La timidez en la adolescencia

La ansiedad y la falta de confianza en uno mismo, los principales obstáculos
Por Benyi Arregocés Carrere 13 de noviembre de 2003

¿Recuerda sus primeras conversaciones con el sexo opuesto? ¿No se atrevía a dar el primer paso? La timidez afecta con mayor frecuencia y de forma más intensa a los adolescentes, un segmento de edad que atraviesa en esos años grandes cambios. Se hacen nuevos amigos y se inician nuevas relaciones. Los expertos aseguran que esta reacción de inseguridad se vence gracias al aprendizaje. Conozcamos la opinión y el consejo de cinco psicólogos sobre este tema tan consultado y al mismo tiempo tan sencillo de solucionar, según los especialistas.

Motivos de su aparición

La timidez es un rasgo de la personalidad que todos tenemos en mayor o menor grado y que se muestra de manera más acusada en ciertos momentos. “Es una reacción de inseguridad que aparece cuando la persona entra en contacto con situaciones que implican relación con otros”, indica la psicóloga Almudena Porres Salces. Suele afectar en mayor medida a determinados tipos de personalidad, por ejemplo, es más habitual cuando coinciden “la introversión, un cierto grado de hermetismo y dificultades de comunicación, o cuando en la infancia ha faltado confianza y afecto por parte de los padres”, señala Teresa Pont, vicepresidenta de la comisión deontológica del Colegio de Psicólogos de Cataluña.

Los adolescentes constituyen uno de los grupos más afectados por la timidez, según Antonio Cano Vindel, profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). “En esta etapa se agudizan los problemas de la timidez por tres motivos”:

  • Porque se ha dejado de ser un niño y no se tienen bien aprendidos los nuevos roles sociales.
  • Debido a los cambios que experimenta el propio cuerpo, hecho que puede llegar a provocar problemas de aceptación de la nueva imagen corporal.
  • A causa de los cambios hormonales, que se encuentran relacionados con las emociones. Por esta razón se da una mayor incidencia de la vergüenza y de la irritabilidad.

Tanto la predisposición genética como el entorno social de los primeros años de vida son determinantes en el origen de la timidez, expone Cano Vindel. “En la timidez pueden influir factores genéticos -como la introversión- o factores del aprendizaje, ya que desde pequeños se van aprendiendo una serie de comportamientos en el entorno del niño y no es lo mismo tener padres introvertidos que extrovertidos. También aparecen emociones propias del aprendizaje social, como la vergüenza. Nos socializan, y aunque siendo bebé no hubiera importado estar desnudo, a un niño de 7 u 8 años le puede dar vergüenza”.

Respecto al origen de la timidez, cada vez más expertos coinciden en destacar que la influencia del entorno es mayor. Explican que si el niño vive en un entorno acogedor, tendrá menos posibilidades de ser tímido. “En las experiencias precoces de la vida, si la criatura percibe que es deseada, querida y recibe una base de estabilidad afectiva y seguridad en sus necesidades básicas, tendrá una mayor confianza en sí misma”, argumenta Pont.

Las causas de la timidez en la adolescencia suelen ser distintas que en otras etapas de la vida. Incide por igual tanto en chicos como en chicas. “Por ejemplo, en el adolescente se produce una desconfianza en uno mismo porque la personalidad todavía no está conformada; o temores porque todavía no se han adquirido demasiadas habilidades sociales”, explica Porres Salces.

En líneas generales, la timidez puede surgir por “una sobreprotección familiar, debido a un ambiente familiar autoritario, una situación escolar en la que los niños se sientan menospreciados o por una circunstancia social en la que se sientan infravalorados por sus iguales. Estas experiencias provocan en la persona una sensación de bloqueo que les impide enfrentarse a situaciones sociales”, explica la psicóloga Mónica Elorza.

La timidez no es sinónimo de introversión. Las personas introvertidas son personas que se concentran en su mundo interior y que no necesitan relacionarse con los demás. “La diferencia fundamental es que el tímido no sabe cómo relacionarse con los demás y el introvertido no lo necesita, es decir, no busca relacionarse con el resto”, señala Elorza.

Problemas más acusados

Los adolescentes tímidos suelen preocuparse en exceso del qué dirán y temen una crítica negativa. Todo esto provoca una ansiedad que les impide realizar algunas actividades con normalidad y hace que intenten evitarlas, por “la falta de confianza en si mismos y el miedo a hacer el ridículo”, apunta Elorza. Nos referimos a las relaciones sociales -sobre todo con el sexo opuesto-; cuando se quiere empezar o acabar una conversación; también cuando se trata con desconocidos; ante la necesidad de tomar la iniciativa o asumir responsabilidades y en el momento de hablar en público o expresar sentimientos.

Por otra parte, la timidez se puede producir en diferentes ámbitos. Es decir, a un adolescente le puede dar reparo hablar en público, pero en otra situación distinta, por ejemplo, iniciar una conversación, no preocuparse en absoluto. Pero es que la timidez genera, además de las mencionadas señales físicas y otras como la taquicardia, pensamientos negativos y sentimientos de frustración en la persona, añade la psicóloga Amaia Bakaikoa.

Consejos

Los expertos insisten en que la manera de que los adolescentes superen este problema pasa por el aprendizaje y aportan una serie de pautas orientadas a este fin:

  • “Conviene ponerse en el lugar del otro. Los demás también pueden tener el mismo temor”, apunta Antonio Cano Vindel.
  • No evitar las situaciones de temor, sino enfrentarse a ellas. “Es entonces cuando se cambiará el temor por satisfacción”, señala Cano Vindel. Es más, no afrontar los momentos de timidez puede hacer que “se genere más miedo y que la timidez se generalice a otras situaciones”, apunta Bakaikoa.
  • “Es importante tratar de aprender a controlar la expresión corporal y facial, así como saber recrear situaciones de la vida normal para analizarlas y corregirlas”, expone Porres Salces.
  • Tener pensamientos positivos. “Sustituir los pensamientos negativos como ‘no te enfrentes, lo vas a hacer mal’, por positivos: ‘se puede aprender, me va a salir bien’ “, explica Amaia Bakaikoa.
  • Conocerse a uno mismo. La intención es que los tímidos “sepan cuáles son sus puntos fuertes y cuáles los débiles. Si hacen esto, serán capaces de poder aceptarse y convivir con sus características”, afirma Pont.
  • Comunicarse. Esto es esencial porque sólo por el hecho de contar lo que produce timidez, ésta ya pierde su “poder terrorífico”, señala Pont.

Cuándo ir al psicólogo

Explican los especialistas que la timidez no implica que uno deba ir al psicólogo en la adolescencia. Basta con seguir los susodichos consejos. Sólo en algunos casos en que se produce una timidez patológica conviene acudir al médico. ¿Cómo distinguirla? “Puede haber síntomas que les impidan alcanzar logros en su contexto, que en esa edad se trata del colegio y las relaciones sociales. Por ejemplo, podría suceder que un joven no sea capaz de relacionarse con nadie o que por miedo a preguntar en clase no saque las notas adecuadas a su nivel intelectual. Entonces sí debería acudir al psicólogo”, explica Porres Salces.

Según los expertos, es importante no confundir la timidez con la fobia social. “La timidez es un rasgo de inhibición social con mayor o menor intensidad pero no permanente, es decir, no impide el contacto con el medio. Sin embargo, la fobia social es un temor irracional, acusado y persistente ante situaciones publicas”, afirma Pont.

En la fobia social el afectado evita las relaciones sociales interpersonales, con la presencia de importantes cuadros de ansiedad si no lo puede hacer. “La timidez es similar a la fobia social, pero no tan intensa. Un adolescente tímido afronta las situaciones sociales y aunque le cueste hacerlo, una vez que da el paso suele dejar de pensar en el qué dirán y empieza a sentirse a gusto”, explica el psicólogo Cano Vindel.

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