La artrosis es una degeneración de las articulaciones que afecta más a las personas mayores y a las mujeres. Según el “Estudio de la Prevalencia de Enfermedades Reumáticas de la Población Española”, afecta al 10% de los ciudadanos de nuestro país en la rodilla y al 6,2% en la mano. Las tres causas principales son la genética, la sobrecarga de las estructuras y la edad. En este artículo se explican las diferencias entre artritis y artrosis y los avances en el tratamiento farmacológico de la artrosis.
El desgaste de las articulaciones del cuerpo, la artrosis, es una enfermedad común conforme aumenta la edad y de dos a tres veces más habitual entre las mujeres que entre los hombres, aunque se desconoce el motivo. Según el último estudio epidemiológico elaborado, el EPISER (Estudio de la Prevalencia de Enfermedades Reumáticas de la Población Española), la artrosis es una enfermedad muy frecuente, que afecta al 10,2% de los ciudadanos en la articulación de la rodilla y al 6,2% en la de las manos, entre otras.
La artrosis no es artritis
La artrosis es una degeneración de las estructuras de las articulaciones, que tienen movimiento, y es distinta a la artritis reumatoide, una enfermedad que se caracteriza por la inflamación de esas estructuras. Unos años atrás se consideraba que, en la artrosis, la estructura que se degeneraba era el cartílago; sin embargo, ahora se sabe que es la enfermedad de toda la articulación: afecta al cartílago, los ligamentos, el hueso subcondral, la cápsula articular y la membrana sinovial.
Perder peso y adoptar posturas correctas son algunas de las acciones no farmacológicas cruciales para la artrosisOcurre lo mismo que en el caso de una insuficiencia renal o cardiaca: no falla una única parte del riñón o del corazón, sino el órgano entero. Así lo expone Pere Benito-Ruiz, jefe del Servicio de Reumatología del Hospital del Mar-UAB, coordinador del Grupo de Investigación en Biología Celular y del Cartílago del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona (PRBB( y portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER).
Asimismo, la artritis puede afectar a los niños y diagnosticarse incluso a los dos años de edad. En cambio, aunque la artrosis también puede darse a una edad joven, lo normal es que se manifieste por encima de los 40 años.
Otra diferencia importante es que la artritis produce dolor continuo, incluso en reposo, cuando el desgaste propio de la artrosis no duele si no se mueve la articulación afectada.
Y, por último, también hay otra disparidad destacadaa: la artritis progresa en pocos años, mientras la artrosis evoluciona de manera lenta.
Las causas principales de artrosis
Las tres causas principales de la artrosis son la genética, la sobrecarga de las estructuras y la edad.
«La calidad de estructuras como el cartílago y el hueso está marcada genéticamente, de la misma forma que hay personas que tienen la piel peor y tienden a hacer arrugas», explica Benito-Ruiz.
El paso del tiempo y la edad influyen también en las articulaciones, así como las sobrecargas a las que se someten, ya sea por sobrepeso u obesidad, malas posturas en el trabajo, mala alineación de las articulaciones, tener las piernas zambas o escoliosis.
«De esos tres factores, no podemos influir ni en la calidad de las estructuras, debida a la genética, ni en el tiempo, sino solo en la corrección de la sobrecarga. Y el tratamiento para hacerlo es farmacológico y no farmacológico», informa Benito-Ruiz.
Tratamiento de la artrosis: farmacológico y no farmacológico
El tratamiento no farmacológico de la artrosis es crucial y consiste en reducir las cargas sobre la articulación. Los pacientes obesos deben adelgazar; los que adoptan malas posturas en el trabajo, corregirlas y mejorarlas de forma ergonómica; y los que presentan alteraciones de las estructuras articulares, compensarlas con férulas, plantillas, corsés e, incluso, bastones, ya que estos disminuyen hasta un 30% la sobrecarga en articulaciones como las caderas, las rodillas o los pies, según datos de la Sociedad Española de Reumatología. «La artrosis es como tener una articulación oxidada -como una bisagra oxidada- y, para tratarla, hay que descargarla, desengrasarla y fortalecerla, es decir, mejorar la estructura de la articulación», pone como ejemplo gráfico el especialista.
Además, debido al dolor e incapacidad funcional que provoca, hay pacientes que necesitan medicarse. Hay tres tipos de terapia: los analgésicos, como el paracetamol para los dolores más leves, hasta los opiáceos a dosis tolerables para los casos más graves; los antiinflamatorios no esteroideos (AINES), para tratar la inflamación de manera puntual, así como infiltraciones locales de corticoides, pero solo para ciertos pacientes y de manera temporal; y los sysadoas, o tratamientos de acción lenta de modificación de la artrosis, para variar la evolución de la enfermedad, la estructura y los síntomas no analgésicos y antiinflamatorios. Entre los sysadoas figuran la glucosamina (o sulfato de glucosamina), la condroitina (o condroitín sulfato), la diacereína y el ácido hialurónico. Los tres primeros se administran por vía oral, mientras que el ácido hialurónico se inyecta en la articulación.
En el II Simposio de Artrosis, celebrado por la Sociedad Española de Reumatología (SER) en Barcelona, se han comentado algunas de las nuevas terapias que podrían aplicarse a esta patología. Así, se empiezan a conocer las dianas terapéuticas de esta enfermedad, en otras palabras, blancos a los que disparar la flecha (en este caso fármaco), por lo que se podrían desarrollar medicamentos más específicos.
Algunas de estas dianas son las interleukinas. La anakinra es un anticuerpo monoclonal antiinterleukina 1 que podría contribuir al tratamiento de la enfermedad, cuando hay una inflamación de la membrana sinovial, así como otros anticuerpos monoclonales que ahora se utilizan para la artritis, como etanercept o adalimumab. “Pero son caros y quizás no sean lo bastante eficientes”, advierte Pere Benito-Ruiz, el portavoz de la SER.
Otro grupo de fármacos que podría aplicarse son los antiresortivos, que frenan la destrucción del hueso en la osteoporosis, y que también podrían tener algún efecto beneficioso en la artrosis. Curiosamente, no es habitual que las personas con osteoporosis (una enfermedad más femenina que masculina) tengan artrosis y a la inversa, comenta Benito-Ruiz. Es el caso del ranelato de estroncio, empleado en la osteoporosis y que, según un estudio de tres años, podría funcionar en la artrosis de rodilla (actúa en la parte subcondral del hueso, de la inflamación y del cartílago).