto se debe a que hay personas que pueden sufrir un ataque de corazón y fallecer un par de días después», sintetiza Basagaña.
Las autoridades sanitarias insisten en pedir a la población que beba agua en abundancia, sobre todo, los ancianos
Las defunciones no siempre se deben al temido golpe de calor, hay muy pocas que se relacionen directamente con esta causa. De manera habitual, ocurre que el calor actúa como el detonante de la muerte por otras causas, ya sean enfermedades cardiovasculares, respiratorias o cerebrovasculares previas. Las personas más frágiles son las mayores, a partir de 65 años, y quienes tienen problemas de salud. «En ellas, el organismo tiene un mayor estrés para mantener la temperatura constante y hay un mayor riesgo de sufrir un episodio cardiovascular. Parece que los bebés también son frágiles y que pueden tener más problemas debido a los efectos del calor. En cambio, no hay diferencias por sexos», declara el investigador.
Interrogantes abiertos
¿Qué es más peligroso ante el calor extremo: vivir en una ciudad o en un pueblo? ¿Qué actividades profesionales tienen más riesgo de fallecer por el calor? ¿Se conoce bien el perfil de los afectados? Estos son algunos interrogantes que los investigadores todavía deben estudiar y resolver, admite Basagaña. De momento, el estudio confirma los resultados de otros trabajos europeos y españoles, aunque cabe destacar que muchos de ellos se realizaron sobre una sola ciudad.
Sin embargo, la disponibilidad de los datos de una autonomía entera permitirá llegar a conclusiones de mayor calado. Un análisis más pormenorizado de los resultados del trabajo permitirá saber si la distribución de las cifras de mortalidad es homogénea en todo el territorio o si difieren en función del tipo de área: urbana o agrícola. No obstante, ya se lanzan algunas conclusiones.
Soportar el calor en las zonas húmedas es peor que en las secas. Uno de los mecanismos del cuerpo para «perder» el calor es la evaporación del sudor. Pero cuando la humedad del aire es alta, la evaporación no sucede y, por mucho que se sude, el organismo apenas elimina calor. En este caso, el riesgo de deshidratarse es mayor, ya que se pierden líquidos y sales muy importantes con la sudoración. Ésta es la razón por la que las autoridades sanitarias insisten en pedir a la población que beba agua en abundancia. Esta medida preventiva es fundamental, sobre todo, entre los ancianos, ya que con la edad disminuye la sensación de sed, expone Basagaña.
La prevención funciona
Otra conclusión importante de la investigación realizada por el CREAL es que los planes de prevención contra las olas de calor funcionan. Después de la ola de calor histórica del año 2003, varias autonomías los han instaurado. Cataluña puso en marcha su Plan de actuación para prevenir los efectos sobre la salud (POCS) en el año 2004. Tras analizar la tasa de mortalidad en la comunidad catalana una vez aplicado este plan, se ha constatado que la registrada en el periodo 2004-2006 ha decrecido un 7,7% respecto a la acaecida entre los años 2001 y 2003.
Según el Departamento de Salud catalán, este resultado es compatible con el hecho de haber aplicado el POCS en los grupos más vulnerables. De nuevo este verano, entre el 1 de junio y el 15 de septiembre, este plan se ha vuelto a activar.
Respecto al descenso de la tasa de mortalidad, Basagaña revela que, «tal vez, la población esté ahora más concienciada y se tome las recomendaciones más en serio. No obstante, hay que estudiarlo en detalle y añadir dos años más (hemos llegado hasta 2006) a la investigación». Si se tienen más características de cada año, se podrá certificar mejor el impacto de las medidas preventivas en la reducción de las cifras de mortalidad.
Las temperaturas excesivas constituyen un serio peligro para la salud de los grupos considerados de riesgo: personas mayores, niños, personas con discapacidad física o mental, enfermos mentales, quienes viven solos o en situaciones precarias, quienes realizan una actividad laboral o física intensa al aire libre, los pacientes que toman ciertas medicaciones y quienes tienen enfermedades crónicas. El calor extremo provoca la pérdida de líquidos y sales como el potasio, el sodio o el cloro, indispensables para el organismo humano que, a su vez, causa deshidratación o agotamiento extremo, informa el Departamento de Salud catalán. Por esta razón, se han elaborado carteles con recomendaciones para la población, a fin de concienciar de ciertas medidas protectoras.
En el domicilio, se aconseja mantener las ventanas cerradas y las persianas bajadas durante el día y abrirlas durante la noche para airear el hogar, utilizar el aire acondicionado o el ventilador, permanecer en las estancias más frescas, beber con frecuencia y refrescarse con duchas y toallas mojadas.
En la calle, se recomienda evitar salir y realizar ejercicio en las horas centrales del día, de mayor sol y calor, llevar gorras y un botellín de agua para beber con frecuencia, mojarse la cara, pasear por zonas umbrías y vestir ropa de algodón fina y holgada. También se desaconseja ir en coche durante las horas de más calor y se advierte de la importancia de no dejar a los niños en el interior del vehículo con las puertas cerradas. Como medidas generales, se insiste en la necesidad de beber agua, evitar las dietas muy calientes y con mucho aporte calórico y limitar la actividad, así como salir a la calle, en las horas de más insolación.