Los trasplantes de islotes pancreáticos no acabarán definitivamente con la diabetes, pero ayudarán mucho a conocer mejor la enfermedad y a curar a algunos pacientes. Estos implantes permitirán a ciertos diabéticos (los casos más graves y cuyo trastorno metabólico esté más descompensado) dejar de inyectarse insulina a diario. En esos islotes, que son microscópicos, están las células beta que se encargan de fabricar la insulina que necesita el organismo.
Los más de 40 trasplantes de islotes de páncreas llevados ya a cabo en la Universidad de Alberta, en Edmonton (Canadá), han obtenido un elevado porcentaje de éxito. Muchas de esas personas, al año de haber recibido el implante, no han vuelto a necesitar más dosis de insulina y ha mejorado su calidad de vida.
El proyecto lo dirige en Edmonton el profesor James Shapiro, y va a ser aplicado en otros diez centros de todo el mundo (seis de Estados Unidos, uno de Canadá y tres de Europa -Inglaterra, Suiza e Italia). En España, el único hospital autorizado para la extracción de células o islotes pancreáticos es Carlos Haya. El hospital malagueño dispone ya de un laboratorio donde se harán esas extracciones, aunque aún tardará entre dos y tres años en realizar el primer implante de islotes pancreáticos.
Expertos consultados indican que no deben crearse falsas expectativas, porque esas intervenciones no supondrán la curación de todos los diabéticos. Sólo una parte de ellos podrá beneficiarse de estos implantes para superar su trastorno. Esta terapia está aún en la fase de investigación clínica.
Uno de los factores que limitan las posibilidades de hacer un número elevado de trasplantes es que son necesarios dos o tres donantes de páncreas por cada receptor. Por eso los médicos deben hacer una rigurosa selección de los candidatos que pueden ser objeto de un implante, con la finalidad de lograr el máximo aprovechamiento de los páncreas disponibles. Los pacientes diabéticos con más opciones de recibir esos implantes son aquellos cuya enfermedad no está controlada a pesar de la insulina que se inyectan a diario.
Otro elemento clave en todo este proceso es la lucha contra el rechazo. El organismo humano tiende a no aceptar los islotes pancreáticos que recibe. Para evitar ese rechazo, las personas trasplantadas deben seguir de por vida un tratamiento con fármacos inmunosupresores y someterse a revisiones médicas periódicas.
En el apartado positivo, los implantes representan una clara mejora de la calidad de vida de los pacientes, ya que dejan de ponerse insulina y les desaparece la hiperglucemia que tenían. Sin embargo, a veces es preciso -como ha sucedido en el proyecto que se desarrolla en Edmonton- hacer dos o tres trasplantes a un mismo paciente, porque se produce un rechazo en el primer intento.
Una vez que se logra un donante de páncreas la actuación que se efectúa es la siguiente: los cirujanos extraen el órgano del cadáver. En un laboratorio específico se separan en fresco los islotes o células del páncreas, que a continuación se cultivan en una cámara especial llamada Ricordi. Los islotes se tratan con colagenasa (o derivados), que es una enzima que se encarga de digerir la parte fibrótica del islote.
Cuando los islotes han sido purificados por completo en el laboratorio, se inyectan en el torrente sanguíneo del paciente para que lleguen al hígado. Normalmente, el trasplante se hace a través de la vena porta (la que drena toda la sangre del intestino). El paso siguiente es fundamental para conseguir que el implante sea un éxito, y consiste en tratar al enfermo con medicamentos inmunosupresores, cuya misión, como ya hemos mencionado, es evitar el rechazo.