Científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han descubierto que la proteína TRF2 que está presente en los telómeros, unas estructuras situadas al final de los cromosomas, es clave en la formación del cáncer y el envejecimiento. Gracias a esta molécula se mantienen los extremos de los cromosomas o telómeros en buen estado.
Desde hace años se sabe que los telómeros y la telomerasa -una enzima que fabrica nuevos telómeros- tienen un papel muy activo en la enfermedad oncológica y el envejecimiento. Por un lado, las células malignas desarrollan mecanismos para mantener los telómeros y crecer de forma indefinida, en tanto que las células en buen estado van perdiendo esa función, lo que contribuye al envejecimiento.
Las investigadoras del CNIO Purificación Muñoz y Raquel Blanco han comprobado que esta proteína está aumentada en tumores de piel humanos, como ocurre con la telomerasa. Estas expertas han confirmado en ratones con niveles elevados de la proteína TRF2 en la piel un envejecimiento prematuro y mayor incidencia de cáncer tras la exposición a luz ultravioleta. «Pensamos que la proteína protege de los efectos nocivos de la luz solar y puede influir en la reparación de los daños que causa la luz ultravioleta», explica María Blasco. El hallazgo podría ayudar al desarrollo de fármacos que modulen la susceptibilidad del organismo al cáncer y al envejecimiento.
Por otro lado, un estudio del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona en colaboración con el Laboratorio Europeo de Biología Molecular aporta nuevas evidencias de la relación entre el origen de ciertos tipos de cáncer y deficiencias en las células madre.