Misofonía: cuando los sonidos cotidianos se convierten en una tortura

Se calcula que entre el 4 % y el 20 % de la población sufre misofonía, un trastorno de disminución de la tolerancia a ciertos sonidos cotidianos, como los producidos al masticar, respirar o hablar
Por Sonia Recio 18 de diciembre de 2024
qué es la misofonía
Imagina que el sonido de alguien masticando una manzana o respirando cerca de ti te provoca ira, ansiedad o, incluso, un ataque de pánico. Así es la vida diaria de quienes padecen misofonía, un trastorno neurológico que hace que estas personas sean extremadamente sensibles a ciertos sonidos cotidianos y repetitivos. Está vinculado a otros problemas, como la ansiedad y la depresión, lo que amplifica su impacto. También afecta a las relaciones personales, al desempeño en el trabajo y a la concentración en las tareas más sencillas y habituales. A pesar de las grandes dificultades que genera, el conocimiento de la misofonía es muy limitado, tanto en el ámbito médico como en la sociedad. No tiene cura, pero hay distintas estrategias que ayudan a controlar los síntomas, como contamos a continuación.

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¿Qué es la misofonía?

Misofonía significa literalmente «odio al sonido». Este trastorno neurológico afecta a la forma en que el cerebro interpreta ciertos sonidos cotidianos y repetitivos, como masticar, respirar, toser o hablar. Estos estímulos, llamados «desencadenantes», son percibidos como desagradables o angustiosos, lo que provoca en los sujetos intensas respuestas emocionales, físicas y conductuales, como irritación, ansiedad o ira.

Según el Misophonia Research Fund (MRF), entre el 4 % y el 20 % de la población mundial tiene algún grado de misofonía. Esta afección aparece en la infancia o adolescencia y tiende a empeorar con el tiempo. La misofonía repercute de forma considerable en la vida diaria de quienes la padecen, interfiriendo en sus relaciones personales, salud emocional y rendimiento laboral y académico.

¿Qué desencadena la misofonía?

La misofonía varía en intensidad, desde leve hasta grave, y cada individuo responde de manera diferente a los sonidos que la desencadenan. Según el MRF, algunas personas son conscientes de que sus reacciones son desproporcionadas, mientras que otras no comprenden lo que les está sucediendo.

Entre los ejemplos de desencadenantes más comunes de la misofonía están los siguientes:

  • Sonidos relacionados con las funciones orales, como masticar, comer, chasquear los labios, sorber, toser, carraspear y tragar.
  • Sonidos nasales, como la respiración o el olfateo.
  • Otros sonidos no orales, como el chasquido de un bolígrafo, teclear, golpear con los dedos o los pies y arrastrar los pies.
  • Ruidos de objetos, como el tictac de un reloj, o sonidos generados por animales, como ladridos o el piar de los pájaros.
  • Entre los desencadenantes visuales (menos habituales) están acciones como crujir los nudillos, sacudir o balancear las piernas o ver a alguien comer, especialmente si esta acción está acompañada de un sonido.
Ruido afecta audición
Imagen: asundermeier

Síntomas de la misofonía

La misofonía se manifiesta a través de síntomas físicos, emocionales y conductuales, que pueden variar en intensidad y frecuencia según la persona y los desencadenantes específicos. Estos son los más habituales:

🔹 Síntomas emocionales

  • Irritación o enfado intenso.
  • Fastidio.
  • Ansiedad o incomodidad.
  • Sentimientos de desesperación o frustración.

🔹 Síntomas físicos

  • Aumento del ritmo cardíaco.
  • Respiración agitada.
  • Sudoración.
  • Tensión muscular, especialmente en la mandíbula, cuello o hombros.
  • Dolor de cabeza.
  • Náuseas.

🔹 Síntomas conductuales

  • Aislamiento social, evitando situaciones o personas que generen los sonidos desencadenantes.
  • Reacciones impulsivas, como gritar, salir corriendo o cubrirse los oídos.
  • Conductas de escape, como cambiar de lugar o apartarse de la fuente del sonido.

¿Por qué se produce la misofonía?

Se desconoce la causa exacta de la misofonía. Algunas teorías apuntan a factores genéticos, mientras que otras sugieren que el estrés podría estar relacionado.

El Misophonia Research Fund destaca como relevante un estudio que encontró que el 26 % de las personas con misofonía también padece otras afecciones, como hiperacusia, trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad, trastornos del estado de ánimo, trastornos de ansiedad y trastornos del espectro autista.

Por otra parte, la Universidad de Newcastle (Reino Unido) realizó una investigación para entender las causas de la misofonía. La principal conclusión fue que las personas con este trastorno tienen una mayor conectividad cerebral entre la corteza auditiva y las áreas motoras que controlan los movimientos de la cara, la boca y la garganta. Esto sugiere que esta hiperconexión podría explicar las fuertes respuestas emocionales que ciertos sonidos cotidianos provocan en quienes tienen misofonía.

trastornos mentales infancia adolescencia
Imagen: Pixabay

Investigadores de la Universidad Estatal de Ohio (EE. UU.) también han estudiado otro tipo de misofonía relacionada con sonidos repetitivos, como el golpeteo de los dedos. En el trabajo compararon la respuesta cerebral a estos sonidos con la respuesta a los sonidos de la boca, como masticar. Encontraron diferencias en cómo se conectan las áreas cerebrales: los sonidos de la boca activan una conexión especial en el cerebro, mientras que el golpeteo de los dedos activa otras áreas. Esto indica que la misofonía es más compleja de lo que se pensaba.

¿Hay tratamiento para la misofonía?

El diagnóstico de la misofonía resulta complicado, debido a la falta de criterios de catalogación estandarizados. A menudo se realiza por exclusión, descartando otras afecciones de síntomas similares, como ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o trastorno de estrés postraumático (TEPT). 

Aunque no existe cura, hay distintas estrategias que ayudan a controlar los síntomas y mejoran la calidad de vida de los pacientes. 

  • Enmascaramiento de sonido. Consiste en utilizar ruido blanco de fondo, como ventiladores, o música para cubrir los sonidos desencadenantes.
  • Tapones y auriculares con cancelación de ruido. Reducen el impacto de los sonidos molestos, sobre todo en lugares públicos o de trabajo.
  • Técnicas de mindfulness y relajación. Contribuyen a controlar las reacciones emocionales apoyándose en la respiración profunda, la relajación muscular y la meditación.
  • Terapia cognitivo-conductual (TCC). Ayuda a cambiar los patrones de pensamiento negativos y desarrollar formas más saludables de afrontar los desencadenantes.
  • Terapia de exposición gradual y controlada a los sonidos desencadenantes. El objetivo es desensibilizar a la persona, reduciendo de manera gradual la intensidad de sus reacciones emocionales. 
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