La alergia a medicamentos representa un problema de salud pública importante, no sólo por el aumento de su frecuencia, sino por las dificultades de su diagnóstico. En muchos casos, se carecen de pruebas fiables. Según los alergólogos, esta dificultad es el resultado de la característica peculiar de los alergenos medicamentosos, que suelen ser de estructura química variada y relativamente simple, lo que les obliga a unirse a otras estructuras moleculares más complejas, ocultando así su presencia. Pero esta dificultad diagnóstica no sólo reside en su estructura química, sino también en la diversidad de medicamentos que invaden el mercado y en la complejidad que suponen los tipos de reacción desencadenados.
Aún conociendo el tipo de medicamento y la forma de reacción dentro de un tiempo óptimo transcurrido, las pruebas alérgicas poseen una fiabilidad relativa, resultando muy difícil tanto afirmar como negar que la reacción ocurrida ha sido provocada por alergia a un medicamento determinado. Al igual que los alimentos, los medicamentos pueden provocar reacciones adversas que no obedecen a un mecanismo alérgico. Existen también distintos tipos de manifestaciones adversas que coinciden con la administración de un fármaco y que, a veces, producen lesiones cutáneas que, aunque son provocadas y coincidentes con la toma de medicamentos, no suponen ninguna sensibilización previa.
En asmáticos con intolerancia frente a fármacos con acción analgésica, como la aspirina, pueden producirse reacciones que no corresponden a un mecanismo alérgico. Otras, en cambio, se presentan en forma de erupciones cutáneas generalizadas, como consecuencia de la liberación de toxinas bacterianas que a veces coincide con la administración de antibióticos.
Por último, existen reacciones llamadas anafilactoideas, sin intervención de anticuerpos alérgicos, como ocurre tras la administración de contrastes yodados, que pueden inducir reacciones severas e incluso conducir al colapso y shock. Cuando existe riesgo vital, el alergólogo puede realizar la prevención en personas con factores de riesgo.
En los últimos diez años, se han sucedido reacciones de tipo anafiláctico, algunas severas, como consecuencia de la utilización de artículos de látex, alergia que afecta con más frecuencia al personal sanitario y a los sujetos atópicos. Guantes, catéteres, tapones, etc., contienen látex.
Su frecuente manipulación termina por sensibilizar al personal sanitario a través de las partículas que se desprenden en el medio, actuando como verdaderos alergenos inhalantes o bien debido al contacto directo con la piel. Representa un problema serio para desarrollar la actividad laboral habitual.
Las manifestaciones más frecuentes son la erupción cutánea, acompañada de picor, o en forma de rinitis y conjuntivitis por inhalación o contacto. Los sujetos atópicos constituyen un grupo de riesgo. Los niños pueden sensibilizarse al entrar en contacto prematuro y reiterado con chupetes y biberones, o manipular juguetes de goma, globos o pelotas. Una vía frecuente de sensibilización en los adultos es la genital, usar preservativos que pueden originar reacciones. Por ello, debería adjuntarse un prospecto previniendo sobre estas reacciones. En estudios transversales con pacientes hospitalizados, se ha calculado que la prevalencia de las reacciones alérgicas a medicamentos oscilaba entre el 6% y el 15%, estimándose el riesgo para provocar una reacción alérgica en torno al 2% para la mayoría de los fármacos.
En la práctica, los medicamentos que figuran en primer lugar como desencadenantes de reacciones alérgicas son los antibióticos y, de ellos, los derivados de la penicilina. Existen reacciones de intolerancia a ciertos fármacos, como en el caso del asma producida por analgésicos, que no corresponden a la reacción alérgica típica.
Los síntomas que aparecen como manifestación de alergia medicamentosa son múltiples y variados, aún cuando las manifestaciones cutáneas son las más habituales. Sin embargo, el cuadro más peligroso es el que corresponde al síndrome de anafilaxia, que a veces puede conducir al colapso y a la muerte. En estos casos aparecen hipotensión, dificultad respiratoria, urticaria generalizada y también manifestaciones digestivas, si el medicamento se ha tomado por vía oral.
La lista de medicamentos capaces de producir una reacción alérgica sería casi interminable, pero existe una relación directa entre la frecuencia de su consumo y la magnitud de las reacciones provocadas. Es conveniente que, en caso de presentar una reacción adversa a un medicamento, ésta pueda ser debidamente caracterizada lo antes posible por un especialista.
La positividad de los tests diagnósticos va perdiendo fiabilidad a medida que transcurre el tiempo de la reacción y, aunque el paciente conserve la memoria inmunológica, la reactividad suele ser tan baja que oculta la sensibilización. También existe diferencia en cuanto a la fiabilidad de las pruebas según el medicamento implicado y la reacción desencadenada. Posiblemente, en el momento presente, la mayor fiabilidad diagnóstica corresponda a la sensibilización causada por el látex. La Universidad de Navarra ha desarrollado una técnica «in vitro» que ofrece un alto grado de especificidad y sensibilidad para ponerla de manifiesto. Esta prueba, denominada Test de Activación de Basófilos y que se realiza mediante citometría de flujo, representa el primer procedimiento diagnóstico que se realiza en España, y ofrece una gran seguridad para la prevención y tratamiento de los pacientes sensibilizados al látex.
Resulta evidente emplear técnicas diagnósticas que no supongan riesgo para las personas con alergia a medicamentos, como pueden ser las habituales pruebas cutáneas y mucho más las pruebas de provocación con fármacos.
La prevención de la alergia medicamentosa es un objetivo a perseguir: se parte del principio de prescribir fármacos sólo cuando existe una indicación clara. Y es preciso interrogar al paciente sobre sus reacciones medicamentosas previas y que la información conste en las historias clínicas. Imagine que usted tiene alergia al látex y va a sufrir una operación donde se manipulen las vísceras. El contacto de los guantes del cirujano, si fueran de látex, podría provocar una reacción anafiláctica, por lo que el paciente debe hacerlo saber.