Sentir ansiedad al no conectarse a Internet, encender el ordenador a altas horas de la noche y perder la noción del tiempo; tener obsesión por consumir comida biológicamente pura -y evitar todo lo que pueda resultar tóxico-, por hacer dieta o por conseguir un cuerpo perfecto y musculoso; problemas con compras compulsivas que superan las posibilidades económicas. Todos ellos son algunos patrones de comportamiento de las sociedades desarrolladas que pueden convertirse en adicciones.
La obsesión por el cuerpo
El deseo por tener «un cuerpo 10» puede llegar a convertirse en una verdadera adicción. Aunque los trastornos alimentarios, como la anorexia y la bulimia, son cada vez más frecuentes, hay otro tipo de conductas relacionadas con la alimentación que también son habituales. La obsesión por la buena alimentación puede llegar al extremo de convertirse en ortorexia, basada en la necesidad de consumir solo comida biológicamente pura y evitar todos los alimentos que puedan resultar tóxicos.
Quienes la padecen huyen de todo lo que consideran impuro, como los pesticidas, los transgénicos, los aditivos, los alimentos manipulados, e incluso, los congelados. Se convierten en fanáticos consumidores de alimentos de cultivo ecológico y probióticos. El problema radica en que estas personas centran su vida en la comida y la convierten en una especie de ritual que les ayuda a mantenerse puros.
Otra conducta adictiva relacionada con la alimentación es el «dieting», definida como la obsesión por hacer dieta. En la actualidad, el control del peso es un tema prioritario, sobre todo, entre las mujeres. Casi el 50% se ponen a dieta cuando el verano está próximo y la mayoría, sin ningún tipo de control médico. Igual que la ortorexia, esta conducta afecta más a mujeres jóvenes que, preocupadas por su peso, realizan una dieta tras otra -de la alcachofa, del yogur, de la piña, etc.-, a menudo excéntricas, sin ningún tipo de rigor científico que las certifique y que siguen las directrices de la persona famosa de moda.
Las mujeres desean estar delgadas y los hombres, tener un aspecto atlético y musculoso. Esta aspiración puede llegar a convertirse en uno de los principales valores de la vida y en una obsesión por un cuerpo perfecto y musculoso: la vigorexia. A menudo, los afectados sufren baja autoestima y una distorsión de la imagen corporal.
Se dedican muchas horas al ejercicio físico y se pone especial atención en la alimentación, que suele ser hiperproteica para fomentar el desarrollo de la masa muscular. También es habitual el consumo de suplementos alimenticios y anabolizantes. De esta manera, el entrenamiento físico y la dieta se convierten en uno de los ejes de la propia vida.
Adictos a las compras
Cuando comprar, conectarse a Internet, la dieta o el ejercicio físico se convierten en necesidad irreprimible, surge el problema
Si de forma habitual se ocultan al entorno familiar las compras realizadas o hay sensación de haber adquirido de manera impulsiva un objeto que no es necesario, se puede estar ante un trastorno asociado. Hasta un 30% de los españoles tienen problemas de autocontrol y un 5% podrían ser adictos a las compras, según los resultados de un informe promovido por la Unión Europea sobre los problemas psicológicos relacionados con el consumo.
Este es un problema frecuente que afecta más a las mujeres, aunque también se registra entre los hombres. La diferencia estriba en los productos que se adquieren, ya que mientras ellas optan por la ropa y las joyas, ellos prefieren la tecnología. También hay diferencias generacionales: al parecer, las generaciones jóvenes son cada vez más consumistas. Ofertas, rebajas, outlets, productos low cost y, por supuesto, la publicidad. En las sociedades desarrolladas, el hecho de comprar se ha vuelto una finalidad en sí misma.
Una de las diversiones frecuentes de los jóvenes es ir a los centros comerciales a pasar la tarde y, de paso, hacer alguna compra, a menudo, poco necesaria. Este afán consumista, que en inglés se conoce como «shopping spree» (la juerga de las compras), puede llegar a desencadenar una verdadera adicción que convierte el placer en sufrimiento: la obsesión lleva a efectuar compras a menudo compulsivas, que superan las posibilidades económicas. Además, el «shopaholic» (término inglés que define al adicto a las compras), no se identifica como tal.
Por este motivo, ante una adicción al «shopping», lo más importante es detectar el problema. Las compras impulsivas frecuentes o «ir de tiendas», a pesar de que genere con frecuencia problemas económicos, pueden ser algunos indicios. El retrato robot sería el de una mujer de mediana edad, con una excesiva preocupación por la propia imagen y, con frecuencia, con bajo nivel de autoestima. No es raro que esté en fase de superación de un estado depresivo y que los artículos adquiridos intenten ser una ayuda para sentirse mejor.
¿Adictos a Internet?
La rápida evolución de las nuevas tecnologías es imparable. Forman parte de la vida diaria de la mayoría de las personas y se depende de ellas más de lo que uno se pueda imaginar. ¿Pero podría hablarse de adicción? No hay duda de que cualquier conducta normal placentera puede ser susceptible de convertirse en adicción si se establece con ella una relación que termina por perjudicar al individuo. Como muestran los resultados de una encuesta realizada a 2.000 usuarios, el 24% se conectaba más de seis horas diarias. Además, la mitad afirmó sentir ansiedad y enfado si por razones técnicas les era imposible consultar el correo electrónico.
En España, un 85% de la población adulta navega por Internet y un 5% abusa o hace un mal uso de esta actividad. Los expertos explican que el indicador de un uso incorrecto, más que el número de horas que se pasan delante de la pantalla, podría ser el hecho de perder la noción del tiempo, sentir ansiedad al no conectarse o encender el ordenador a altas horas de la noche. El mal uso también puede manifestarse con síntomas físicos como cansancio, fatiga ocular, problemas musculares, inestabilidad emocional, confusión y sedentarismo. También pueden darse cambios en el comportamiento social, como disminución del grupo de amigos, conflictos familiares, escolares o laborales.
Los usuarios se conectan a la Red, sobre todo, para buscar información y para interactuar con otras personas a través de redes sociales y chats. En Internet hay pocas reglas, se juega con la carta del anonimato y los internautas se mueven en un mundo de ficción que les permite mostrarse tal y como les gustaría. Según Enrique Echeburúa, catedrático en Psicología Clínica y experto en el tema, aunque este es un factor positivo para la mayoría de la gente, en personas con algún otro problema de fondo, como una depresión, la irrealidad de Internet puede suponer una vía de escape inicial para el usuario. El problema surge cuando la persona se aleja de la realidad y no la afronta, un hecho que termina por agravar y enmascarar la depresión.
La preocupación por la adicción a las nuevas tecnologías, en especial videojuegos e Internet, es un tema de plena actualidad. En un estudio reciente, mediante un escáner de cerebro realizado a 17 jóvenes adictos a Internet, se evidenciaron modificaciones cerebrales que podrían afectar a las emociones, la toma de decisiones y el autocontrol. El tema está lejos de resolverse, ya que también hay quien considera que esta supuesta adicción es un mito y solo es una nueva etapa del siglo XXI, donde los usuarios encuentran en Internet todo lo que necesitan.