El láser ha entrado también con fuerza en la cirugía de la próstata. En Estados Unidos se ha convertido en los últimos años en el tratamiento de elección para aquellos varones que padecen hiperplasia benigna de próstata, un crecimiento anormal de esta glándula que comprime la uretra e impide el paso de la orina. En España, esta técnica se está introduciendo tímidamente, pese a las ventajas que presenta.
El crecimiento de la próstata cuando es benigno no es peligroso, pero complica mucho la vida a quien lo padece. La presión de la próstata sobre la uretra obliga a orinar con frecuencia y de manera urgente y una acción tan natural como ir al baño puede convertirse en un auténtico problema. Cuando los fármacos no funcionan, el quirófano es la única opción. El láser o vaporización selectiva elimina por completo el tejido de la próstata agrandado «con anestesia epidural, sin sangrado y sin necesidad de que el paciente ingrese en el hospital», explica el urólogo Santos Giménez Artieda. Este especialista dirige, junto al doctor Hernández Villaverde, la Unidad de Láser Prostático del Sanatorio del Valle de Madrid.
Las ventajas para el paciente son indudables, a su juicio. «No hay cicatriz, porque el láser se aplica con un canal del tamaño de un cabello a través de la uretra; el láser sella la zona de intervención, por lo que se evita el sangrado y el paciente puede reincorporarse a su actividad al día siguiente de la intervención». El paciente también sale del hospital sin sonda urinaria, «y lo más importante es que prácticamente se elimina el riesgo de secuela», asegura el doctor Giménez Artieda.
Entre los efectos secundarios más importantes de la cirugía convencional se citan la impotencia y la incontinencia urinaria total o parcial. En la cirugía abierta, la impotencia aparece como secuela entre el 20 y el 30 por ciento de los casos, y la incontinencia entre el 5 y el 8 por ciento de los operados. Las técnicas endoscópicas reducen bastante este peligro, pero no llegan a anularlo como el láser. El tiempo de recuperación también varía entre las tres técnicas, pasando de los tres días como mínimo de la cirugía endoscópica a entre 6 y 24 horas con el láser. La principal limitación de esta técnica es el agrandamiento excesivo de la próstata. Si la glándula es muy grande, se opta por la cirugía convencional.