Los tics no son un trastorno poco frecuente entre la población infantil en España, ya que hasta uno de cada seis niños (16,86%) registra alguno de estos movimientos o sonidos repentinos y repetitivos, según un estudio liderado por una investigadora del Hospital General Yagüe de Burgos. Además, la incidencia es mayor en los niños que en las niñas y suelen desaparecer o disminuir con la edad, según los resultados que publica el último número de la revista «Pediatric Neurology».
«Los tics son un trastorno muy frecuente», según asegura Esther Cubo, autora principal del estudio. No obstante, «la mayoría son trastornos leves que no tienen repercusión funcional», precisa. Estos trastornos suelen ser hereditarios en el desarrollo tecnológico de la infancia y se caracterizan por movimientos repentinos, repetitivos y estereotipados, con un resultado longitudinal de mejora gradual en la mayoría de los sujetos.
Si bien se han realizado diferentes estudios epidemiológicos, este es el segundo que se hace en España y posee un mayor tamaño poblacional que el primero, que solo registró datos de dos centros escolares. En este trabajo se ha determinado la prevalencia de los trastornos de tic en una muestra de 1.158 escolares en la provincia de Burgos, aunque las cifras, según los autores, son extrapolables al resto de la población española. Además, en el estudio han observado que mientras en las escuelas ordinarias un 16,86% de los estudiantes tenían tics, el porcentaje ascendía hasta el 20,37% en los centros de educación especial.
Los autores analizaron también la existencia de otros trastornos asociados, como el trastorno por déficit de atención, tras lo que observaron que fluctúan y aumentan en un contexto de estrés, como pueden ser problemas en la familia o en la escuela. Además, los diagnósticos más graves fueron tics motores crónicos (6,07%) y síndrome de Tourette (5,26%).
Los estudios epidemiológicos señalan que, a medida que pasan los años, si no desaparecen, disminuyen en cuanto a intensidad y frecuencia. Aunque la causa es todavía desconocida, los investigadores señalan que se trata de un trastorno de supresión de movimiento involuntario en el circuito entre los ganglios basales y la corteza motora. En estudios de neuroimagen funcional se ha comprobado que en las personas con tics hay ciertas áreas del cerebro que están sobreactivadas o no se activan correctamente para suprimir estos movimientos o sonidos involuntarios.