El consumo en exceso de hierro resulta tan nocivo como su carencia, e incluso más. Una dieta que incluya un aporte férrico exagerado puede derivar en hemocromatosis, un trastorno del metabolismo que ataca a los llamados «tejidos nobles», como el hígado, el pancreas, el corazón o los testículos. Los archivos sanitarios demuestran que no se trata de una enfermedad rara. Una de cada doscientas personas sufre este mal, que degenera en problemas cardíacos, diabetes y problemas de insuficiencia cardiaca o de piel. «No diría que son malos los productos enriquecidos, pero no sé si cumplen siempre las condiciones que debieran. La dieta debe ser siempre supervisada por un especialista», explica el doctor Ciriaco Aguirre, jefe de servicio de Medicina Interna en el hospital vizcaíno de Cruces.
El especialista, ex presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Vizcaya y catedrático de la Universidad del País Vasco, asegura que la importancia de este mineral es tal que «el control de sus niveles requiere una atención regular y exquisita». «El hierro es uno de los elementos más abundantes en el organismo. Pero cuando se encuentra en exceso es hasta tóxico», recalca el especialista.
El cuerpo humano necesita hierro. Principalmente, para producir hemoglobina, una proteína presente en los glóbulos rojos que contribuye decididamente en la misión de la sangre de distribuir el oxígeno desde los pulmones al resto de los órganos. Desempeña, además, un papel fundamental en el correcto funcionamiento de varios sistemas enzimáticos.
La más conocida alteración ligada a la falta de hierro (ferropenia) es la anemia, más generalizada entre las mujeres, niños y personas mayores. La carencia de este mineral ataca a las células de la piel. Las uñas se debilitan, se cae el cabello y, en ocasiones, se producen también serios problemas de deglución. «Se crea una especie de membrana en la faringe que impide tragar con normalidad», explica. El cansancio, la depresión y los dolores de cabeza suelen ser también síntomas inequívocos de ferropenia.
La opinión del especialista , según explica Aguirre, resulta determinante para descartar otras afecciones con síntomas similares. Y sobre todo, porque un consumo indiscriminado de hierro por vía oral puede provocar «depósitos anormales que, entre los portadores de un gen anormal, suele derivar en hemocromatosis».
Uno de cada diez europeos tiene un gen así, aunque sólo uno de cada doscientos llega a desarrollar la enfermedad. La necesidad de un diagnóstico temprano resulta fundamental para su tratamiento, más aún si se tiene en cuenta los graves daños que puede causar al organismo.
Hasta la fecha, sólo existe una manera de atajar esta enfermedad. Consiste en la realización de sangrías periódicas que permitan ir disminuyendo la cantidad de hierro en la sangre. Al principio pueden hacerse hasta dos a la semana, pero luego se estabilizan a unas cuatro o cinco al año. Por cada medio litro que se extrae, se calcula que se retiran 250 miligramos de hierro.
Los médicos de todo el mundo debaten en la actualidad sobre la oportunidad de utilizar esta sangre para las transfusiones. «Si se controla no tiene por qué ser mala; sólo tiene hierro», defiende Ciriaco Aguirre. La ley, sin embargo, prohíbe su uso para bancos de plasma. El factor hereditario y las trasfusiones suponen, de hecho, los principales aliados de esta enfermedad.
La mayoría de las adolescentes con carencias de hierro han seguido distintas dietas para perder o mantener su peso. Muchos de esos regímenes, casi siempre sin ningún control especializado, coinciden con el inicio de la menstruación, según han alertado investigaciones realizadas en los últimos años. Aunque se ignora por qué, también se sabe que detrás de muchos fracasos escolares se oculta un inadecuado aporte de este mineral. Una correcta y equilibrada alimentación constituye la mejor garantía para combatir los desequilibrios nutricionales del hierro.
Las diferentes enfermedades que pueden estar ligadas a un aporte férrico inadecuado y la necesidad de descartar males peores ante síntomas como un cansancio continuado hacen obligatoria la consulta con un médico. Más aún cuando se trata de cuestiones de nutrición. «Tomar suplementos de hierro sin consejo médico supone un grave error», recuerda el doctor Ciriaco Aguirre.
Los especialistas coinciden en que una persona adulta pierde un miligramo de hierro al día a través de la piel, los mocos, las heces y la orina. Las pérdidas suelen ser mayores entre las mujeres fértiles, a través de la regla, adultos afectados por enfermedades ligadas al duodeno y, sobre todo, niños y personas mayores. Una alimentación insuficiente o demasiado uniforme, puede favorecer una dieta pobre en mineral férrico.
Como regla general, debe tenerse en cuenta que existen dos tipos de alimentos en lo referente a este aporte. Unos contienen hierro hemínico, que es el que mejor absorbe el organismo. Es el caso, principalmente de la carne. Suele decirse que 150 g de carne de vaca reportan los requerimientos que necesita una persona adulta al día. El hierro no hemínico, de peor absorción, está en algunos vegetales y la yema.
Las carencias de hierro se suplen, además de con medicamentos, mediante el consumo de carne preferiblemente sin grasas. El hígado es muy bueno y también el pescado, la leche, sobre todo la materna para los bebés, el marisco, los cereales, y legumbres como las lentejas. Deben comerse con limitaciones la leche condensada, carnes con demasiada grasa, vísceras, bollería y alcohol. El exceso, de más difícil control, puede contenerse mediante el consumo de té.
El hierro es fundamental para el buen funcionamiento del cerebro y el rendimiento físico. Interviene además en las funciones del sistema inmunitario -el que genera las defensas contra las enfermedades- y actúa, según los especialistas, como un importante productor de energía. Su presencia en la dieta de los niños es básica.
Los especialistas aseguran que, en el caso de los bebés, el mejor aporte de hierro se realiza a través de la leche materna, que tiene una concentración de hierro similar a la vacuna, pero cuenta con una ventaja añadida. El organismo dispone de un sistema que, en determinados casos, inhibe la absorción de hierro y eso es precisamente lo que ocurre con la leche de vaca. El hierro de la materna, sin embargo, se absorbe en un 50%.
Las carnes animales también suponen una fuente rica en proteínas de excelente calidad, entre ellas el hierro. Las anemias por su falta resultan, sin embargo, excepcionales en el mundo desarrollado. Aún así, se ha constatado que en muchos fracasos escolares figuraba una falta de este mineral, que contribuye de manera decidida a la capacidad de concentración.
Las personas vegetarianas también suelen ser muy propensas a sufrir problemas de falta de hierro, especialmente si la dieta no está bien diseñada. El huevo y la leche, por regla general, suplen en este caso, las carencias de la aportación férrica de la carne. En situación similar se hallan los deportistas, que pierden abundante hierro a través del sudor y la orina.