El síndrome de la clase turista no depende sólo de la postura adoptada en vuelos de larga duración. Aunque este es el principal factor de riesgo, estudios recientes han añadido consideraciones hasta ahora poco valoradas. La más significativa podría ser la relación que algunos investigadores atribuyen a las condiciones de presión y oxígeno propias de las cabinas de vuelo con el incremento de los mecanismos de coagulación en personas predispuestas. La escasa movilidad durante el largo tiempo de los vuelos haría el resto.
El estudio fue dado a conocer por la revista The Lancet el pasado mes de marzo. La conclusión de los investigadores, encabezados por AJM Schreijer, del Departamento de Medicina Vascular del Academic Medical Center, en Amsterdam, sugiere que podría existir una predisposición genética que activaría los mecanismos de coagulación sanguínea en las condiciones propias de los vuelos de larga duración. De acuerdo con el grado de activación de estos mecanismos, el riesgo de formación de trombos o de coágulos en las extremidades inferiores sería mayor y, como consecuencia, también sería mayor el riesgo de padecer un tromboembolismo pulmonar masivo, causa última de la muerte súbita en los casos más extremos del síndrome de la clase turista.
Aunque las causas que llevan al tromboembolismo pulmonar están descritas desde 1951, no fue hasta 1998 que se acuñó la expresión síndrome de la clase turista para referirse a los efectos que provoca la inmovilidad sobre el organismo durante un vuelo de larga duración. La popularidad, o el temor, al síndrome se debe al caso de la joven galesa Emma Christoferson, de 28 años, que murió instantes después de que su avión aterrizara en el aeropuerto londinense de Heathrow, en un vuelo procedente de Australia.
Los resultados de la autopsia revelaron que había fallecido a causa de un embolismo pulmonar, probablemente consecuencia de las largas horas que había permanecido sentada. Los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia por ser el primer caso conocido de una persona joven a quien se atribuía la muerte por el síndrome de la clase turista. Corría el año 2001 y la noticia desató toda suerte de especulaciones.
Coágulos
El síndrome de la clase turista se explica por la formación de trombos en las venas de las piernas y su desplazamiento hasta los pulmonesEl síndrome de la clase turista tiene su raíz en la formación de coágulos de sangre (trombos) en las venas profundas de las piernas. En condiciones normales, los músculos de las extremidades ejercen un efecto de masaje que facilita que la sangre de las venas fluya con normalidad hacia el corazón.
Durante los viajes, la escasa movilidad provocada por los reducidos espacios y por el hecho de permanecer sentados durante horas, dificulta el retorno venoso. Si la sangre no fluye con normalidad aparecen piernas entumecidas, tobillos hinchados y riesgo de formación de coágulos. Si el coágulo o trombo obstruye el flujo sanguíneo puede desencadenar una trombosis venosa profunda.
Eventualmente, los coágulos pueden desprenderse y viajar hacia los pulmones, taponando alguna de sus venas y provocando lo que se conoce como tromboembolismo pulmonar. En este caso, los síntomas dependen del tamaño del coágulo. Si es pequeño, puede pasar desapercibido o bien manifestarse como dolor en el pecho y dificultad para respirar. Si es mayor, puede provocar un embolismo masivo, es decir, un taponamiento de venas en los pulmones, que puede llevar a una muerte súbita.
La inmovilidad no es la única causa
La inmovilidad prolongada de los largos viajes se considera la principal causa de la trombosis venosa, pero no es la única. Así lo plantea el artículo publicado por The Lancet, que bucea entre los factores que pudieran favorecer la formación inicial de trombos en las venas profundas de las piernas.
En este estudio los investigadores comprobaron el estado de coagulación sanguínea de 71 pasajeros sanos antes, durante y después de un vuelo de ocho horas. En los mismos individuos, se efectuaron posteriormente idénticas determinaciones durante las ocho horas en que permanecieron sentados en un cine y en el mismo espacio de tiempo pero realizando sus actividades diarias habituales.
Al comparar los resultados, los investigadores descubrieron un estado de coagulación más activado, y por lo tanto una mayor predisposición a la formación de trombos, durante y después del vuelo en avión.
Para los científicos holandeses, la explicación de estos resultados podría encontrarse en la suma de varios elementos. Por una parte, las condiciones de escasez de oxígeno (hipoxia) y de baja presión (hipobáricas) a que están sometidos los pasajeros, junto con su inmovilidad, podrían facilitar que se desencadenara la formación de trombos. Las condiciones de presión y oxígeno descritas son equivalentes a las que se dan en alta montaña.
Por otra parte, una mutación en el factor de coagulación V Leiden asociada al consumo de anticonceptivos orales, parece aumentar significativamente, según los autores, el riesgo de formación de trombos.
La probabilidad de padecer una trombosis venosa depende de muchos factores. Algunos son externos y propios de la circunstancia de cada viaje mientras que otros dependen del propio individuo. En algunos casos, evitar el riesgo es simple: si viajamos a Australia en clase turista y al lado de la ventanilla, el riesgo es mayor que en el caso de viajes más cortos y en los asientos del pasillo (que nos permiten estirar las piernas y levantarnos cuando nos apetezca, sin tener que molestar a nadie).
Pero hay un riesgo propio de cada persona sobre el que resulta más difícil actuar. Por ello, es importante conocer todo aquello que nos hace más vulnerables para poner más énfasis en las medidas de prevención. Hay que tener en cuenta que el síndrome de la clase turista no sólo se produce en los viajes en avión. En los desplazamientos largos en coche o en autocar también deben tomarse precauciones. Tampoco es exclusivo de personas mayores o con problemas circulatorios, por lo que es importante conocer todo aquello que aumenta la predisposición.
Los individuos con mayor riesgo de sufrir una trombosis venosa son, en general, personas mayores; individuos que padecen varices y otros problemas circulatorios en las extremidades; fumadores y personas con sobrepeso; mujeres embarazadas y las que toman anticonceptivos; personas que han sufrido alguna trombosis previa o un embolismo pulmonar o tienen antecedentes familiares de la misma patología; individuos que han padecido algún traumatismo reciente en las extremidades inferiores o aquellos que han sido sometidos recientemente a cirugía abdominal o de extremidades inferiores; pacientes con cáncer, enfermedades hematológicas que predisponen a padecer trombosis o con predisposición genética.