El consumo inadecuado de antibióticos está directamente relacionado con la aparición de resistencias bacterianas. La resistencia a estos antimicrobianos es un mecanismo natural de defensa que adquieren las bacterias, agentes de muchas enfermedades infecciosas, que las hace inmunes a las sustancias empleadas contra ellas. La automedicación con antibióticos, el incumplimiento de las dosis, del horario de las tomas o la duración del tratamiento, así como un elevado porcentaje de abuso en la prescripción facultativa de estos medicamentos son responsables, en gran medida, de este problema de salud pública que se puede evitar y que se manifiesta con complicaciones en las patologías tratadas, aumento de las hospitalizaciones, contagios y recaídas.
Problema de salud pública
Resulta paradójico que 60 años después de la introducción de los antibióticos numerosas infecciones bacterianas, sobre todo las de las vías respiratorias, “no sólo no se han controlado sino que resultan difíciles de tratar, acaban complicándose y precisan hospitalización”, reflexiona Vicente Palop, médico de familia del Hospital de la Ribera de Alzira (Valencia) y miembro de Grupo de Uso Racional de Fármacos de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC). “Se trata de un problema de salud pública que en España es aún más preocupante que en otros países de nuestro entorno”, añade.
En el año 2000, 20 de cada 1.000 pacientes españoles recibían tratamiento antibiótico diario. Diversos estudios sobre el consumo de antibióticos en la Unión Europea ponen de manifiesto que nuestro país es uno de los que más antibióticos consume, concretamente el segundo de Europa en 1997, por detrás de Francia. Y si bien en el país vecino se consumen más antibióticos, es en España donde se desarrollan más resistencias bacterianas. Esto se debe a la mala utilización que hacemos de las sustancias consideradas el mayor avance médico de todos los tiempos.
“Si un enfermo se automedica o recibe un tratamiento inadecuado con antibióticos para un cuadro vírico, como el de la gripe, y dentro de tres meses contrae una neumonía bacteriana, tiene un 40% de posibilidades de haber desarrollado resistencias a las penicilinas. Esta resistencia anularía la eficacia de numerosos tratamientos”, advierte Palop.
Además, la resistencia de las bacterias frente a los antibióticos puede presentarse, según el presidente de la Sociedad Española de Farmacia Comunitaria (SEFAC), José Ibáñez, por algo tan común como dejar a medias la caja de sobres o comprimidos del antibiótico que el médico nos ha recetado, o por no respetar el horario prescrito para tomar cada dosis. Como consecuencia, puede resultar que la mayoría de esos microorganismos causantes de la infección que ha motivado la ingesta de la medicina hayan muerto, pero tal vez otros hayan conseguido mutar, crear un sistema defensivo y resistir. En estos casos el paciente sigue albergando esas bacterias, que le pueden causar una recaída, y además las transmite.
Las bacterias se defienden
En palabras de Jesús Blázquez, investigador del Departamento de Biotecnología Microbiana del Centro Nacional de Biotecnología (CNB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, “el desarrollo de resistencia a los antibióticos es un proceso natural, inherente a una de las propiedades fundamentales de la vida: la evolución basada en el cambio (mutación) y la selección del mejor adaptado (el resistente)”.
El fenómeno se debe a “la variabilidad natural que se da entre los seres vivos”, en opinión de García de los Ríos, director de la Sección de Microbiología de la Facultad de Farmacia de la Universidad San Pablo CEU. Para que lo entendamos todos, este profesor nos recuerda que todos los seres humanos, aunque pertenezcamos a una misma especie, tenemos caracteres que nos diferencian unos de otros; podemos ser más altos, más bajos, diabéticos, rubios, etc. En las bacterias, agentes de muchas enfermedades, “la siguiente generación aparece en minutos”. Veamos por pasos un ejemplo de este ciclo con el que nos ilustra:
- Una sola bacteria que se reproduzca cada 30 minutos, al cabo de 10 horas (20 generaciones) habrá dado lugar a 1.048.576 individuos de la misma especie.
- No todos serán exactamente iguales, como ocurre en animales o vegetales, puede que uno de ellos haya sufrido una modificación que lo haga resistente a un antibiótico.
- Si sometemos a esa población a un tratamiento con el antibiótico, morirán 1.048.575 bacterias (las sensibles) y quedará 1 (la resistente).
- Si se sigue aplicando a esa población al tratamiento con el mismo antibiótico, salvo excepciones, esa única bacteria dará lugar en otras 10 horas a 1.048.576 individuos resistentes.
“La resistencia a los antibióticos puede afectar a cualquier persona o animal que sufra una enfermedad infecciosa”, afirma el profesor de la Universidad San Pablo CEU. Sin embargo, ahora podemos comprender por qué el doctor Blázquez subraya que la resistencia a los antibióticos es una propiedad de los microorganismos y “nunca del paciente tratado”.
Los antibióticos y su prescripción
La resistencia bacteriana, no obstante, se pone de manifiesto cuando se trata con un antibiótico a un paciente de una enfermedad infecciosa y éste no responde al tratamiento. En condiciones normales la administración de un antibiótico adecuado puede eliminar la mayor parte de la población bacteriana, “mientras que la pequeña parte resistente puede ser eliminada sin problemas por nuestras defensas naturales”, asegura Blázquez. No obstante, puntualiza, la infección “se puede complicar” si nuestras defensas se encuentran “seriamente disminuidas”.
Las enfermedades infecciosas de origen bacteriano (como algunas faringitis, amigdalitis, bronquitis, otitis, infecciones de orina…) se pueden vencer mediante la combinación de un antibiótico y las defensas de la persona afectada, o bien, a veces, sólo con las defensas del paciente, sin ningún tratamiento. García de los Ríos explica que en el proceso terapéutico los antibióticos van destruyendo o inhibiendo a los microorganismos causantes de una enfermedad infecciosa, con la colaboración de las propias defensas del paciente. Junto con el antibiótico, el médico además puede prescribir otras medicinas para paliar los síntomas (inflamación, deshidratación, fiebre…), pero éstas, por si solas, no curan la enfermedad infecciosa.
Los antibióticos actúan “específicamente” sobre estructuras o procesos que sólo existen en las bacterias. Si la enfermedad está producida por otro microorganismo, hongo o virus, los antibióticos antibacterianos no tienen ningún efecto. “En estos casos habría que recurrir, en caso de que existan, a los correspondientes antifúngicos o antivíricos”, explica José Esteban García de los Ríos.
“Los virus son gérmenes más pequeños, aunque no por ello han de ser menos agresivos. Carecen de la membrana celular, los ribosomas o los procesos reproductivos que atacan los antibióticos”, aclara Palop. No obstante, este doctor quiere subrayar que nuestro organismo es un “nicho biológico” en el que existe un “equilibrio” que puede romperse por la utilización abusiva de antibióticos. Palop aclara que esta es la razón, “no medida pero constatada clínicamente”, de muchas enfermedades, como las candidiasis vaginales o infecciones por hongos que suelen aparecer cuando una mujer recibe antibióticos con más frecuencia de la debida.
Sólo un profesional cualificado como el médico está capacitado para valorar un problema de salud y prescribir un tratamiento, sobre todo cuando se trata de una infección, asevera José Ibáñez, preocupado por los diversos estudios que aseguran que en las farmacias españolas se siguen dispensando antibióticos sin receta. En España el dato sobre la adquisición sin receta de antibióticos es muy variable, dependiendo de quién y cómo realice el estudio puede oscilar del 4% al 54% del volumen de ventas.
Desterrar malos hábitos
Los expertos coinciden en que la utilización excesiva e inadecuada de antimicrobianos y la aparición de resistencias bacterianas están relacionadas directamente. Veamos dónde radica este abuso y mal uso de los antibióticos:
- Automedicación. Usar los antibióticos sin haber sido prescritos por el médico. El enfermo puede tener en su botiquín restos de tratamientos anteriores para problemas de salud que él considera similares. Además, en España, a pesar de que la legislación obliga a dispensar los antibióticos sólo con receta, su adquisición sin receta en las farmacias es frecuente. Las cifras de ventas sin receta pueden rondar en torno al 30% de la dispensación de estos compuestos, aunque según quien elabore el estudio los datos varían.
- El grado de cumplimiento de los tratamientos. El enfermo desconoce que un paciente insuficientemente tratado puede tener recaídas y acabar tomando medicación en mayor medida. Para que sea eficaz, el tratamiento debe ser respetado en todos los aspectos prescritos. A saber:
- Las dosis han de ser las correctas.
- Han de respetarse los intervalos de tiempo entre las tomas.
- Hay que seguir las indicaciones en cuanto a la duración y condiciones de las tomas. Si el tratamiento es de 7 días hay que seguirlo hasta el final, sin interrumpirlo al cesar los síntomas, y si hay que mantener el preparado a baja temperatura habrá que guardarlo en la nevera, por ejemplo.
- Las prescripciones inapropiadas de antibióticos. El 36,5% de las recetas de antimicrobianos en Atención Primaria no son apropiadas y, cuando lo son, se recetan sin interrogar al paciente sobre sus antecedentes personales; en el 18,8% no se dan instrucciones al paciente sobre su uso; en un 30% el facultativo no indica la dosis o ésta es incorrecta, y en más del 70% de los casos la duración del tratamiento es errónea. Otro dato revelador apunta que el 70% de las visitas a Atención Primaria España no precisan antibióticos pero que se prescribe sin necesidad en el 40% de ellas.
- La utilización de un 40% del consumo total de antibióticos para favorecer el engorde del ganado y prevenir enfermedades agrícolas. Así los microorganismos resistentes se diseminan entre la población humana y el resto de la naturaleza. Puede comprobarse clínicamente, según el doctor Palop, al hacer los mapas de resistencias o antibiogramas (análisis de orina, sangre o esputos que se efectúan en los hospitales a las personas enfermas) en los que aparecen resistencias, por ejemplo, a las quinolonas, antibióticos que casi ningún paciente ha tomado conscientemente pero que se administran en pequeñísimas dosis al ganado vacuno.
- El uso de antisépticos y desinfectantes domésticos. Aunque no hay estudios sobre ello, los expertos consideran que los productos de limpieza “antibacterias” también pueden provocar que desarrollemos una resistencia común frente a algunos antibióticos.
Conocidas las causas de las infecciones por bacterias resistentes, es evidente que podemos evitar en gran medida su aparición si seguimos los siguientes consejos a la hora de consumir antibióticos:
- No recurrir nunca a la automedicación, aunque se considere que se trata del mismo proceso infeccioso que ya se produjo en otro tiempo. Ésta es una máxima para todos pero es especialmente importante para los ancianos, niños y personas polimedicadas o con enfermedades crónicas.
- Sólo se solicitarán en la farmacia sin receta las especialidades farmacéuticas publicitarias (EFPs). El mejor profesional de farmacia es aquel que, en contra de sus intereses económicos, se niega a dispensar las medicinas que precisan receta sin ella.
- Pedir una exploración médica y, si el facultativo considera necesario prescribir antibiótico, respetar el tratamiento en todos sus aspectos: dosis, intervalos de tiempo, duración y condiciones de las tomas, aunque hayan desaparecido los síntomas.
- Llevar a la farmacia para su destrucción el antibiótico que nos quede al terminar un tratamiento, en lugar de guardarlo en el botiquín. Los profesionales sanitarios sensibilizados con las resistencias bacterianas reivindican de los laboratorios una adecuación de los envases de estas medicinas a los distintos tratamientos, para que el paciente sólo tenga que adquirir la cantidad estrictamente necesaria.
Si se tiene en cuenta esta información se puede evitar agravar un problema de salud pública que se manifiesta día a día con el incremento de enfermedades infecciosas, una mayor mortalidad y demanda sanitaria, y un aumento del coste de los tratamientos, porque son precisos antibióticos de síntesis de última generación para combatir estas resistencias. Medicamentos por lo general muchísimo más caros y con mayor capacidad de generar a su vez resistencias bacterianas.