Prevenir enfermedades oculares

Se calcula que en España se registran cada año unos 30.000 desprendimientos de retina, la mitad de ellos en personas con miopía
Por Núria Llavina Rubio 7 de febrero de 2011
Img ojos

Si durante la lectura se perciben moscas en la visión periférica, se intentan apartar pero se quedan ahí y, además, se observan destellos de luz, ésta puede ser la primera señal de alerta de una enfermedad grave que, si no se trata, amenaza la visión de dos de cada 10.000 personas: el desprendimiento de retina. Ser miope aumenta de manera considerable la posibilidad de sufrirlo, así como un proceso de envejecimiento o deshidratación del humor vítreo.

Imagen: Leo Andrijic Cucera

La miopía es uno de los principales factores de riesgo de desprendimiento de retina. Si bien esta condición se atiende con éxito en la mayoría de los casos, un tratamiento tardío puede causar la pérdida funcional total de la visión en dos de cada 10.000 personas, es decir, ceguera (la mayor parte de las enfermedades oftalmológicas que causan ceguera afectan a la retina). Desde la Sociedad Española de Retina y Vítreo se llama a la prevención y al tratamiento adecuado en función de los casos.

Según la «Guía de la práctica clínica del desprendimiento de retina» de esta institución, más del 50% de los desprendimientos primarios suceden en pacientes miopes. Los pacientes con miopía de 1 a 3 dioptrías tienen un riesgo 4 veces superior y quienes tienen miopía con más de 3 dioptrías, un riesgo multiplicado por 10.

En España se estima que se registran entre 20.000 y 30.000 desprendimientos de retina cada año. El más común es el primario o rhegmatógeno. Consiste en una separación anormal entre las dos capas que constituyen la retina: el epitelio pigmentario (capa externa) y la retina sensorial (capa interna), entre las cuales se interpone un líquido. Cuando no se trata, el desprendimiento progresa hacia la retina posterior y se origina una disminución de la agudeza visual. Si la evolución continúa, el desprendimiento de retina será total.

Síntomas previos

Otros factores de riesgo relacionados con el desprendimiento de retina son la cirugía de cataratas, los traumatismos oculares, desprendimiento de retina previo en el otro ojo, antecedentes familiares y algunas enfermedades como diabetes o arterioesclerosis (con menos frecuencia). También con la edad ocurre un proceso natural de envejecimiento o deshidratación de una gelatina ubicada entre la superficie interna de la retina y la cara posterior del cristalino, el humor vítreo.

Más del 90% de los casos pueden tratarse con éxito, aunque en ocasiones se requiere una segunda intervención

Esta deshidratación disminuye un poco su volumen, tira de la retina y, después de un primer desgarro retiniano, permite el paso de fluido entre las dos capas de la retina e inducir al desprendimiento primario. La identificación y el tratamiento en las etapas iniciales, antes de que se convierta en un desprendimiento, son fundamentales. Si bien el desgarro puede tratarse con una intervención mínimamente invasiva a través de una técnica láser, el desprendimiento requiere hospitalización.

Es fundamental detectar algunos síntomas visuales indoloros, en muchas ocasiones previos al desprendimiento: destellos luminosos en el ojo (fotopsias), la impresión de telarañas o la visión de moscas (puntos negros que se mueven al mover el ojo), visión borrosa y sombras o ceguera en una parte del campo visual. El desprendimiento de retina es una emergencia médica, por lo que cualquier persona que experimente los síntomas debe ser atendida cuanto antes.

Tratamiento quirúrgico

El tratamiento del desprendimiento de retina es solo quirúrgico. La elección de la técnica quirúrgica constituye el factor predictor más importante de la tasa de éxito, que dependerá también de la localización y magnitud de la afectación. Si la mácula (zona de la retina especializada en la visión fina de los detalles) no se ha desprendido, los resultados del tratamiento pueden ser excelentes. La mayoría de los desprendimientos de retina se pueden reparar, pero no todos. Actualmente, más del 90% de los casos puede tratarse con éxito, aunque en ocasiones se requiere una segunda intervención y, además, el resultado visual no siempre es predecible.

El resultado final no se conoce hasta varios meses después de la cirugía. Incluso tras múltiples intentos de reparación, el tratamiento puede fallar y la visión se pueden perder con el tiempo. Por este motivo, la intervención precoz es clave.

En la técnica quirúrgica se lleva a cabo una recolocación anatómica de la retina. Algunos tratamientos son la crioplexia, a través de la cual se trata de formar cicatriz que sostenga la retina a la capa subyacente; y la retinopexia, con la que se pretende ayudar a la retina a flotar para que vuelva a su lugar. Si tras la intervención la mácula permanece unida, el pronóstico es excelente. Si la retina vuelve a adherirse en las siguientes 48 horas, es bueno. Cuando la retina ha estado despegada durante más tiempo o si ha habido hemorragia o cicatrización, hay malas expectativas.

Genética del desprendimiento

Hace más de una década que el Instituto de Oftalmobiología Aplicada de Valladolid (IOBA) trata de hallar los secretos que acarrean un desprendimiento de retina. Recientemente el grupo de retina de esta entidad anunció la posibilidad de haber encontrado los genes causantes de la vitriorretinopatía proliferante, una complicación que sufre alrededor del 10% de los pacientes con desprendimiento. Ésta supone la pérdida total de la visión del ojo afectado, pese a haberse sometido a varias operaciones.

El trabajo permitirá el desarrollo de un chip que ofrecerá información al instante y de forma mucho más económica que en la actualidad, sobre los pacientes susceptibles de desarrollar vitriorretinopatía proliferante. Los estudios genéticos han identificado factores susceptibles al empleo de fármacos ya disponibles en el mercado, que frenarían el desarrollo de la complicación. Aunque el avance no evitará la actual cirugía, sí servirá para mejorar el porcentaje de éxito de la operación.

CUIDADO DE LOS OJOS ANCIANOS

Todas las estructuras del ojo cambian con la edad. Sin embargo, la córnea se vuelve menos sensible, por lo que las lesiones pueden pasar inadvertidas. Hacia los 60 años, las pupilas disminuyen cerca de un tercio el tamaño que tenían a los 20 años. Además, la pupila reacciona a menudo de manera más lenta; el cristalino se vuelve amarillento, menos flexible y ligeramente opaco; las almohadillas de grasa que dan soporte al ojo se reducen y el ojo se hunde; los músculos oculares no tienen tanta capacidad para rotar el ojo; y la agudeza visual disminuye de forma gradual.

La edad es un factor de riesgo para muchas afectaciones oftalmológicas. El desprendimiento de retina es uno de ellos, por la degeneración natural del humor vítreo, que no se renueva desde el nacimiento. Otras afectaciones comunes son las cataratas, la degeneración macular asociada a la edad, los ojos secos, el glaucoma o la retinopatía diabética. A menudo, se desarrollan con pocos o ningún síntoma. Examinarse los ojos con regularidad es la mejor manera de protegerse ante la evolución de estas enfermedades.

Cerca de 3.000 farmacéuticos de toda España han comenzado una iniciativa con la que pretenden educar a personas mayores de 50 años mediante consejos básicos sanitarios sobre el cuidado de los ojos y la prevención de patologías oculares, con motivo de la campaña “VYOFAR (Vista y Oído en la oficina de farmacia): DMAE y otras patologías oculares de la edad avanzada”. Los principales pacientes de riesgo son los mayores de 50 años fumadores, con hipertensión arterial, hipercolesteloremia, cataratas o degeneración macular asociada a la edad.

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