En Europa, el consumo de alcohol es el segundo factor de riesgo para la salud, detrás del tabaco y por delante del sobrepeso, la hipertensión y el colesterol. Es el causante de una de cada ocho muertes entre personas de 15 a 64 años. La ingesta de bebidas alcohólicas aumenta el riesgo de padecer cáncer de la cavidad oral, faringe, laringe, esófago, hígado, colorrectal y mama. Por tanto, y como se recuerda en este artículo, si se toma alcohol, ya sea vino, cerveza o bebidas de alta graduación, es importante moderar su consumo, aunque lo mejor para la prevención del cáncer es evitarlo. También se explica cómo beber alcohol repercute en la salud y el desarrollo de los más jóvenes.
El consumo de bebidas alcohólicas aumenta el riesgo de padecer, entre otros, cáncer de la cavidad oral, faringe, laringe, esófago, hígado, colorrectal y mama. En el caso del cáncer de hígado, esta asociación es muy importante, sobre todo a través del desarrollo previo de cirrosis hepática. Y respecto al cáncer de mama, el interés de esta relación radica en que la toma de pequeñas cantidades de alcohol (tan solo 10 g/día) se asocia con un incremento del riesgo de esta enfermedad, cuando se comparan mujeres bebedoras y no bebedoras.
Si a la toma habitual de bebidas alcohólicas se le añade el de tabaco, se multiplica el riesgo de padecer algunos de estos cánceres entre 10 y 100 veces respecto a las personas que nunca han fumado ni bebido. La cantidad ingerida de alcohol, unida a una dieta pobre en verduras, hortalizas y fruta (común en los bebedores habituales), desempeña también un papel importante en el aumento del riesgo.
Para que el consumo de bebidas alcohólicas no sea perjudicial para la salud, la cantidad que una persona adulta sana puede ingerir no debe superar los 20 g de alcohol al día (dos unidades de bebida) en el caso de los varones y los 10 g de alcohol al día (una unidad de bebida) en el caso de las mujeres.
(*) Una unidad de bebida equivale a 10 gramos de alcohol. Así, la cantidad equivaldría a:
- 1/2 vaso de vino (100 ml).
- un vaso de cerveza (200 ml).
- 1/4 copa de bebida de alta graduación (25 ml).
Muchas de las personas bebedoras no son conscientes de los riesgos asociados y, de hecho, si no cambian sus hábitos de consumo, pueden llegar a desarrollar alguna de las 60 enfermedades o patologías relacionadas con el consumo de alcohol, y no solo de cáncer.
Alcohol y menores
La encuesta sobre drogas a la población escolar española, realizada por el Observatorio Español sobre Drogas (OED) en 2010, arroja datos preocupantes.
- El alcohol y el tabaco siguen siendo las drogas más consumidas entre los menores de 14 a 18 años de ambos sexos. Un 56,2% de los estudiantes de 14-18 años confesaba que se había emborrachado alguna vez en la vida y el 29,1% que lo había hecho en el último mes.
- Los adolescentes comienzan a beber alcohol y a fumar entre los 13 y los 14 años.
- El consumo de alcohol y tabaco está muy influido por la presión de amigos e iguales.
La ingesta de bebidas alcohólicas en menores de edad tiene repercusiones en la salud y el desarrollo de la persona. Los estudios revelan que el consumo de estas bebidas en menores de edad, los episodios recurrentes de tomas en la adolescencia y beber hasta embriagarse pueden afectar de forma negativa al desarrollo mental, los hábitos de estudio y el desarrollo de las habilidades necesarias para una correcta transición a la edad adulta.
Daños que causa el alcohol en los jóvenes
Los niños y jóvenes no deben tomar bebidas alcohólicas en ninguna cantidad, ya que no se conoce ningún límite de seguridad en su consumo
Los jóvenes se encuentran en constante riesgo, debido a ciertos patrones de consumo que obedecen a varios factores. Fisiológicamente, están todavía experimentando cambios en su crecimiento. El cerebro del adolescente se halla en un alto nivel de desarrollo. Este desarrollo establece las bases para las habilidades de la persona en su vida adulta, tales como la planificación, la integración de información, la resolución de problemas, el discernimiento y el razonamiento. Estos importantes procesos que suceden en esta etapa son la razón de que el cerebro del adolescente sea más vulnerable a los efectos nocivos del alcohol en comparación con un cerebro adulto.
Según advierten desde el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, el alcohol perjudica las áreas del cerebro responsables del aprendizaje y la memoria, las habilidades verbales y la percepción visual-espacial. Por consiguiente, el consumo excesivo de alcohol afecta a la creación de nuevos recuerdos, las habilidades de resolución de problemas, el pensamiento abstracto, la atención y la concentración. Los estudios sugieren que la ingesta de alcohol en adolescentes afecta de forma negativa a la función neurocognitiva, como la capacidad de estudiar y obtener buenos resultados en los exámenes. Debido a que la adolescencia es una etapa muy importante para el desarrollo cerebral, el consumo de alcohol puede tener efectos negativos a largo plazo en su vida adulta.
Los jóvenes corren el riesgo de desarrollar conductas perjudiciales debido al alcohol que incluyen beber en exceso, problemas en sus relaciones, accidentes viales y relaciones sexuales de alto riesgo que han sido referidas por ellos mismos. Estas conductas tienen sus propias consecuencias para la salud y seguridad de los jóvenes, que comprenden daños al desarrollo cerebral, riesgo de lesiones y muerte y un mayor riesgo de participar en actos de violencia y de contraer enfermedades contagiosas.