Las nuevas tecnologías brindan un sinfín de oportunidades y facilidades en el quehacer diario. Sin embargo, para algunos, el teléfono móvil se ha convertido en más que un objeto útil, tanto que estar sin él les aterra. En España, se ha detectado que el 77% de la población de 18 a 24 años y un 68% de 25 a 34 años padece nomofobia, esto es, pánico a estar sin móvil, cobertura, saldo… En este artículo se describe qué es la nomofobia y qué consejos hay que seguir para prevenir este miedo irracional.
La nomofobia es el miedo irracional a salir de casa sin el teléfono móvil. Este término, que deriva de la expresión inglesa «no-mobile-phone phobia» tuvo su origen en 2011, a propósito de un estudio realizado en Reino Unido que pretendía plasmar la ansiedad que sentían algunos de los usuarios de teléfonos móviles por salir de casa sin su dispositivo móvil y temer que se les agotara la batería o a quedarse sin cobertura o saldo, entre otras. Y los resultados ya mostraron un escenario nada prometedor: alrededor del 58% de los hombres y del 48% de las mujeres sufría esta fobia, un 9% adicional se sentía estresado cuando tenía el móvil apagado y más de la mitad de los participantes (55%) describió que el hecho de sentirse aislado le causaba ansiedad.
En España, los datos disponibles también señalan un abuso: un 77% de la población de 18 a 24 años y un 68% de 25 a 34 años padece nomofobia. En la actualidad, las mujeres tienen más dependencia al móvil (70%) que los hombres (61%). El 75% de los usuarios de dispositivos de última generación va incluso al baño con él, el 30% lo utiliza siempre en comidas en grupo y hasta un 9% lo emplea en misa. Un estudio realizado en fechas recientes en la Universidad de Granada señala que el 8% de los universitarios sufre un miedo irracional a no llevar el móvil encima, derivado de un uso patológico de la telefonía móvil.
Niños y adolescentes: los más vulnerables
En España, se ha detectado que el 77% de la población de 18 a 24 años y un 68% de 25 a 34 años padece nomofobia
Pero, ¿quiénes son los más vulnerables? Para Marc Masip, psicólogo especializado en adicciones y conductas de riesgo, «los adolescentes, sobre todo de los 12 a los 17 años, sin lugar a dudas son los más expuestos a sufrir nomofobia. Las campañas de marketing, las aplicaciones y los diferentes elementos adictivos del propio teléfono móvil van destinados a ellos».
Masip es director de Desconect@, un programa psicoeducativo para el buen uso de las nuevas tecnologías. Para él, el retrato robot de quien sufre nomofobia es una persona introvertida, con baja autoestima y con carencia de habilidades sociales y de resolución de conflictos, que en su tiempo de ocio solo usa el móvil y parece incapaz de disfrutar sin él.
No obstante, a pesar de que los más propensos sean los niños y adolescentes, la población adulta no queda al margen de esta adicción. «La necesidad de pertenencia a un grupo adquiere especial relevancia entre los jóvenes, ya que tener un tipo de teléfono u otro marca su estatus. El poder relacionarse con sus iguales, a través de una pantalla, hace que los jóvenes crean que tienen más amigos o que están a la última, y que saber utilizar las nuevas tecnologías, pertenecer a más redes sociales o ‘hablar’ más por el chat les proporciona un estatus superior», añade Masip.
Nomofobia: señales de alerta
Si un joven pasa mucho rato encerrado en su cuarto con conexión a Internet, emplea el móvil en lugares y horas inadecuados, no se relaciona demasiado con la familia o baja su rendimiento escolar, los progenitores deberían sospechar de que hay un problema. Otros síntomas de alerta son sufrir ansiedad por no obtener una contestación rápida de los mensajes o creer que el móvil suena y no ser así.
Sin embargo, Masip añade que «la experiencia nos ha mostrado dos síntomas claros de nomofobia: el joven se irrita, por llamarle la atención o restringirle el uso del móvil, y cuando se le habla, hay que repetirle la oración porque no presta atención a lo que oye, sino a lo que hace con su teléfono».
Al preguntar al especialista cuál sería la frontera entre uso y abuso declara que «es difícil de definir de forma exacta. El uso del teléfono debería ser llamar, estar localizable y poder comunicarse con aquellos que deseamos de forma inmediata o para poder ganar tiempo en el ámbito profesional. Por el contrario, el abuso es sufrir un control total del teléfono sobre la persona: utilizarlo constantemente en sitios públicos cuando se está acompañado de más gente, andar por la calle sin levantar la cabeza de la pantalla o tener que refugiarse en él para matar el aburrimiento».
Los progenitores: predicar con el ejemplo
Para prevenir este problema, los padres tienen un papel fundamental. Para empezar, hay que dar buen ejemplo: si el adulto recibe un mail o un mensaje durante la cena familiar, debe saber que no es un buen momento para revisarlo, ya que los hijos son los mayores imitadores de hábitos.
Masip insiste en la importancia de que adultos hagan un trabajo de prevención con sus hijos y, ante el uso de las nuevas tecnologías, deben diseñar una sólida hoja de ruta donde exista una mezcla de rigidez y confianza. «Hay situaciones, momentos o lugares donde el uso del móvil debe estar prohibido de manera tajante, y otros donde se debe transigir algo más. Su empleo como tal ha perdido credibilidad entre los más jóvenes, ya que con la excusa que esgrimen de estar localizados, lo utilizan para chatear y conectarse a Internet«, apunta el psicólogo.
Aboga por trabajar la autoestima de los descendientes, ya que es su «píldora para el éxito»: un niño sin autoestima o con autoestima baja tendrá más dificultades en un futuro tanto para relacionarse con los demás, como para tener un futuro profesional-personal estable y satisfactorio.
Marc Masip lanza cuatro recomendaciones para evitar que los jóvenes conviertan el uso del móvil en abuso:
- Es importante que no dispongan de acceso a Internet desde su habitación.
- Hay que hacerles conscientes del valor y coste de su móvil.
- Deben dormir siempre con el teléfono apagado.
- No permitir su uso en comidas, cenas u otras situaciones en que utilizarlo es síntoma claro de mala educación.
Para este especialista, es fundamental que los padres trabajen para evitar que su hijo vea la vida a través de una pantalla diminuta, hay que procurar que descubra sentido a las situaciones reales de la vida. De hecho, el tiempo de ocio delante de una pantalla de ordenador, tableta o móvil, en niños de 7 a 9 años, debería ser inexistente. También invita a hacer una reflexión a los adultos sobre si el móvil del hijo es en realidad una necesidad o un lujo, “los 16-17 años es buena edad para tener el primer móvil“.
La solución para terminar con la nomofobia pasa por cambiar los hábitos. “El adicto al móvil debe estar dispuesto a rebajar su uso de forma considerable, y debemos hacerle consciente del mal que le hace tanto en el presente como le hará en el futuro. Hay que recapacitar y darse cuenta de que si se deja que la sociedad actúe de esta forma, las relaciones en un futuro serán poco reales. Hay que volver atrás para avanzar”, añade. Ante una adicción clara a las nuevas tecnologías o la pérdida de control sobre su uso, hay que acudir a los especialistas.