Cada primavera, los elevados niveles de polen ambiental provocan un alto porcentaje de bajas laborales y un notable deterioro de la calidad de vida en personas sensibles a sus efectos. Su principal manifestación es en forma de alergia respiratoria, un problema de salud importante que afecta en nuestro país a una de cada diez personas y que, contrariamente a lo que se piensa, es una de las enfermedades crónicas más frecuentes. Las medidas preventivas, el tratamiento con fármacos y las vacunas constituyen el arsenal más eficaz para combatirlas, aunque no siempre se logran los resultados apetecidos. El reciente anuncio de vacunas orales contra el polen podría mejorar la eficacia de las medidas preventivas.
En la última reunión de la Academia Americana de Alergia, Asma e Inmunología, celebrada recientemente, se dio a conocer una noticia que podría cambiar de forma importante la percepción que tienen de su salud las personas con alergia al polen. De acuerdo con los resultados obtenidos en un amplio estudio, la administración de una nueva vacuna oral en forma de píldora sublingual (debe tomarse dejándola disolver bajo la lengua) reduce de forma significativa los síntomas asociados a la alergia al polen.
Los resultados, aunque a primera vista puedan parecer poco relevantes, son efectivamente notables: de acuerdo con el estudio presentado, el 82% de los pacientes vacunados apreciaron una mejoría significativa de los síntomas y, lo que es más importante, en el 30% de los casos el alivio se produjo dentro del primer año de tratamiento.
¿Por qué somos alérgicos?
La alergia es una sensibilidad especial que provoca que algunas personas respondan de forma exagerada a elementos externos. Entre los causantes más comunes se encuentran los pólenes de las plantas, los ácaros del polvo y determinados medicamentos y alimentos. Cuando estos elementos (llamados alergenos) se ponen en contacto con las vías respiratorias, producen una serie de reacciones que liberan unas sustancias, en especial histamina, responsables de la aparición de los síntomas.
La probabilidad de padecer una alergia respiratoria (que puede manifestarse en forma de rinitis o asma, principalmente) también depende de los genes. La mezcla de una predisposición genética con elevados niveles de polen ambiental, pueden poner en marcha la alergia. El 72% de los hijos de padres alérgicos son también propensos a desarrollarla. La enfermedad puede iniciarse en la infancia y seguir, año tras año, hasta la quinta década de la vida en que por lo general, se inicia una lenta remisión que los libera de la tortura de cada primavera.
La alergia al polen, a los ácaros o a medicamentos afecta a una de cada diez personas en los países desarrolladosLa evolución es distinta en cada caso y la severidad de los síntomas depende de la cantidad de polen de cada año. Un pequeño porcentaje de pacientes (8%) pueden presentar mejoría espontánea mientras que al contrario, entre un 7% y un 30%, pueden terminar desarrollando asma bronquial.
Vacunas, el arma más eficaz
En la lucha contra las alergias respiratorias se consideran tres armas fundamentales: las medidas preventivas, el tratamiento con fármacos y las vacunas. De todas ellas, las vacunas son el tratamiento más específico porque actúan de forma directa sobre la causa de la enfermedad y se recomiendan en los pacientes que tienen síntomas frecuentes a pesar de seguir unas correctas medidas de prevención ambiental.
El efecto beneficioso de la vacuna se consigue administrando la sustancia que provoca la alergia (en este caso, polen), de forma repetida y en pequeñas dosis que se van incrementando. Esto produce una serie de cambios en el sistema inmunológico, que consiguen frenar los síntomas de la alergia.
Las vacunas más utilizadas son las inyectables, por vía subcutánea. Son bien toleradas, con la única incomodidad de tener que pincharse en el brazo.
La mayoría de los pacientes que realizan este tratamiento mejoran (alrededor de un 80%). En algunos casos, el alivio se produce en los primeros meses; en otros, es más gradual, de modo que pueden tardar de tres a cinco años a estar libres de síntomas. Este periodo es el que se aconseja para un tratamiento completo y eficaz. Si se interrumpe antes de los tres años, el número de recaídas es mayor.
La terapia con vacunas tiene otro objetivo importante: evitar la aparición de asma, ya que los pacientes con rinitis alérgica tienen mayor riesgo de presentar este problema.
La alternativa de las vacunas sublinguales
Desde hace unos años se dispone igualmente de vacunas sublinguales, una buena alternativa a las inyectables ya que resultan igualmente eficaces y son más cómodas de administrar. También se toleran bien, presentando sólo en ocasiones leve picor en la boca o molestias digestivas.
La polución ambiental podría ser la responsable del incremento de alergias en las ciudades
Esta forma de administración resulta una excelente opción para los pacientes a los que les cuesta cumplir correctamente con los inyectables, que a menudo retrasan o interrumpen su aplicación. Es ideal para los niños, para los que sienten miedo a las agujas y para aquellas personas que no disponen de tiempo para acudir al centro en donde se administra la vacuna. El único inconveniente es que deben aplicarse con más frecuencia que las inyectadas, como mínimo tres veces por semana.
La aparición de nuevas formulaciones para vacunas sublinguales, en este caso específicas para combatir las alergias provocadas por el polen, persiguen, además de reducir la severidad de los síntomas, mejorar el cumplimiento terapéutico y aumentar la percepción de salud de los alérgicos.
¡Odio la primavera! Cada año lo mismo: estornudos, lagrimeo, incluso fiebre. Y es que la polinización de las plantas hace que la estación se convierta en una auténtica pesadilla para los alérgicos al polen.
La alergia al polen, también conocida como polinosis y fiebre del heno, es una de las enfermedades de base inmunológica más frecuentes en el ser humano: afecta al 10% de la población en los países desarrollados y un 5% precisa tratamiento.
En las tres últimas décadas estamos asistiendo a un incremento en el número de casos. La causa, según se está viendo, podría ser la polución ambiental, a la que se atribuye una inflamación de la mucosa nasal que facilita la acción de los antígenos polínicos. Además, se ha demostrado que las partículas procedentes de la combustión de los motores diesel, contribuyen a empeorar la acción del polen. Este fenómeno podría explicar porqué en las ciudades hay más casos de alergias que en los ambientes rurales a pesar de que en estos la exposición al polen es mucho mayor.