La osteoporosis es, junto a las alteraciones cardiovasculares y el cáncer, una de las enfermedades más importantes que afectan a la población occidental. Una de cada tres personas mayores de 65 años la padece.
En los últimos años, esta dolencia se ha convertido en una enfermedad muy frecuente en la sociedad occidental. En España, concretamente, existen más de 3,5 millones de personas con osteoporosis, en su mayoría mujeres.
A pesar de los avances conseguidos, aún existe un gran número de personas potencialmente afectadas que no han sido diagnosticadas, y de las diagnosticadas, muchas no la tratan.
La osteoporosis es una enfermedad que produce una disminución de la densidad de los huesos debida a la pérdida del tejido óseo normal. El hueso está correctamente calcificado, pero existe menor cantidad de hueso por unidad de volumen y la falta de resistencia de los huesos produce fracturas con facilidad.
El hueso, un tejido vivo
El hueso es un tejido vivo, en constante renovación. Por un lado se forma hueso nuevo, y, al tiempo, se destruye hueso en la superficie de reabsorción ósea. Aparece osteoporosis cuando se rompe el equilibrio entre ambos procesos, bien porque disminuye la formación de hueso nuevo o bien porque aumenta la reabsorción.
La masa ósea aumenta en los primeros años de vida, durante la adolescencia y en los primeros años de la vida adulta. En la tercera década de la vida se alcanza lo que conocemos como el pico de masa ósea, que determinará si un individuo es proclive a desarrollar osteoporosis a lo largo de su vida. Y esto ocurre porque, tras la menopausia en la mujer, y unos años más tarde en el hombre, se produce una pérdida progresiva de masa ósea. Una dieta adecuada y el ejercicio físico son factores que ayudan a alcanzar un mayor pico de masa ósea, y, por tanto, a prevenir la osteoporosis.
Sólo en un pequeño porcentaje se conocen sus causas. Son las osteoporosis secundarias, en las que ésta aparece como consecuencia de otra enfermedad (como diabetes, enfermedades reumáticas, hematológica…) También el uso continuado de algunos fármacos, como los corticoides o la heparina, pueden producir osteoporosis.
Sin embargo, la gran mayoría de enfermos tienen una osteoporosis primaria. En ella se distinguen tres grandes grupos, la osteoporosis idiopática juvenil o del adulto, sin causa conocida, la osteoporosis tipo I o postmenopáusica (en la que influye decisivamente la falta de estrógenos que se produce en la mujer en ese período de su vida) y la osteoporosis tipo II o senil.
Existen factores que aumentan la pérdida de masa ósea, como la inmovilización prolongada, el tabaco y el alcohol.
La osteoporosis no produce síntomas, no duele. Sin embargo, por esa mayor fragilidad de los huesos, en las personas afectadas aparecen con gran frecuencia fracturas óseas, que son las que producen las manifestaciones clínicas. Las fracturas más frecuentes en la mujer postmenopáusica son las vertebrales, con dolores muy agudos en la espalda y progresivas deformidades de la misma: cambios en las curvaturas de la columna vertebral y reducción progresiva de la talla por aplastamientos vertebrales.
Además, el paciente puede presentar un dolor sordo y continuo, causado por microfracturas, y que muchas veces es el síntoma que lleva al diagnóstico. En los mayores, la osteoporosis se manifiesta por fracturas de los huesos largos, sobre todo en la muñeca, y fémur o cadera.
Diagnóstico y prevención
El diagnóstico de esta enfermedad no es siempre fácil, teniendo en cuenta que interesa llegar a él para intentar prevenir las fracturas. Sería necesario estudiar sus características mediante un análisis del hueso afectado.
Pero se puede acercar al diagnóstico empleando distintas técnicas de imagen que además son también útiles para realizar el seguimiento de la evolución de la enfermedad y medir la respuesta al tratamiento. Entre las técnicas de imagen, la más inespecífica es la radiografía simple del hueso afectado, en la que sólo es posible una valoración muy grosera de la existencia o no de osteoporosis. En los últimos años se han introducido los distintos modelos de densitómetros, capaces de medir la densidad del hueso respecto a un patrón determinado. Con estas técnicas se puede llegar al diagnóstico de osteoporosis en un momento en el que todavía es posible establecer medidas terapéuticas eficaces en la prevención.
Pero el mejor tratamiento de la prevención es mantener una dieta rica en calcio y baja en proteínas, evitar los tóxicos, como el tabaco y el alcohol, y practicar ejercicio físico regularmente.
Cuando la dieta no garantiza una cantidad adecuada de calcio es necesario suplementarla con preparados farmacológicos, teniendo en cuenta que las necesidades diarias de calcio en el adulto son de unos 1.000 miligramos al día y que esta dosis aumentan con el embarazo o la menopausia. En las personas mayores puede ser necesario asociar vitamina D, que facilita la absorción y utilización del calcio. La terapia hormonal sustitutiva administrada a tiempo es eficaz para prevenir la pérdida acelerada de hueso.
En el tratamiento de la osteoporosis se utilizan fármacos que disminuyen la reabsorción de hueso. Entre ellos se encuentran la calcitonina y los bisfosfonatos. Los estrógenos, o algunos agentes similares como el raloxifeno, se utilizan en la osteoporosis postmenopáusica, solos o asociados a alguno de los anteriores.
La investigación en el tratamiento de la osteoporosis busca no sólo compuestos más eficaces inhibidores de la reabsorción ósea sino también tratamientos para estimular la formación de hueso.