El pasado 1 de enero entraron en vigor los precios de referencia que afectan a 2.070 especialidades farmacéuticas y se modificaron las normas de dispensación de medicamentos. De esta forma, el Ministerio de Sanidad va a ahorrarse una parte sustancial de la factura farmacéutica y a la vez beneficia al consumidor, que puede comprar las medicinas a precios inferiores sin detrimento, en ningún caso, de la calidad.
La empresas farmacéuticas fabrican las mismas medicinas con nombres comerciales diferentes. El principio activo es el mismo (ácido acetilsalicílico, amoxicilina, omeprazol, ranitidina, etc.) y sólo varía el nombre y el precio. Lo que ha hecho el Gobierno es clasificar en grupos medicamentos «equivalentes» (con efectos terapéuticos «similares») y establecer un precio de referencia para cada uno de ellos, es decir, el precio máximo financiado con cargo al Sistema Nacional de Salud de las especialidades farmacéuticas.
Cuando el paciente acuda a la farmacia puede adquirir el medicamento genérico al precio de referencia estipulado. Es necesario insistir en que tanto el principio activo, como la calidad y la efectividad de este medicamento genérico son idénticos al mismo que hasta ahora se adquiría con una marca comercial diferente y un precio superior.
Así, los ciudadanos en activo, con receta verde, pagarán el 40% del precio de referencia; para los pensionistas, con recta roja, el medicamento es gratuito; y los de aportación reducida tendrán que pagar solo un10%, con un tope de 2,64 euros. Quien opte por el medicamento comercial deberá pagar, además, la diferencia entre el precio de referencia y el de la medicina elegida.
Puede haber especialidades con precio mayor al de referencia pero, en la práctica, son muy pocas y de todas ellas existen alternativas disponibles por debajo del precio financiado, por lo que el farmacéutico dispensará el genérico equivalente al precio mínimo.
Los medicamentos genéricos y los precios de referencia pueden suponer un importante ahorro para el bolsillo de los consumidores. Basta con tomar conciencia de que los genéricos son idénticos a los comerciales en calidad, composición y efectividad. La única diferencia es el nombre y el precio. Cada ciudadano debe decidir si merece la pena pagar más por, exactamente, el mismo producto.