Un estudio de la Consejería de Sanidad y Bienestar Social sobre las ondas de telefonía móvil revela que los efectos sobre la salud de estas ondas electromagnéticas, que desprenden las antenas de móviles, sólo se producen en el plano término, y se evitarían con la imposición de limitaciones en la emisión.
El estudio sitúa a estas ondas dentro del rango de la radiación electromagnética no-ionizante, es decir, no portan suficiente energía como para poder romper los enlaces químicos. En este sentido, se señala que por si solas, las ondas no pueden inducir a la formación de sustancias extrañas ni deteriorar materiales sensibles como el ADN o complejos enzimáticos.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que la base de los procesos cancerígenos se encuentra en el deterioro del ADN, el carácter no-ionizante de estas ondas parece indicar que no sean las causantes de estas patologías, aunque el informe señala que si son posibles efectos bioquímicos por cooperación, de manera que la radiación potencie sustancias o fenómenos que conjuntamente pudieran producir alteraciones, no producidas individualmente.
Aparte de los efectos bioquímicos, las ondas electromagnéticas presentan claros aspectos biofísicos, así como el rango de frecuencias donde importa el efecto térmico, cuya influencia en la salud es innegable. Este efecto térmico se debe a las corrientes eléctricas que induce toda onda electromagnético variable, que disipan energía, en mayor o menor cuantía dependiendo de los coeficientes de conductividad e inducción.