Osteoporosis y vitamina D

La ingesta adecuada de calcio y vitamina D contribuye a mejorar la microestructura del hueso dando lugar a una mejor calidad ósea
Por Teresa Romanillos 23 de junio de 2006

Aproximadamente la mitad de las personas de más de 55 años padecen osteoporosis, según estadísticas oficiales. En Europa, más de 400.000 fracturas de cadera se producen como consecuencia de un trastorno metabólico al que se asocia un importante deterioro de la calidad de vida, así como un elevado coste económico y social, además de un notable aumento de los índices de mortalidad. En la prevención de este trastorno es primordial mejorar la calidad de la estructura ósea, pero a menudo, las fuentes alimenticias de vitamina D, esenciales para conseguirlo, son limitadas y se requiere un aporte complementario.

El aporte de calcio es fundamental para mantener un correcto metabolismo óseo pero la vitamina D es también básico para asegurar la absorción del calcio de la dieta. Sin suficiente vitamina D, no podemos producir la hormona calcitrol (vitamina D activa) en cantidades suficientes. En esa situación, el cuerpo extrae el calcio que necesita del esqueleto, lo que debilita el material óseo existente y evita que se forme material óseo nuevo y fuerte. Sin embargo, existen estudios epidemiológicos que demuestran que el déficit de vitamina D es muy frecuente: dos revisiones independientes examinaron más de 83 estudios en los que se evaluaban los niveles de la vitamina D en hombres y mujeres ancianos y comprobaron que existía un déficit en el 86% de los casos.

En los últimos años se han acumulado datos suficientes para demostrar la importancia que la vitamina D tiene a la hora de evitar las pérdidas de masa ósea que se producen con la edad, así como para reconocer su papel fundamental sobre la fuerza muscular. Por este motivo, actualmente se recomienda suplementar el tratamiento de la osteoporosis con vitamina D.

A diferencia de lo que sucede con el calcio, la vitamina D no se obtiene con facilidad a través de la alimentación. La principal fuente de vitamina D, conocida también como «la vitamina del sol», es la luz solar aunque también puede ser producida por la piel, dependiendo de la estación, el clima o la pigmentación de la propia piel. Sin embargo, la insuficiencia de vitamina D en personas mayores es un problema generalizado ya que, con la edad, disminuye la capacidad de la piel para transformar la luz solar en vitamina D.

La importancia del calcio y de la dieta

Los suplementos de calcio son importantes pero esto no debe minimizar la importancia del calcio que aportan los alimentos. Según datos de un estudio de la Facultad de Medicina de la Washington University (EEUU) presentados en el Congreso Mundial de la Fundación Internacional de Osteoporosis en Toronto, el calcio en la dieta protege los huesos en mayor medida que en suplemento. Los autores señalaron que las personas que sólo toman calcio a través de la dieta, o combinado con suplementos, presentan más masa ósea que aquellos que sólo reciben el mineral en suplementos.

Dado que el calcio es esencial para prevenir la osteoporosis es importante cuidar el contenido de este mineral en la dieta a todas las edades. Algunos estudios revela que un bajo consumo de calcio durante la vida está relacionado con baja densidad ósea y altas tasas de fracturas. Las necesidades de calcio oscilan entre 1000 mgr/día y 1500 mgr/día, excepto para personas mayores que aumenta de entre 1.200 mgr/día y 1.600 mg/día. A su vez, la vitamina D es necesaria a dosis de 800 unidades en mujeres mayores de 65 años.

Un bajo consumo de calcio durante la vida está relacionado con baja densidad ósea y altas tasas de fracturas

Los productos lácteos son una de las principales fuentes y, para asegurar el aporte necesario, es recomendable tomar como mínimo dos dosis de lácteos al día. Algunas verduras como las acelgas, lechugas, espinacas y coles, también son ricas en calcio. Sin embargo, existen algunos alimentos que interfieren en la absorción de este mineral, disminuyéndola, como los cereales integrales o salvado.

De acuerdo con las estadísticas actualmente disponibles, se estima que aproximadamente la mitad de las personas mayores de 55 años padecen osteoporosis. En Europa, más de 400.000 fracturas de cadera se atribuyen al aumento de la fragilidad ósea provocada por un trastorno metabólico que, por lo demás, está asociado a un importante deterioro de la calidad de vida, así como un elevado coste económico y social, y a un más que notable incremento de los índices de mortalidad.

En la mujer postmenopáusica

La osteoporosis afecta tanto a hombres como a mujeres pero en éstas, la situación se complica. Durante la menopausia se produce una situación especial que conlleva cambios importantes en la cantidad y la resistencia del hueso ya que la disminución de estrógenos modifica el equilibrio óseo, estimulándose la resorción y reduciéndose la formación.

La OMS considera la osteoporosis como una epidemia que afectará en breve a una de cada tres mujeres mayores de 50 años y, dado el aumento de la esperanza de vida (se espera que en el año 2040 la población mayor de 65 años se duplique), esto convierte a la osteoporosis en un problema de salud de primer orden.

Es fundamental que las mujeres tengan especial cuidado en el calcio de su dieta y que tomen mayores cantidades de vitamina D para reforzar su sistema óseo, sobre todo después de la menopausia. La actividad física también es imprescindible para mantener controlada la enfermedad. Los ejercicios de sobrecarga, incluso el caminar, tienen mayor efecto positivo sobre los huesos que aquellos ejercicios en los que el individuo no soporta el propio peso, tales como natación o ciclismo.

En la mujer postmenopáusica también puede plantearse la terapia con estrógenos, especialmente cuando hay reducción de la densidad ósea. Esto previene la descalcificación y las fracturas, pero puede haber efectos secundarios por lo que la opción debe ser valorada junto a un profesional.

LA RESISTENCIA DEL HUESO

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En 1993, un comité de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) definió la osteoporosis como una enfermedad metabólica caracterizada por la presencia de una baja masa ósea y deterioro de la microarquitectura del hueso, con incremento de su fragilidad y, por lo tanto, con mayor predisposición a la fractura.

Inicialmente se creía que aumentar la cantidad de masa ósea sería suficiente para prevenir fracturas pero más tarde se comprobó que la calidad del hueso era también un factor decisivo a tener en cuenta. Por esta razón, antes de 2001 los fármacos utilizados en el tratamiento de la osteoporosis pretendían aumentar la masa ósea pero a partir de entonces ha habido un cambio de paradigma, haciendo especial hincapié en los fármacos que aumentan la calidad y, por lo tanto, la resistencia del hueso.

El esqueleto no es una estructura inerte sino que es un órgano vivo compuesto por células y una matriz mineral, que se encuentra en remodelación continua. Existe un equilibrio dinámico y continuamente se forma nuevo hueso y se remodela el viejo. El calcio y la vitamina D son elementos esenciales en el crecimiento y el mantenimiento del hueso, por lo que las directrices del tratamiento de la osteoporosis recomiendan a los pacientes la ingesta adecuada de ambos.

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