La siesta es reparadora hasta el punto de aumentar el rendimiento laboral, descargar la ansiedad y desbloquear la mente, aunque conviene no prolongarla demasiado, ya que un excesivo descanso vespertino podría alterar el ciclo normal del sueño. ¿Cuánto tiempo es el recomendable? ¿Qué consecuencias tiene en nuestro organismo si se prolonga? Los especialistas recomiendan siestas de entre 10 y 20-30 minutos diarios y nunca más de 40. Sin embargo, ni siquiera llega al 10% de los españoles que tiene la oportunidad de disfrutar de ese ratito para combatir el sopor que nos invade a mediodía, frente al 22% de los alemanes o el 16% de los italianos. Conozca las ventajas que conlleva descansar después de comer y cómo hacerlo de la manera correcta.
Un paréntesis en la jornada
Descansar un rato después de comer es una costumbre antigua. La procedencia etimológica de la palabra “siesta” y del verbo “sestear” está en la llamada por los romanos “hora sexta”, en torno a las 14,00 y 16,00 horas. Tradicionalmente la siesta se practica entre ese período de tiempo, por lo que de la expresión “hora sexta” derivó la palabra “siesta”.
Nadie duda de que el sueño ocupa un lugar relevante dentro de nuestra calidad de vida e influye en nuestro estado de la salud. Por ello, los expertos repiten continuamente lo importante que es dormir lo suficiente. Pero, independientemente de las horas de descanso nocturno, alrededor del mediodía el cuerpo delata cierta somnolencia. ¿A qué se debe, entonces?
“No es por la comida, como suele pensarse, es que el cerebro pide un parón”, afirma Victoria de la Fuente, psicóloga especialista en alteraciones del sueño de la Unidad de Alteraciones del Sueño del Institut Dexeus de Barcelona, quien asegura que es por eso que tomamos bebidas estimulantes después de comer como el café o el té. “La siesta es un período en el que el cerebro precisa de un breve descanso (entre las dos y las cuatro de la tarde). Por eso tenemos sueño en este periodo de tiempo. La digestión produce un pequeño estado de sueño que se une a la siesta”, afirma el conocido neurofisiólogo Eduard Estivill.
Duración de la siesta
Respecto a la pregunta de si esta costumbre latina es recomendable, el doctor Estivill afirma tajante: “para los niños hasta los cinco años es imprescindible, para los adultos es recomendable, pero siempre corta. No más de veinte o treinta minutos.”
En la duración exacta de la siesta los expertos no se ponen de acuerdo. La psicóloga Victoria de la Fuente, que también considera muy recomendable la siesta, fija su duración entre diez y veinte minutos mientras explica que ese tiempo “es suficiente, para quedarnos en los primeros peldaños del sueño y no interferir en la vigilia”. En la misma línea, César Escalante, psicólogo clínico de la Unidad de Salud Mental del Hospital Reina Sofía de Córdoba y estudioso de la siesta por encargo del Colegio de Psicólogos de Andalucía, recomienda siestas de entre diez y cuarenta minutos, ya que un sueño más largo “puede producir lo contrario de lo que buscamos. Al sobrepasar el tiempo de no vigilia salimos con malhumor, tenemos dificultad para despertar y la sensación de no haber descansado”.
Esa sensación de modorra y mal genio tras la siesta se produce cuando el descanso se prolonga en exceso “porque profundizamos demasiado en el sueño y entramos en la etapa de movimiento rápido de los ojos conocida como sueño REM (Rapid Eyes Movement) y ya no nos resulta tan fácil despertar”, comenta Victoria de la Fuente.
A medida que el sueño avanza se va produciendo un bloqueo en la recepción de la información sensorial que facilita el dormir. El bloqueo sensorial y la parálisis muscular, que impide que representemos aquello que soñamos, se hacen más intensos cuanto más profundo es el sueño. Esa es la razón de que un despertar durante el sueño profundo, sobre todo si ya se ha entrado en la fase REM, que es en la que se producen los sueños en forma de narración, provoca gran desorientación y confusión.
Por esta razón lo ideal- según el doctor Estivill- es una siesta “cada día, de veinte minutos y en el sofá, no en la cama”. Un hábito que el doctor considera desaconsejable “sólo para los insomnes graves”.
En los niños, según Victoria de la Fuente, una siesta evita que algunos pequeños estén hacia las siete de la tarde “tan irritados e inquietos, así como episodios de sonambulismo y terrores nocturnos”.
¿Hábito mediterráneo?
Esa cabezadita después de comer, ese duermevela en el sofá junto a la televisión, constituye un placer reparador al que el Senado ha concedido carta de naturaleza: la Comisión de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, en su sesión de 28 de octubre de 2002, aprobó un informe para la difusión de la dieta mediterránea en cuyo texto puede leerse: “Los estudios científicos asocian las virtudes de la dieta mediterránea no sólo a la ingesta de los productos que la integran sino a un ‘estilo de vida’ multifactorial que se vincula a la vida familiar, con un alto grado de afectividad y ocio compartido, a hábitos como la lactancia materna y a costumbres como la siesta y el ejercicio físico”.
Sin embargo y, como suele decirse, contra todo pronóstico, la costumbre de la siesta está más extendida en otras partes de Europa que en el área mediterránea. Un estudio del Instituto para la Investigación del Sueño y la Medicina de Regensburg (Alemania), promovido por la revista ‘Neurology’, descubrió que casi uno de cada cuatro alemanes echa una cabezadita después de comer. El mismo estudio, basado en una amplia encuesta telefónica realizada entre 19.000 ciudadanos en cinco países europeos, sorprendió a sus autores, ya que no se esperaban que los alemanes fueran los más celosos de “la cultura de la siesta”, por delante de los italianos (16%), los británicos (15%), los españoles (9%) y los portugueses (8%). Según el estudio los alemanes duermen más la siesta porque se levantan muy temprano, sobre las seis de la mañana.
El resultado no significa que a los españoles no les guste echarse la siesta. De hecho, si hacemos un pequeño sondeo a nuestro alrededor sobre cuál sería descanso ideal para afrontar la jornada laboral de la tarde, la preferencia de la siesta sobre el deporte, el paseo o las compras es abrumadora. Tal vez sea por ello que se practica más durante vacaciones y días de descanso, hasta el punto que los problemas de sueño aumentan considerablemente tras los periodos vacacionales debido a que se alteran los ciclos sueño-vigilia por hábitos irregulares.
La siesta y el trabajo
Otra de las ventajas es que hacer un alto en la jornada laboral para dormir puede incrementar el rendimiento de los trabajadores. Y como al 22% de la población germana le gusta dormir en horario laboral, según el estudio de la Universidad de Regensburg, la pequeña ciudad de Vechta, al suroeste de Hamburgo, se decidió a permitir a sus funcionarios echar una cabezada en el despacho o marcharse a casa durante 20 minutos tras la comida para descansar o relajarse de alguna otra manera.
Al parecer, estos empleados, que en un principio acogieron la medida con escepticismo, tras un tiempo comenzaron a trabajar mejor, aumentando su rendimiento diario. Y para Victoria de la Fuente la consecuencia es totalmente lógica, ya que a su entender el rendimiento intelectual, la capacidad de concentración y atención, así como la alerta cerebral y su capacidad de reacción, mejoran tras un tiempo de reposo. La opinión del psicólogo César Escalante es coincidente: “la siesta potencia la memoria y la concentración, despeja el umbral de conciencia y permite iniciar nuevas fases de actividad cerebral de un modo más despierto y relajado”. Lo mismo cree el doctor Estivill y es la opinión generalizada de la mayoría de los especialistas que, además, están convencidos de que gracias a este intervalo, al reactivarse el estado de alerta y la concentración, los índices de accidentes y errores cometidos por falta de sueño o reposo, bajan.
Por eso, cada vez son más las empresas que han decidido incorporar a su plantilla los beneficios de la siesta y para ello muchas han decido habilitar salas para que sus empleados puedan relajarse en cómodos sillones. Se están poniendo de moda las salas de descanso o “nap lounges”. Es una traducción moderna de lo que sucede en las salas de televisión de los hostales de carretera donde paran los camioneros a reponer fuerzas.
Y mientras este descanso a media tarde, “nunca después del las cinco”, según Victoria de la Fuente-, puede servir a una gran parte de la población para “reponer fuerzas”, para otros puede significar mucho más, dependiendo de la capacidad de atención que requiera su trabajo y el riesgo que conlleve. Sirva como ejemplo la estadística de la Dirección General de Tráfico (DGT) que apunta como causa del 31% de los accidentes mortales que se produjeron en las carreteras españolas en los meses de verano del año 2000 a la distracción o somnolencia del conductor. Durante este periodo se produjeron al menos 232 accidentes que causaron casi 300 muertos. A lo largo de todo el año 2000 se produjeron por esta causa más de 35.000 accidentes con víctimas. El sueño provoca casi el mismo número de muertes que el alcohol.
Por su parte, otro de los grandes defensores de la siesta, el doctor Jim Horne, del Centro para la Investigación del Sueño en la Universidad Loughborough en el Reino Unido, asegura que en su país la mayoría de los accidentes de tránsito ocurren entre las dos y las cinco de la tarde. El doctor Horne considera que cuando el sueño asalta a un conductor, estacionar y toma una siesta puede salvar su vida.
Para no cometer errores
Para poder beneficiarnos de la siesta sin riesgos, ni sentirnos culpables por practicar lo que algunos llamarían el “yoga hispánico” por su poder de descongestión del cerebro, conviene tener en cuenta algunos aspectos, avalados por los diferentes expertos consultados.
- La siesta es recomendable para todos.
- El reposo a media tarde es especialmente beneficioso para los niños.
- Se desaconseja la siesta para las personas que padecen insomnio o tienen problemas con los ciclos sueño-vigilia (como los trabajadores nocturnos).
- La duración ideal de la siesta se puede situar en torno a la media hora. Diez minutos pueden ser suficientes.
- Sobrepasar los cuarenta minutos de siesta distorsiona los efectos positivos de este hábito porque entramos en un sueño profundo del que nos cuesta despertar.
- Es mejor el sofá o una butaca cómoda para reposar que la cama, así se asegura una duración más cercana a la ideal aconsejada por los expertos.
- Una siesta no es una pérdida de tiempo, ya que contribuye a mejorar el rendimiento cuando se reanuda la actividad y reduce los riesgos a los que nos exponemos en nuestra actividad laboral debido a que con ella se aumenta la agudeza mental.